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Inmigrante ilegal: un lenguaje que criminaliza el ser

Javier_Ruiz_PQNPor Javier Ruiz Ariza.

Abogado, de Barranquilla, Colombia. Magister en Derecho, con mención en Derecho Internacional, de la Universidad de Chile. Diplomado (c) en Defensor de Derechos Humanos de Migrantes de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Entre sus experiencias profesionales se encuentra la Oficina Regional del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, entre otras entidades con y sin ánimo de lucro. En la actualidad dirige la RSE de una empresa de transportes y se encuentra desarrollando un estudio sobre las condiciones de los migrantes colombianos en Chile en relación con los Derechos Humanos.

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Con aguda preocupación, noto como cada día se hace más popular entre la sociedad la tan infame frase migrante ilegal o inmigrante ilegal; tan de moda hoy, que ha sido atomizada en todos los idiomas por el magnate de insultos Donald Trump (claro, él ha encontrado en esta frase su salvavidas mediático para salir del anonimato de su campaña política y sobresalir en la contienda partidista), que hasta algunos abogados la han usado. Sí, leyó bien: abogados, esos hombres y mujeres probos, quienes tenemos como única finalidad la de salvaguardar en todo momento, como a nuestros defendidos, el cumplimiento de los principios básicos del Derecho, como el principio de Inocencia o del Debido Proceso, entre otros.

Es preocupante la aceptación y reproducción que tiene la frase, debido a la falta de conocimiento de quien la emite. Lo que la hace realmente alarmante es que logró calar en el léxico de muchos abogados que, por desconocimiento o por olvido, dejan de lado que los únicos que pueden ser tildados de legales e ilegales son los actos de las personas y las cosas, no así las personas.

Hoy por hoy, en este mundo tan convulsionado por el tecnicismo y el materialismo, corrientes que han generado una cultura del tener y la violencia, donde el ser humano no cuenta en cuanto ser –en el reino de los fines, como sostiene el filósofo Alemán Inmanuel Kant–, sino como medio, y así ser utilizado como instrumento o mercancía, cosificado, explotado, y a veces ultrajada y desconocida su dignidad. Esa dignidad que le es inherente a hombres y mujeres, y que es piedra angular de los Derechos Humanos.

El lenguaje genera realidades, tanto, que las personas que se encuentran en una situación irregular migratoria llegan a creer que carecen hasta de los Derechos Fundamentales en el país de residencia por su condición de extranjero “sin papeles”. Por este motivo, me parece crucial que recalquemos que no hay personas ilegales, que la condición de irregularidad migratoria no puede cercenar la dignidad humana.

Así, migrar es un Derecho, como cualquier otro y que cuenta con un amparo internacional, como lo consagra el artículo 13 numeral 1 y 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Que es un derecho que emana de la naturaleza, como lo es la Migración Animal, que es una acción (valga la redundancia) natural para enfrentar, contrarrestar o aprovechar situaciones del medio en que se vive y así conservar la especie. Por lo tanto, no se debe considerar como un delito.

La irregularidad de la inmigración es equiparable, jurídicamente hablando, a las contravenciones de la Ley de Tránsito, si usted se pasa un semáforo en luz roja, eso lo hace contraventor, pero no una persona ilegal. Denostar la migración, acompañándola de la palabra ilegal, es desconocer que la humanidad en su devenir diario está en continuo movimiento, tanto que el primer ancestro humano en su evolución partió en lo que hoy conocemos como el continente africano, desplazándose por toda la Tierra; ese proceso hoy es mucho menos letárgico que hace millones de años por la conectividad del mundo.

La mayoría de las personas que tienden a penalizar la migración olvidan dos aspectos básicos: la migración como derecho propio y las realidades de la migración. Todos los países del mundo reciben migración (unos más que otros) y todos los países tienen emigrantes. Por lo tanto, el discurso nacionalista y segregacionista no debe encuadrar en la actualidad, por el solo hecho de que estamos viviendo en un mundo globalizado y que no se puede concebir hermético a capitales económicos, sociales, culturales y mucho menos humanos. Un problema que genera la criminalización de la inmigración en la sociedad es que se crean estereotipos, lo cuales a su vez son la base de la discriminación.

Como conclusión es importante acotar que no hay que criminalizar la situación migratoria, que no hay personas legales o ilegales, que la frase correcta es persona en situación de irregularidad migratoria. La migración es una realidad y una constante tanto de la naturaleza humana, como del mundo en que vivimos. Hemos sido, somos o seremos migrantes en cualquier etapa de la vida, la migración nos enriquece como humanos. Caer en irregularidad migratoria, para cualquier extranjero es –en casos menos graves– como cometer una infracción de tránsito y, más aún, si se pertenece a un grupo vulnerable, como pueden ser los pueblos originarios, falta del dominio del idioma, una solicitud de visa incorrecta o, en casos de más gravedad, ser víctima del delito de tráfico ilegal de personas o trata de personas.

Porque el lenguaje construye realidades, tratemos al migrante en situación de irregularidad con respeto y como sujeto de derechos y obligaciones, y con la dignidad que merecen todas las personas dentro de nuestro territorio y bajo la Constitución Nacional que rige para todos los que se encuentran dentro de un Estado.