Rompiendo prejuicios: Abogados opinan del feminismo

  • Nos encontramos frente a un “momentum” histórico: Tras años –y siglos– de silencio e invisibilidad, las mujeres han sacado la voz, han salido a las calles, han liderado un movimiento nacional. Y este movimiento en Chile nació desde las Facultades de Derecho. Frente a muchos prejuicios y críticas, decidimos preguntar a cuatro abogados –todos sobre los 40–, cómo ven, qué vieron y cómo se sienten frente a las voces feministas que exigen igualdad. Y, ¡ojo!, que las preguntas fueron formuladas por abogadas.

Texto: Christian Vidal Beros, para LWYR.

Preguntas: Ester Valenzuela, Bárbara Matamala, Daniela Moena y Catalina Ocaranza.

Producción: Luis Alberto Campos, para Paul Martin Shirts.

Agradecimientos: Restaurante Margó.

 

No es fácil convocar a cuatro abogados –hombres todos–, a que opinen del movimiento feminista. Más complicada se vuelve la tarea cuando decidimos que queremos contrastar la visión de abogados sobre 40 años, es decir, de aquellos que habiendo egresado hace más de 20 años, ven una realidad histórica actual muchas veces imposible de prever a fines del siglo XX.

Pero a todo lo anterior, consideramos de toda justicia que las preguntas se las formulen justamente abogadas –de distintas generaciones y universidades–, por lo que agradecemos a Ester Valenzuela, Bárbara Matamala, Daniela Moena y Catalina Ocaranza, quienes aceptaron participar como entrevistadoras.

Gracias a la invitación del restaurante Margó del Hotel W, los abogados José Ignacio Iturriaga (JI), Jaime García Solá (JG), Rodrigo Orlandi (RO) y Patricio Pohl (PP) conversaron del actual movimiento feminista, de la necesidad de igualar la cancha a nivel salarial y recordaron episodios vividos en sus años universitarios que hoy estarían, ciertamente, cuestionados.

Jaime García.

– ¿Cuál es su opinión sobre el movimiento feminista que ha nacido principalmente en las Facultades de Derecho del país?

(JG) Mi opinión es positiva, porque si existe la inquietud por parte de las mujeres tienen todo el derecho a expresarla y si como consecuencia de este movimiento mejora la convivencia, esto tendrá un efecto multiplicador en la sociedad que sólo puede traer buenos resultados.

(JI) Yo en lo personal creo en la igualdad y, por sobre todo, en el respeto, que comienza por el respeto hacia mi persona y hacia los demás. No creo en la guerra entre sexos ni en la odiosidad, creo en que todos, sin distinción de sexo, raza, etc. nos complementamos y necesitamos.

(RO) Me parece muy necesario. En lo personal me abrió los ojos totalmente. Es el reflejo de los nuevos tiempos y de los cambios que se vienen y que corresponden a la “igualdad- igualdad”, la verdadera, no la de papel.

(PP) Temo aparecer oportunista, pero debo decir que siempre he dicho que soy un fan de las mujeres, por su capacidad de enfrentar tantos o más desafíos que los hombres a diario y salir airosas. Me parece que las mujeres deben ser reconocidas por esta misma capacidad y por el aporte que realizan en cada ámbito en el que se desenvuelven. Si la sociedad requiere que exista un “movimiento” para lograr ese objetivo me parece excelente que uno de los lugares en que se propicie sea en nuestras Facultades.

– Considerando que todos salieron hace más de 20 años de la universidad, ¿fueron testigos de conductas discriminatorias, humillantes o de acoso en contra de compañeras de carrera?

(JG) Jamás fui testigo de conductas como las descritas en la pregunta.

(JI) Nunca fui testigo de maltrato ni acoso hacia una mujer, no lo habría tolerado. Tal vez, lo que mi época era un piropo sano, hoy sea mal considerado.

(RO) Si, fui testigo y muchas veces cómplice pasivo. Las bromas de los profesores frente a una falda corta o escote, la supuesta “falta de inteligencia femenina”. Es impresionante lo aceptado que aquello era por todos, nadie cuestionaba. Hoy, mirado desde esta nueva perspectiva, es inaceptable.

