La académica y abogada especializada en temas de Derechos de infancia, Ester Valenzuela Rivera, es categórica en señalar que la brecha de género se mantiene alta y es responsabilidad de todos -mujeres y hombres-, disminuirla. Si bien se ha avanzado mucho en estos años, en un comienzo, en gran parte del mundo -incluso el académico-, la presencia de mujeres obedecía a corrección política y a un “cuoteo” por cumplir: “Miro el pasado y es impresentable cómo aceptamos prestarnos muchas veces para ser la cuota, tal vez era la forma de ir ganando espacios, o bien estábamos acostumbradas a recibir lo mínimo”, señala.
Texto: Equipo LWYR.
Imágenes: Andrés Cabezas, para LWYR Magazine.
La deuda que teníamos con Ester Valenzuela Rivera -a quien sus compañeros, amigos y hasta los alumnos que la han conocido en su trayectoria académica cariñosamente la llaman Techi- era de años. Por un lado, su agenda como Directora de Escuela de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales por más de 15 años la tuvo tremendamente ocupada en la “operación diaria” del mundo universitario.
Hoy -como ella misma lo comenta en la entrevista-, está en un proceso de seguir en la academia y con proyectos interesantes con “Instituciones que trabajan en Sistemas de Justicia en la Región y en y otras que trabajan en la formación de abogados y abogadas”, siempre en el ámbito del Derecho de la Infancia, y empoderándose y visibilizando su trabajo con la seguridad que da la experiencia. “Las mujeres no sabemos lucir lo que hacemos (el llamado auto bombo) muchas veces nos da pudor, y no sabemos cómo, mientras que los hombres lo hacen magistralmente. No es una crítica a ellos, sino que simplemente una ‘auto barrera’ que muchas veces nos hemos impuesto”.
– Toda su vida académica ha estado vinculada en gran medida a la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, primero como alumna y luego como profesora y Directora de Escuela por 15 años. ¿Cómo ha sido el cambio del rol de las mujeres al interior de la vida universitaria en estos años donde ha sido una “espectadora protagonista”?
– Ha sido un arduo camino para las mujeres académicas el lograr un trato igualitario. Cuando asumí la Dirección de la Facultad el año 2003, la presencia de mujeres era significativamente menor. Se empezaron a incorporar mujeres respondiendo a los requerimientos de Instituciones Internacionales que entregaban fondos para estudios e investigación, por ejemplo la Fundación Ford y otras, que exigían mayor presencia femenina. Hasta hace poco nos invitaban muchas veces a paneles de seminarios, conversatorios, conferencias para cumplir con «la cuota de género». Por otro lado, las mujeres en la academia han cumplido roles vinculados a la gestión, porque lo hacemos bien, pero también porque la gestión, la coordinación son acciones despreciadas por los hombres en el mundo académico.
La asignación de tareas vinculadas a la gestión a las mujeres, sin duda ha dificultado la productividad intelectual, y esto ha repercutido en que, si uno revisa la cantidad de académicas titulares respecto a la cantidad de académicos en esta jerarquía, el porcentaje es inferior, ni siquiera alcanza el 30% del total. Otra cosa bien impresionante, que la vi hasta hace solo un par de años, son las diferencias en la remuneración. Académicos y académicas con doctorado en universidades de prestigio similar, con trayectorias profesionales similares, misma cantidad de publicaciones indexadas e investigaciones Fondecyt, etc., es decir, con trayectorias casi idénticas, tenían diferencias importantes de sueldos. Las mujeres ganaban menos, significativamente menos.
En esto último hay lecciones que aprender y creo que ha sido parte de cómo hemos sido educadas, lo que se traduce -por ejemplo- en que negociamos mal nuestros sueldos, nuestras condiciones laborales, nos avergüenza hablar de plata, especialmente a las mujeres de mi generación. En general nos conformamos con lo que nos ofrecen, siempre creemos que merecemos menos y, por tanto, agradecemos lo que se nos da. Esto debemos cambiarlo. Ojalá las nuevas generaciones no cometan nuestros errores.
