Nuestra parte de noche

Por Daniela Koifman.

Abogada por la Universidad Diego Portales. Máster en Derecho por la University of California, Hastings College of Law. Profesora de Derecho Comercial de la Universidad Alberto Hurtado. Actualmente se desempeña como abogada de la Gerencia Legal Banca Finanzas, Inversiones e Internacional en Banco BCI.

‘Nuestra Parte de Noche’ es una novela de la escritora argentina Mariana Enríquez, publicada en 2019 por la editorial Anagrama y galardonada ese mismo año con el 37º Premio Herralde de Novela y, debo decir, que me cautivó. Hacía tiempo que no leía una novela larga, que se atreviera a crear un universo propio, un mundo en el cual es fácil sumergirse y atraparse.

La novela cuenta una historia llena de contrapuntos, una tensión, una crítica, desde la “normalidad”, siguiendo los avatares de la historia de Juan y Gaspar, padre e hijo, quienes, tras la muerte de la madre, emprenden un viaje en auto a las Cataratas del Iguazú. En apariencia este viaje es para huir de los peligros de la dictadura argentina, pero en realidad viajan hacia la práctica obligada de un ritual oscuro y bestial que ha definido la existencia de Juan, quien por linaje heredó el rol de médium de la Orden, un grupo esotérico, seguidores de “la Oscuridad”, una fuerza o deidad brutal y asesina, que está obsesionado con obtener la fórmula de la vida eterna.

Gaspar, un niño tan tranquilo, autónomo e independiente, que no se rebela a una paternidad descuidada y violenta en la superficie, hosca y silenciosa en lo profundo, se desarrolla al alero de este padre que nunca es capaz de entregar respuestas, o forjar un hogar. Y, sin embargo, es a esta paternidad a la que terminará honrando, completando el trabajo de su padre, asumiendo el destino que éste quiso evitarle.

El relato, contado a veces en racconto, se va desarrollando en la selva, en las zonas rurales de Paraguay, en el gran caserón de los abuelos de Gaspar, donde tienen los espacios para sus ceremonias y se dirige a la Orden. También muestra la vida de barrio de Buenos Aires y Mar del Plata, donde Gaspar crece, e incluso, da un paseo por diversas aldeas africanas y Londres para para mostrar los orígenes de la Orden, cómo se estructura, sus luchas de poder y los rituales a los que se entregan, siempre buscando conectar con el “otro lado”.

Este “otro lado” es parte de este universo original que despliega el libro, una especie de ciénaga inhabitada, pero viva, su campo de “locos”, sus ríos, y caminos; un lugar que puede variar de acogedor y cálido, a lúgubre y peligroso, un lugar que se percibe con la intuición más que con los sentidos.

Como telón de fondo hay muchos episodios enmarcados en los años setenta, en los tiempos de la Junta Militar argentina, cuyos horrores sirven de pantalla para el actuar de la Orden, y también los ochenta, donde se ve la llegada de la democracia y sus luchas y la expansión del SIDA.

Rosario y Juan, los padres de Gaspar, son participantes de este mundo oscuro, personajes predestinados a estar juntos, en cuyo lenguaje el amor toma forma de repugnantes labores, regalos macabros e intrigas escabrosas y, sin embargo, practican la entrega incondicional como esencia del amor familiar.

El cortejo que los acompaña es mayoritariamente parte de este dogma que profesan y del cual están a permanente servicio. Son personajes que toman formas amorales, andróginas, sexualmente liberadas, pero conservan lealtades y éticas. Son personas que, a veces, quisieron eludir su destino y, luego, optaron por sobrellevarlo.

El contrapunto a estos personajes es aquellos “normales”, los que se desplazan por la historia aferrándose a la lógica, lo regular y cotidiano. Aparecen tíos, amigos y novias, psiquiatras y policías que muestran cómo la normalidad no les da las herramientas para influir, acoger o evitar el curso de los acontecimientos, develando una historia de más soledad que compañía, donde los secretos son más fuertes que la luz, y la oscuridad es como un río que busca su cauce implacablemente.

Ahí aparecen Adela, Luis y Tali, Mercedes y Esteban, los normales, y ahí está el lector también atrapado como ellos por la imaginería y los detalles que rodean el mundo de la Orden y, por lo mismo, nos descubriremos alentando los rituales, deseando apariciones y desapariciones, seremos curiosos morbosos de cómo se manifestará el mal, de qué estará dispuesto a hacer Juan, a sufrir Gaspar, a entender Luis o tolerar Marita, las razones de Lidia o los intereses de Florence. Entonces, con un detalle y una imaginería desbordada, este es un libro que atrapa.