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Daniel BartlettPor Daniel Bartlett Burguera.

Abogado especializado en Derecho Administrativo. Licenciado en Derecho por la Universidad Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona (España). Máster en Derecho Urbanístico, Inmobiliario, de la Edificación y Construcción por IDEC-UPF. Diplomado en Derecho Administrativo por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha trabajado en despachos de abogados, empresas y para la Administración Pública española. Actualmente se desempeña como investigador y coordinador en esta última universidad.

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La confianza es algo que va descubriéndose a medida que conoces a las personas. Comporta experimentar un estado de satisfacción que genera, paulatinamente, seguridad y cercanía.

La confianza puede tener múltiples manifestaciones en la vida cotidiana, desde aquélla que te pueda generar una persona, una situación, un producto o, inclusive, un estado emocional positivo, fruto de la confianza ajena o la que haya en uno mismo. De hecho, la propia palabra viene del latín «con» (junto, todo) y «fides», expresando algo parecido a la idea de “con toda fe”.

La confianza va formándose poco a poco –en la mayoría de las ocasiones– o bien, desde el momento inicial, en menos casos. Suele ir tejiéndose lentamente, desentrañando sus articulaciones e insertándose de forma progresiva en medio de una situación, entre una o varias personas, o bien de forma indeterminada en un lugar.

La confianza es aquella deseable compañera a la que todos esperamos con los brazos abiertos, anhelando que permanezca en nuestro entorno y no nos abandone. Su sola presencia nos hace sentir seguros, fuertes y con ánimo de querer avanzar. Ésta es como aquella madre que amamanta a su hijo, alimento que él aguarda sin que haya interés alguno por parte de su progenitora. Como aquel consumidor que busca la satisfacción de haber comprado un producto que cubra sus necesidades o como aquel paciente que espera ser atendido por su médico de cabecera y que mitigue sus dolencias.

En términos de justicia, la confianza siempre debiera ser un estándar. Es una sensación legítima de que las cosas funcionen o deban funcionar correctamente, en caso que hubiésemos obrado de la forma más objetivamente adecuada a las circunstancias respectivas.

La confianza es inocente, transparente y generosa. No entiende los engaños, la opacidad o la falta de consideración frente a aquél que respeta al otro y que se muestra abierto a la ayuda, comprensión y la fidelidad. Le resulta incómodo no sentirse correspondida, cuando ella lo da todo por mostrar sus buenas intenciones.

Ojalá nunca permitamos que ese halo de confianza rompiera en mil añicos, porque sólo con y en confianza podremos construir un mundo y un futuro mejor para todos.