Sin embargo, no podemos desconocer lo avanzado. Creo que los últimos años tenemos mayor conciencia y hemos comenzado a entender lo tremendamente injusto que ha sido la posición que hemos ocupado y que nos han hecho ocupar.
– En relación a las victorias conseguidas por las mujeres, se reconoce que obedecen a esfuerzos propios. Sin embargo ¿pueden los hombres –y particularmente los abogados- ser actores de este cambio? Hace un tiempo en LWYR –y en relación a la entrevista a cuatro abogados-, una estudiante consideró “irónico” que cuatro hombres opinen de feminismo. ¿Comparte esa postura?
– Para nada. Creo que si entendemos el feminismo como la defensa de la igualdad de derechos, la reivindicación y reconocimiento de los derechos de las mujeres, es necesario sumarse como sociedad, solo así podremos mejorar nuestra posición.
Si los hombres no pudieran ser parte de la defensa por la igualdad y de la consecución de derechos para las mujeres, caeríamos en la paradoja que cada uno de los grupos desaventajados o minorías debería reivindicar sus propios derechos, por ejemplo en la defensa de la igualdad y no discriminación de personas pertenecientes a las disidencias sexuales ¿Es razonable excluir a personas heterosexuales? Muchos de los logros de los distintos movimientos han sido posibles por el involucramiento de todos y todas. Es preciso comprender que se trata de temas que afectan valores sociales, principios democráticos, derechos fundamentales, como igualdad y no discriminación. Por supuesto el liderazgo debe ser de quienes son parte de las minorías. En el caso de la reivindicación de los derechos de la mujer, el liderazgo debe ser de las mujeres.
– A propósito de las luchas -pasadas y presentes- que han emprendido las mujeres, ¿considera correcto hablar del “movimiento feminista” o cree que existen muchas formas de feminismo, muy diferentes incluso unas de otras?
– Claramente no hay una sola forma de feminismo. Éste responde a temas culturales, generacionales. Las demandas, además, han ido mutando según los cambios sociales. Por lo tanto, el feminismo de la década de 1970 no es mismo que el de 1990 ni el de las actuales generaciones, porque -además- se han ganado espacios que antes eran impensables. Por supuesto falta, pero no podemos desconocer lo que se ha logrado.
– Por mucho tiempo los temas ligados al Derecho de Familia estuvieron vinculados a las mujeres. Abogadas son principalmente quienes han ocupado tribunales de familia, cursos de Derecho de Familia en las Universidades y forman gran parte de la doctrina ¿Considera que ha sido un sesgo?
– Sin duda, no es casualidad que los temas de familia hayan sido abordados desde distintas veredas, mayoritariamente por mujeres. Eso tiene que ver con que los llamados temas duros (Civil, Comercial, Penal), que estuvieron mayoritariamente colonizados por hombres. Y los temas que se estimaban de segunda categoría, como Derecho de Familia, Infancia, fueron quedando en las mujeres. El tratamiento, incluso de las grandes reformas, ha sido completamente distinto.
Cuando se instaló la Reforma Penal, desde lo presupuestario hasta la instalación (gradual) fue completamente distinta a la Reforma que hubo en Familia. Cuando se terminaron los tribunales de menores y se crearon los Tribunales de familia, su instalación no fue gradual. En materia presupuestaria hubo diferencias importantes. Todo esto es incomprensible. Si miramos el nivel de afectación de derechos en niños, niñas y adolescentes o el impacto que tienen las decisiones tanto en materia contenciosa como en protección en la vida de las personas, podríamos cuestionar que se trate de un Derecho (Derecho de Familia o Derecho de Infancia) de segunda categoría.
– Continuando con la pregunta anterior, ¿cree que ese sesgo de “temas de familia” ha cambiado con un nuevo concepto de “Derecho de la Infancia”? ¿Existe alguna diferencia entre ambas áreas o es simplemente una evolución de dicha rama del Derecho?
