Marzo con M de Mujer y de Moda

Por Susy Bello Knoll.

Abogada y contadora por la Universidad de Buenos Aires. Máster en Derecho Empresario por la Universidad Austral. Doctora en Derecho por la Universidad de Salamanca. Premio extraordinario de Doctorado 2011-2012. Cursando estudios post doctorales en dicha Universidad. Directora del Suplemento de Imagen y Derecho de la Moda de ElDial.com. Impulsora del Derecho de la Moda en América Latina.


Quizás cuando pensamos en la moda pensamos en una mujer, a pesar de que la moda sea mucho más y no se limite ni en el tiempo ni en el espacio ni se encierre en conceptos rígidos. Nada más parecido a la moda que la libertad.

Malcolm Barnard, en su tan consultada Teoría de la Moda[1], anticipa que es difícil definirla. Lo han intentado la antropología, la sociología, con rigor lógico las matemáticas y últimamente se ocupa de ella el Derecho. Particularmente las ciencias humanas y sociales se preocupan de su estudio, porque la moda se vincula directamente con el comportamiento humano.

Lo que vestimos, uno de los aspectos de la moda, resulta un lenguaje silencioso con el que nos expresamos. La moda tiene que ver, entonces, con la esencia de lo que cada individuo quiere o puede mostrar de sí, consciente o inconscientemente. La manera en que nos ven los otros es una experiencia expresiva, pero también estética y artística.

La moda es un fenómeno que compartimos todos, aunque nos neguemos a ello. Pequeños detalles de nuestra existencia están teñidos de moda, porque tienen que ver con la cultura en la hemos crecido o nos hemos nutrido, con el ambiente vital compartido o con los compañeros de viaje que nos han tocado.

La economía, como ciencia que estudia los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales mediante el empleo de bienes escasos, también se involucra con la moda y en esa dinámica corresponde el análisis de los recursos limitados del planeta, del trabajo humano utilizado, de la producción, de la distribución y el consumo. Y aquí viene a interpelarnos el concepto de sostenibilidad en la moda, que no sólo se circunscribe a lo económico sino que, asimismo, a lo ambiental y lo social.

Para René König, la moda es permanentemente mutable. Ella está en cambio constante. Sin embargo, tengo para mí que todos los humanos gozamos de esta capacidad de modificar nuestras conductas, nuestras actividades, nuestras costumbres y mucho más. Así nosotros, como la moda, morimos y renacemos en forma ininterrumpida a nuestros gustos, aunque expresemos en la ópera Rigoletto que sólo “la Donna é mobile”.

Meditemos, con M de mujer y de moda, en este mes de marzo, sobre nuestra relación con cada una de ellas.


[1] Valga esta nota como homenaje a la mujer que me regalara este libro, mi entrañable amiga Adriana Álvarez Vlasek, quien ya no está para conversar apasionadamente, entre otras cosas, de la moda.