Los millennials, la calidad de vida y las transformaciones políticas

Por Carolina Zamar Rabajille.

Abogada. Máster en Derecho de los Negocios Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. Profesora de Derecho Internacional Privado por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Profesora de Derecho Civil por la Universidad Gabriela Mistral y Autónoma de Chile. Miembro de la Asociación Chilena de Derecho Internacional Privado (ADIPRI). Miembro del Comité Técnico para la elaboración de Proyecto de Ley de Derecho Internacional Privado para Chile. Autora y coautora de artículos de opinión como de investigación jurídica en el ámbito nacional como internacional. Vicepresidente Metropolitano de Evópoli. 

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La nueva generaciones de jóvenes, denominados “millennials”, entendidos éstos como aquellos nacidos a partir de la década de 1980, que son digitales, hiperconectados y con altos valores sociales y éticos. Algunos son “hipsters” y otros son más del lado “mainstream”. Pueden abrazar nuevos valores y también ser fans de lo “vintage” y lo “retro”. Esta generación son el público que se resiste a las empresas, reta al sector bancario para que les conquiste, son creadores de contenido e influyentes entre su público, y se caracterizan por su gran capacidad de adaptarse a los cambios.

Lo más importante para ellos es su calidad de vida, entendida ésta como estados de ánimo que otorgan un poder de actuación y una sensación de vida positiva. Está relacionado con el sistema de valores, con el vínculo con los objetivos y expectativas. Implica componentes tales como la salud física, el estado psicológico, el nivel de independencia, las relaciones sociales y, por consiguiente, con el entorno.

La calidad de vida se vislumbra en distintas facetas: Individual, grupal y social.

La calidad de vida grupal, implica la satisfacción de necesidades comunes. Va ligado al acceso a ciertos bienes y servicios, al ejercicio de derechos definidos y al respeto de ciertos valores compartidos.

Por su parte, la calidad de vida social abarca a la sociedad toda. Es la capacidad que ésta tiene para cubrir sus necesidades con los recursos disponibles en un espacio y tiempo determinados.

De acuerdo al censo 2017, los millennials (población que actualmente tiene entre 20 y 39 años) son la generación más numerosa en Chile, pues alcanzan a 5.363.386 personas; y están generando profundas transformaciones en la estructura social, laboral y educacional del país.

El 52% de la fuerza laboral corresponde a este sector. Las empresas ya han empezado a comprender que deben adaptarse a esta nueva generación, que tiene aspiraciones distintas a las de sus padres y que priorizan la felicidad por sobre lo económico.

Esta realidad, evidentemente también se refleja en el ámbito político, en donde reclama una fuerte reformulación de sus estructuras tradicionales. Al mismo tiempo que formulan, como ya se señaló, nuevos valores, nuevos líderes, que significan un evidente choque con las estructuras tradicionales incapaces de adaptarse a la velocidad que esta generación demanda.

Es una generación políticamente independiente, no cree en los partidos (en su actual configuración), los considera parte del problema y no de la solución. El desánimo de los millennials encuentra una válvula de escape en la tecnología social, ya que se muestran optimistas cuando hablan del papel que las nuevas tecnologías pueden llegar a tener en la política. Usan Internet para informarse políticamente, para vigilar y monitorizar la actividad de sus representantes, para denunciar, debatir, en definitiva, para todo.

La tecnología ya no es una elección para la “nueva política”, sino que una obligación para interactuar con los ciudadanos, puesto que hoy se comunican, se organizan y actúan en red a través de los dispositivos móviles.

La generación millennials no tiene deudas históricas ni con la transición, ni con las instituciones.