(PP) Lamentablemente recuerdo a profesores que no ocultaban su descaro al mirar a algunas de mis compañeras, aunque desconozco si llegaron a insinuarse directamente o si, en general, existió abuso o acoso hacia alguna de ellas; y ya que hemos escuchado algunas frases para el bronce estos últimos días recuerdo a un cura que en una clase de primer año, dirigiéndose a las mujeres, dijo “en estos tiempos lo único que queda virgen son los cassettes”, y varias compañeras le replicaron, se pararon y se fueron de la sala.

José Ignacio Iturriaga.

– Respecto de las denuncias contra el machismo universitario (acoso, maltrato) ¿creen que estuvo normalizado en el pasado?

(RO) Durante mis años universitarios, jamás escuché denuncias o reclamos contra el machismo universitario. Sencillamente, no existían esos términos.

(JG) Desde mi punto de vista y educación, jamás pudo estar normalizado. Lo que ocurre es que dicho tipo de conductas eran toleradas y muchas veces las victimas las sufrían en silencio sin hacer denuncias al efecto por temor a represalias o a que simplemente nos les creyeran.

(PP) Desconozco si en mis años universitarios existió alguna conducta de acoso o maltrato, aunque visto en retrospectiva quizá no le habría tomado su real peso en ese momento. Más que algo normalizado, me parece que se trataba de conductas que eran soportadas por las mujeres y que simplemente no se denunciaban, las mismas afectadas las ocultaban por vergüenza quizá, temor a represalias, sanciones sociales o a no ser reconocidas como la víctima, etc.

(JI) El hecho más violento que recuerdo fue en la semana «mechona» por parte de alumnos. Recuerdo bromas o comentarios “desatinados” de un solo profesor. En general los profesores eran muy respetuosos con las mujeres. Me atrevería a decir que hasta existía una discriminación positiva en algunos casos respecto de ellas. En general, los hombres respetábamos más a las mujeres.

– ¿Qué herramientas jurídicas –existentes o propuestas–, podrían evitar que estas conductas sigan perpetuándose en el tiempo?

(JI) Creo que la discriminación por sexos nos presenta una gran oportunidad para legislar hacia el futuro, evitando toda discriminación. Se debe partir por la Constitución y de ahí hacia abajo. Lo importante es que la normativa sea clara y busque el fin último del bienestar de todos.

(RO) No creo que la solución a estas conductas pase por un cuerpo normativo. Es un cambio cultural, anterior a la norma. Sin perjuicio de ello, ya existen en nuestro ordenamiento normas al respecto, como la ley Zamudio.

(JG) A mi parecer los protocolos que se están proponiendo y elaborando en las diferentes universidades, van a jugar un rol clave en el futuro para evitar este tipo de conductas. Y además por supuesto tendrán que elaborarse proyectos de ley al efecto.

(PP) Mucho se ha hablado de protocolos internos para abordar estos temas en las diversas instituciones, lo que me parece insuficiente y muy probablemente ineficaz. Me parece que eliminar las diferencias entre hombres y mujeres en la administración del patrimonio familiar es un avance, pero creo que es más oportuno y eficiente revisitar el contenido y los resultados del ejercicio de las acciones que el ordenamiento jurídico ya contempla. Dicho eso, si la revisión de las normas o nuevas herramientas jurídicas no llevan aparejado un ánimo de vivir y educar -a las nuevas generaciones- en un ambiente de respeto a la persona, cualquiera sea su naturaleza o condición sexual, muy probablemente perpetuaremos el modelo en el que vivimos.

Patricio Pohl.

– ¿Cuál creen que es el rol de los hombres –y concretamente de los abogados- en este movimiento feminista de denuncia?

(JG) Pienso que nuestro rol será apoyar a las mujeres en sus reivindicaciones y denuncias, y a la vez ayudar a plasmar sus intenciones y aspiraciones en los protocolos que se elaboren y en futuros proyectos de ley que se presenten.

(RO) Como hombres, lo que debemos hacer es darnos cuenta de lo errados que estábamos. Ese debe ser nuestro rol, y reparar lo que hemos hecho. Yo personalmente, he cometido muchos errores en el pasado. Debemos respetar a la mujer pues ser mujer hoy tiene una carga inimaginable. Lo veo en mi señora y lo hemos conversado. Ser mujer es muy difícil, no creo que ninguno de nosotros sepa lo que significa luchar el doble por conseguir lo que te propones, cumplir como madre, esposa, profesional, trabajadora, madre soltera o lo que sea. Todo se te cuestiona.

