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Entrevista Santiago Sastre Ariza

Entrevista Santiago Sastre Ariza

FILÓSOFO DEL DERECHO, ESCRITOR Y DRAMATURGO: ENTRE LAGARTOS LLORONES Y GORRIONES IMORTALES

 

Por. J. Ignacio Núñez Leiva. Profesor de Derecho y Socio de Novarum Estudio de Derecho Constitucional y Administrativo.

Santiago Sastre es de aquellas personas que irradian humildad y carisma en una combinación difícil de hallar o imitar. Tuve la suerte de ser su alumno en curso de doctorado el año 2009 en la Universidad de Castilla La Mancha, España. Licenciado en Ciencias Religiosas, Doctor en Derecho, Profesor Titular de Teoría y Filosofía del Derecho, autor del flamante libro Ciencia jurídica positivista y Neoconstitucionalismo, además de numerosos artículos científicos en su área jurídica de especialidad. Con todo, Santiago empuña su pluma con mayor pasión al la hora de escribir poesía, novelas y obras de teatro. Y es justamente esto último lo que nos inspira a entrevistarlo para LWYR e interrogarlo por aquellos pasos que en el “Camino de Santiago” lo hacen transitar más allá de los confines del Derecho.

Ciencias Religiosas, Ciencias Jurídicas y Literatura ¿Qué relación tienen para ti estos tres ámbitos de la vida?

El Derecho se expresa normalmente en un lenguaje escrito y contiene una intención comunicativa (como la literatura). Pero se enmarca en un contexto de poder, en el que tienen mucha  relevancia el Estado y las autoridades que se encargan de aplicarlo. En eso se parece a la religión: también el Derecho mantiene sus sacerdotes, sus dogmas, su estructura eclesial. El Derecho, por lo demás, presenta muchas vinculaciones con la moral y por eso se acerca a las preguntas que nos conducen de lleno a la filosofía. En todo caso pienso que el saber nunca es una habitación cerrada, sino un piso con muchísimas habitaciones que se comunican a través de un pasillo. El Derecho es una práctica en la que intervienen muchos aspectos (la lingüistica, la moral, la sociología, etc) y por eso creo que, frente a Kelsen, no es aconsejable un enfoque unidimensional del Derecho. Ahora mismo me interesan mucho la literatura, la filosofía y el fenómeno religioso.

Si no me equivoco, Los lagartos llorones y otros poemas es tu séptimo libro de poesía. Uno de los versos que en él escribes fue certeramente calificado por María José Muñoz en el periódico ABC de España como “un testamento antes de emprender la fuga”. Me refiero a la profecía nostálgica que articulas al decir “yo me iré y permanecerán mis libros…, me iré y algo de mi ser se quedará cantando en la misma rama donde los gorriones silban por lo bajini su extraña inmortalidad”.  Aquí nos auguras lo que puede ser el final – ficticio o real – de un poeta. Pero en personas como tú, más que el Omega importa el Alfa. ¿Cómo nace la poesía en la pluma de Santiago Sastre?, ¿Es un génesis, un Big Bang o una evolución Darwiniana?

Ese poema es un homenaje al poeta Juan Ramón Jiménez. La idea de los gorriones se la oí una vez al poeta argentino Mario Paoletti: casi nadie se ha encontrado alguna vez un gorrión muerto, y eso no significa que no se mueran, de ahí esa  especie de inmortalidad por lo bajini. Mi poesía está siempre en evolución (a la Darwin) y trato de evolucionar y de adaptarme al yo nuevo desde el que me pongo a escribir el siguiente libro. Mi darwinismo se debate entre la claridad (y que me entiendan al leerme) y un poco de niebla (porque a veces no puedo decir con claridad lo que siento, deseo o pienso). Esta evolución es acorde con mi psicología: intento evolucionar y mejorar más y mejor. Decía Savater que mientras que la vaca está detenida en su condición animal de ser vaca, en cambio el hombre puede humanizarse más a través de la ética, realizando comportamientos virtuosos. Por eso siempre estamos en obras. Ser hombre es una decisión, siempre es un punto de partida para mejorar o empeorar.

Nicanor Parra dice– con la ironía que le distingue – que la labor del poeta consiste en superar la página en blanco. ¿Cuál es la misión del poeta según Santiago Sastre? Pero más importante que eso ¿Cuál es la misión del Santiago Sastre poeta?

La poesía más que verla como una misión la concibo como una necesidad que obedece a un don. Cuando la escribo intento que el que me lea se emocione, le diga algo, le salpique mi manera de ver las cosas. Es como si cada libro de poesía fuese una tienda de carbón y mi máxima aspiración fuera que todo aquel que entrase saliera con alguna manchita. Espero que en mis poemas algún lector pueda hallar una astilla de luz que le sirva para ver la luz con otros ojos.

Un lugar común es interrogar al artista sobre sus influencias e inspiraciones. Pero la pregunta por repetida no pierde importancia.  Especialmente porque eres de los poetas que cruza las fronteras que artificialmente se trazan en la cultura. Tus poemas aluden a películas, actores o figuras de artificio. Agradeces a filósofos, santos, músicos y colegas. ¿Quiénes son y han sido tu escuela, referente o iluminación?