– El Derecho de Infancia es distinto al Derecho de Familia. Tanto la Convención Internacional sobre Derechos del Niño, como nuestra actual Ley de Garantía, plantean la exigencia de la especialización de jueces y profesionales que trabajen en esta área. Dicha especialización debe ser en derechos de infancia y adolescencia, no en familia, porque los contenidos son distintos, el abordaje es distinto, los principios fundamentales son distintos y, por supuesto, la normativa.
– En relación con este “Derecho de la Infancia”, el año pasado usted fue una de las editoras del libro “Familias, Infancia y Constitución” junto a los académicos Miguel Cillero y Juan Pablo González. Cuéntenos de ese proyecto y de todos quienes estuvieron involucrados en él.
– Fue una iniciativa del Instituto O´Neill de la Universidad de Georgetown. Me contactó Belén Saavedra, abogada chilena de gran trayectoria, quien actualmente vive en Washington y trabaja en esta universidad. EL objetivo era hacer un libro que abordara temas contingentes en relación al proceso Constitucional, que en ese momento se estaba llevando a cabo, y que fuese un aporte a las discusiones que estaban surgiendo. Fue así como desde la Fundación Iberoamericana de Derechos de Infancia y Familia (CIDENI) convocamos a autores nacionales e internacionales que pudiesen sumarse a esta reflexión conjunta. Nuestro propósito era precisamente gestar un libro que no sólo fuese un cúmulo de artículos, sino que respondiera a un proceso de creación colectiva. Fue así como realizamos tres coloquios de discusión de temas estructurales y luego de éstos surgieron los distintos capítulos sobre temas de derecho de familias y también de derechos de infancia. Creo que hoy, en este nuevo intento por escribir una nueva Constitución, este libro será un aporte significativo en el análisis.
– Cuéntenos en que está y cuáles son tus desafíos laborales en este 2023.
– A fines del 2022 renuncié al Centro Iberoamericano de Derechos de la niñez CIDENI, luego de más de cinco años como Directora Ejecutiva. Fue una gran experiencia y, sin duda, marcó una etapa importante de mi trayectoria. Sin embargo, uno va cerrando ciclos y mi decisión respondió precisamente a la necesidad de emprender nuevos desafíos.
Mis desafíos laborales son continuar como académica y Directora del Diplomado Derechos de Infancia y Adolescencia: Problemas y Desafíos, en la UDP. Vamos en la cuarta versión y ha sido muy valorado a nivel nacional. He recibido invitaciones a sumarme a Instituciones que trabajan en Sistemas de Justicia en la Región y otras que trabajan en la formación de abogados y abogadas. Actualmente estoy finalizando proyectos que asumí el año pasado y luego de eso (a partir de abril) optaré por el lugar que me permita continuar aportando y que responda a mis vocaciones y, sin duda, a lo que ha sido mi trayectoria.
Preguntas cortas
Una abogada a quien admire: Mi entrañable amiga Lidia Casas. Tenemos más de 30 años de amistad y he podido ser testigo de su invaluable aporte a los derechos humanos, especialmente los derechos de las mujeres de este país y también de la región.
Una profesora que la haya inspirado: En el pregrado casi no tuve profesoras. En Clínicas Jurídicas fui alumna de Mirta Ulloa, una gran docente con verdadero sentido social, que fue muy inspiradora en todo lo relacionado con Sistemas Alternativos de resolución de conflictos. Luego, en el posgrado, tuve a Cecilia Medina, quien marcó mi vocación por los derechos humanos, cuestión que luego derivó en los derechos de niños, niñas y adolescentes
Si pudiera invitar a cenar a una líder mundial, ¿a quién sería?: Varias, pero creo que partiría por Malala Yousafzai, Jacinda Ardern, Sanna Marin, y -por supuesto- Angela Merkel… El listado es largo.
Defina a las mujeres de su generación: Son muchas las palabras que nos definen, pero creo que hemos sido tremendamente fuertes y resilientes. Defina a la actual generación de mujeres: Consecuentes y exigentes.