Como abogados, respetar la igualdad de derechos y deberes en el ejercicio de nuestra profesión, así sea respecto de clientes, colegas y cualquier otra persona con la que tengamos contacto debido a nuestro trabajo.

(JI) Me parece que, si se busca la igualdad, se debe dejar de separar entre hombres y mujeres. Todos debemos ser protegidos y proteger, sin distinción.

(PP) Los hombres debemos partir reconociendo y aceptando que no somos mejores que las mujeres simplemente por el hecho de ser hombres, y que nuestra naturaleza masculina no lleva implícita una facultad para desmerecer a una mujer, o abusar sicológica o físicamente de ellas. Asimismo, los abogados debiésemos estar más receptivos a reconocer las situaciones discriminatorias y dispuestos a no tolerarlas, a denunciarlas y a ofrecer amparo y ayuda a quien esté dispuesto a no callarlas.

– En lo concreto, -y considerando la igualdad como garantía constitucional-, ¿consideran que las brechas salariales atentan contra ese principio fundamental?

(RO) Absolutamente atentatorio. La brecha salarial no tiene sustento legal, más bien es económico, pero solo por una distorsión que nosotros los hombres hemos creado, consecuencia de nuestra errada percepción de los géneros.

(JI) La brecha salarial ante igualdad de capacidades y experiencia resulta injustificable.

(JG) Sí, por supuesto que atenta, pero no debemos perder de vista que siempre es necesario distinguir según las capacidades, calificaciones, productividad de las personas, sin importar si es hombre o mujer.

(PP) Sabemos que esta brecha es solo una muestra de desigualdad y como tal evidentemente atenta contra este derecho fundamental. Aunque se hagan esfuerzos en otros ámbitos me parece que el solo hecho de que esta diferencia salarial se perpetúe implicaría que no se ha logrado el reconocimiento que la mujer merece. De nada sirven las declaraciones ni las normas jurídicas si no somos capaces de reconocer que cualquier persona, hombre o mujer, con la misma capacidad intelectual o física, es apta para realizar el mismo tipo de trabajo y que no resiste análisis el retribuirlos de distinta forma.

Rodrigo Orlandi.

– ¿Qué herramientas jurídicas creen que sería óptimas para hacer exigible la igualdad salarial? ¿Basta con la normativa existente o se hace necesario legislar en materia laboral?

(JG) En mi opinión la normativa existente ha ayudado a mejorar las cosas en dicho sentido, pero obviamente no ha sido suficiente. En función de las estadísticas y estudios que han hecho tanto la Dirección del Trabajo, como el Ministerio del Trabajo y Previsión Social y otras instituciones, se deberán hacer las modificaciones legales que permitan avanzar hacia la igualdad salarial.

(JI) Es necesaria una normativa complementaria estableciendo sanciones reales e importantes y parámetros claros de aplicación, que no permitan equívocos. Lo anterior, complementado con una eficiente fiscalización.

(RO) Existe normativa expresa en nuestra legislación laboral y en el Estatuto Administrativo. Sin embargo, todos sabemos que hoy en día sigue existiendo discriminación en la remuneración, y que, en algunas empresas, la no existencia de discriminación es casi un eslogan para atraer talento femenino. Eso no debiera ser así. Ya hay países que erradicaron en un 100% la brecha salarial, como Islandia, donde la diferencia salarial ante un mismo cargo es derechamente ilegal. Hacia allá debemos apuntar.

(PP) El Código del Trabajo obliga al empleador a dar cumplimiento al principio de igualdad de remuneraciones entre hombres y mujeres, y ampara al trabajador con el procedimiento de reclamación del Reglamento Interno y luego con acciones judiciales ante los Tribunales. En mi opinión más que otras herramientas jurídicas lo que necesitamos es que las existentes sean eficaces, que los empleadores, la judicatura, las autoridades en general, les reconozcan su valor y el mérito que tienen y hagan sus mejores esfuerzos porque se obtenga el resultado esperado, protegiendo la dignidad de la mujer si se ve menoscabada.