“La Academia sólo tiene sentido en la medida que nos apoyamos en quienes nos precedieron y ayudamos a formar a quienes nos van a sustituir”

Así lo explica Mario Spangenberg, el actual Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Humanas de la Universidad Católica del Uruguay, quien es un convencido de que es la vida académica la que elige a los alumnos de Derecho que se dedican a ella, y no al revés.

Entrevista: Christian Vidal Beros, para LWYR.

Imágenes: Cedidas.

Mario Spangenberg lleva toda su vida profesional ligado a la academia. Hoy no sólo es Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Humanas de la Universidad Católica del Uruguay, sino que también es candidato a Doctor en Ciencias Jurídicas por la Pontificia Universidad Católica Argentina y es Doctor en Derecho por la Universidad Católica del Uruguay.

Se ha especializado en Derecho Penal como su principal área de investigación y desde esa posición analiza la actual formación que se les entrega a las nuevas generaciones de estudiantes de Derecho. Respecto de la labor de las universidades al momento de formar futuros abogados, es claro: “El verdadero desafío es que las universidades deben formar personas y no técnicos”.

– ¿Por qué Derecho, por qué una Universidad Católica en un país con profunda tradición laica y por qué la academia?

– La inquietud -quizás en ese momento aún no llegaba a vocación- por el Derecho es, principalmente, interés por lo humano, por la convivencia y por la justicia. En ese momento, y hasta el día de hoy, esa atracción por el Derecho también se acompaña por una fuerte inclinación a lo filosófico. En ese sentido, la Universidad Católica del Uruguay -que es abierta, inclusiva y plural- promueve en forma decidida la búsqueda del sentido y del propósito. Y ello se armonizaba -y se armoniza- mucho con lo que yo buscaba.  

En relación a la vida académica, como he dicho en más de una oportunidad, tengo la sensación de que lo elige a uno y no al revés. En ese sentido, puedo imaginar mi vida sin buena parte de las actividades cotidianas que realizo, pero me resulta imposible representármela sin la academia. 

– Como penalista, ¿considera que la facultad punitiva y sancionadora del Estado se ha exacerbado con las medidas adoptadas por los distintos países para afrontar la pandemia? En definitiva, ¿es de los creen que los Estados se han “aprovechado” de las restricciones o considera que fueron medidas drásticas, pero en aras del bien común?

– No me llevo muy bien con las generalizaciones y en este tema en particular creo que sería rotundamente equivocado poner a los distintos gobiernos “en la misma bolsa”. En los hechos, el tratamiento normativo que los Estados han dado a la pandemia ha sido un buen reflejo de las vocaciones de los distintos gobiernos. En un momento del mundo sin recetas, ni manual de instrucciones, hubo gobiernos que -aún cuidando la salud pública- procuraron mantener los mayores espacios de libertad ciudadana y otros, en cambio, que sacaron a relucir su mayor vocación dirigista.  

– Años dedicado a la docencia, ¿se notan las competencias de un alumno para litigar, investigar o dedicarse al Derecho Corporativo desde los inicios de la carrera?

– Aunque no son la mayoría, hay casos que son muy claros. Y esa chispa -o esa llama- genera en el profesor una satisfacción muy especial. En definitiva, la academia sólo tiene sentido en la medida que nos apoyamos en quienes nos precedieron y ayudamos a formar a quienes nos van a sustituir. También es cierto que el ejercicio de la profesión legal está en permanente transformación y eso exige una constante reconstrucción de competencias y habilidades.  

– Más allá de la presencialidad, virtualidad o modelo “híbrido”, ¿cómo cree que la pandemia cambiará la enseñanza del Derecho desde hoy al futuro?

– Más allá de algunas singularidades específicas del Derecho -que no son tantas-, estoy convencido que toda la enseñanza universitaria ha sido interpelada por la pandemia. En los hechos, durante décadas se vaticinó que la formación universitaria se dirigía a la hiperespecialización técnica en minúsculas y cada vez más atomizadas áreas del saber. En la actualidad, sin embargo, es claro que el modelo universitario primero debe formar ciudadanos, abiertos y tolerantes, con pensamiento crítico y reflexivo, capaces de buscar soluciones a problemas complejos y transversales. Y todo ello, con conciencia global y sentido de propósito de vida. El verdadero desafío es que las universidades deben formar personas y no técnicos. 

– Generación Millennial, #MeToo y otros movimientos sociales. ¿Es más difícil ser docente universitario en el año 2021?

– Para las nuevas generaciones el mero fundamento de la autoridad no reviste de ningún valor. Y eso, para muchos docentes, puede resultar francamente incómodo o difícil de manejar. Sin embargo, estas generaciones, una vez que se apropian del sentido y del valor de un tema o de una tarea, son capaces de dedicarle mucho más esfuerzo y energía del que nosotros le hubiéramos dedicado. Adicionalmente, estoy convencido que son generaciones muy ricas en cuanto al concepto de ciudadanía global y de responsabilidad por el otro. Ni que hablar de la creatividad. En otras palabras, se trata de estudiantes que exigen ser desafiados, en lo académico y en lo humano, y cuando el docente logra eso, es mágico.  

– En un mundo globalizado, ¿qué consejos les daría a los estudiantes de Derecho 2021 de Uruguay, Chile, España o de cualquier parte del mundo? En especial, algún consejo que nunca le hayan dado a usted.

– Que el Derecho ni es un fin en sí mismo, ni está dirigido hacia los abogados. El Derecho es un modo de procurar soluciones pacíficas y justas a los conflictos de las personas. Y por ello debe estar al servicio de los ciudadanos y de sus problemas reales. También les aconsejaría nutrirse de otras disciplinas que no sean jurídicas. Cuánto más sepa un abogado de filosofía, de arte o de tecnología, mejor abogado será. 

– ¿Volvería a optar por Derecho?

– Por supuesto.  

Preguntas cortas

– ¿Cuándo decidió estudiar Derecho?

– Aunque soy el primer abogado de mi familia, tengo la impresión de que las ganas de estudiar Derecho surgieron en mi niñez.  

– Un profesor que lo haya marcado.

– Muchos. En especial, los que entendieron que, para formar abogados, primero hay que formar personas. 

– Una abogada a quien admire.

– También muchas, pero hay una que está casada conmigo. 

– ¿Su deporte favorito?

– Tenis 

– ¿Un lugar a conocer post pandemia?

– Volver a Italia. 

– ¿Una película de abogados?

– Me quedo con un capítulo de Black Mirror sobre la pena, y Crimen y Castigo de Dostoievski.