En mi poesía vierto todas las cosas que me gustan. Sí, mis películas, mi música, mis lecturas, mi fe, mis obsesiones, mis ocurrencias, mis paisajes, etc. No tengo una escuela especial que me inspire. Pero muchas veces, en caso de sequía, acudo a la filosofía, a la espiritualidad (sobre todo la oriental) y a la literatura (con especial hincapié a los poetas de la llamada Generación del 27). Me gusta dejar todas mis referencias estéticas y culturales en mi poesía porque así se acercan a retratarme mejor, de forma más autobiográfica. Todas las referencias culturales (el Tao, el cine de Spielberg, la música de Paul Winter y Sinatra, las vidas de filósofos, el concepto de la nada, la pintura de Hopper, la pasión por los árboles…) son pistas que pueden ayudar también a los demás.

Antonio Machado escribe en Retrato: “Converso con el hombre que siempre va conmigo; quién habla solo, espera a hablar a Dios un día”.  ¿A quién le conversas en tus poemas? ¿A quién esperas hablarle algún día con tus versos?

El poeta lanza su poema como un náufrago envía su mensaje en una botella. No sabe bien a qué manos va a ir a parar. A él le preocupa conseguir la botella, escribir de forma legible el mensaje, decir dónde se encuentra y poner bien el corcho. Por decirlo de otra manera, me preocupa más la preparación del barco cuando está en el puerto. Después, cuando zarpa, ya no me pertenece su travesía, está en manos de los lectores, y puede haber tantos libros como lecturas.  La referencia de Machado a Dios la comparto. Yo soy creyente.  Un filósofo (Wittgenstein) dijo que uno no puede hablar consigo mismo porque no puede añadir una información que ya no sepa, de modo que el lenguaje necesita un tú, una otredad, un interlocutor, un Viernes (como le sucedió a Robinsón Crusoe). Pero después de tanto reflexionar y de tanto escarbar en el adentro no es difícil encontrar la huella de un Alguien (como en la esquinita de un cuadro está estampada la firma del autor). Al final uno se encuentra tarde o temprano con las grandes preguntas y tiene, de algún modo, que aprender a resolverlas o a convivir con su mordedura.

Aunque la literatura o las artes sean tu refugio, no has podido abandonar al Santiago profesor. Que poetas contemporáneos recomiendas como lectura obligatoria o libros de cabecera.

Tengo una especial preferencia por Machado, por Neruda, por Lorca (sobre todo su Poeta en Nueva York), por Luis Rosales y por el sacerdote José Luis Martín Descalzo. También sigo la poesía de Luis Alberto de Cuenca. Si cada poema fuera una hoja debería tener la fuerza suficiente para hablarme del bosque o del jardín del que procede. No me interesa la poesía banal, la intrascendente, la que enlaza palabras sin ton ni son y se queda en pura palabrería (que, desgraciadamente, tanto abunda). Eso sí, tengo predilección por el sentido del humor y el lenguaje cotidiano en los poemas.

Vicente Huidobro dijo una vez en una entrevista que “el verdadero artista era quien mejor baila con sus cadenas”.  Muchos quienes han estudiado Derecho lo han hecho como vocación secundaria. Sea por temor, conveniencia o prudencia, han postergado u ocultado más de alguna inclinación artística domiciliada tras los confines de la ley.  ¿Te atreverías a darles algún consejo? ¿Romper o bailar con las cadenas?

En la vida hay que aprender a bailar a veces con música que no te gusta y con el peso de las cadenas. Yo nunca he tenido una vocación por el estudio del Derecho. Luché por cultivar a toda costa mis grandes pasiones. Al final terminé en una rama jurídica relacionada con la filosofía (la Filosofía del Derecho) y, después de consolidar mi plaza en la universidad, he dedicado más tiempo a la literatura. Cualquiera debe empeñarse con pasión en hacer lo que le gusta pues sólo hay una vida como esta. Está en juego nada menos que una estrategia para alcanzar una razonable cuota de felicidad.

Finalmente, otro lugar común, pero de rigor. ¿Tienes algún proyecto en carpeta? Nos puedes adelantar algo?

En el 2014 se va a celebrar una efeméride muy importante en Toledo: el IV centenario de la muerte del pintor El Greco. Con ese motivo he acabado ahora un cuento infantil sobre el Greco que se titulará “El Greco y el amarillo gruñón” que saldrá a principios del año que viene. También tengo una segunda novela negra acabada y entregada al editor. Con un amigo escribí en el 2011 la novela “Mazapán amargo”, en la que un inspector llamado Martín Aldana debe resolver un asesinato (¡por cierto, estaría bien que se estudiaran novelas negras o policíacas en las facultades de Derecho para ver y analizar el Derecho de otra manera!). El año que viene saldrá la segunda de esa serie y tendrá por título “La última sombra del Greco”, que tiene como trasfondo el robo de obras de arte. Y, por último, ya tengo acabadas tres obras de teatro (que he escrito con otro amigo) que pronto verán la luz. El año que viene será mi estreno, por tanto, en dos géneros nuevos: el del teatro y el de una rama de la narrativa, el de la literatura infantil. En relación con la poesía, nunca dejo de escribir poemas. Estoy como el cazador de mariposas: siempre al acecho de un vuelo hermoso. Y cuando encuentro alguno dejo su rastro en un poema. Quizá el poeta sea eso: un buscador de rastros emocionantes que no puede atrapar del todo en la humilde redecilla de sus palabras.

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