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“Tosca” de Puccini en el MET

Daniel_Moira_NEWSPor Moira Nakousi.

Médico psiquiatra y psiquiatra clínica. Ex miembro del Consejo de Calificación Cinematográfica. Investigadora de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Por Daniel Soto Muñoz.

Abogado, especializado en políticas públicas de seguridad y derechos humanos. Coautor junto a Moira Nakousi de “Cine y casos de negocios. Una mirada multidisciplinaria” (Universidad Adolfo Ibañez – Ril Editores, 2014) y “Cine y criminalidad organizada. Una mirada multidisciplinaria” (Cuarto Propio, 2012).

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La matiné de “Tosca” en el Metropolitan Opera House (MET), de Nueva York, del sábado 14 de noviembre de 2015 fue precedida por un sobrecogedor homenaje a las víctimas del atentado de París del día anterior. Bajo la dirección de Plácido Domingo, el elenco completo, junto al público que repletaba la sala, cantó de pie una emotiva “Marseillaise” en solidaridad con el pueblo de Francia.

Tras la ovación al himno francés, y sin preámbulos, un figurativo cañonazo proveniente del Castell Sant’Angelo dio inicio al primer acto de “Tosca”. Este estruendo revela la fuga de Angelotti, y sus ecos –traducidos en “leitmotiv”– destacan la perturbadora presencia del jefe de la policía de Roma a lo largo de toda la trama. La historia se centra precisamente en las intrigas y villanías del barón Vitellio Scarpia, que truncan el romance de la cantante Floria Tosca con el pintor Mario Cavaradossi.

La producción del recientemente fallecido Luc Bondy (1948 – 2015) destaca las pasiones del argumento utilizando decorados sobrios (a cargo de Richard Peduzzi), usando ropajes tradicionales (diseñados por Milena Canonero), con una dirección escénica que enfatiza las contradicciones de los personajes (de Paula Williams) y empleando una iluminación que acentúa los claroscuros del drama (del iluminista Max Keller).

Del primer acto, que se desarrolla en la Iglesia de Sant’Andrea della Valle, destacan la originalidad del ingreso de Cesare Angelotti, quien se desmonta desde una ventana colgado de una soga; y la escena del tedeum, con una impresionante procesión junto a un lascivo Scarpia, que termina admirando demasiado sugerentemente a la figura de la virgen del altar. En el segundo acto, en el despacho de Scarpia, situado en un subsuelo del Palazzo Farnese, se denuncia la torcida relación de Scarpia con los placeres y el abuso al mostrar el final de una noche orgiástica y, a continuación, una bien lograda escena de tortura al inclaudicable Cavaradossi. En el tercer acto, en la prisión del Castel Sant’Angelo, una original perspectiva de las murallas con el río de protagonista, ofrece un escenario dramático y conmovedor para el final de la obra.

Tosca” (1900) está basada en la obra de teatro de igual nombre de Victorien Sardou y su libreto fue elaborado por dos famosos colaboradores de Puccini, Giuseppe Giacosa (responsable de la historia) y Luigi Illica (encargado del texto), quienes también participaron en “La Boheme” (1896) y “Madama Butterfly” (1904). La ópera se convirtió en un éxito desde su estreno y actualmente es considerada uno de los mejores ejemplos del estilo “verista”, al integrar elementos realistas como lamentos, sonidos de campanas y órganos, cantos bucólicos, reproducción de música de principios de siglo XIX, arias cortas, y el uso de expresiones habladas en vez de canto. Los protagonistas –poco convencionales para la época, como artistas y funcionarios públicos corruptos–, la ubicación geográfica, sus escenarios específicos (una iglesia, un palacio y un castillo), un desarrollo casi “en tiempo real” y una partitura innovadora, elevaron a “Tosca” al primer peldaño de la emoción “verista”.

Las mejores interpretaciones de esta función fueron las de Tosca y el Sacristán. El papel protagónico fue interpretado por la soprano ucraniana Oksana Dyka, quien vocalmente logró encarnar el heroísmo del personaje, a pesar de una errática dirección de escena, conmoviendo con su ingreso triunfal a la iglesia en el Acto I (“Mario, Mario, Mario”), en su lucha a muerte con Scarpia en el Acto II (“Visi d’arte”) y con la despedida de Mario Cavaradossi en el Acto III (“Senti, L’ora e vicina”). El bajo barítono estadounidense John del Carlo interpretó un estupendo Sacristán, un papel que, bien ejecutado, sobresale acompañando a Cavaradossi con frases imborrables como “Scherza coi fanti e lascia stare i santi” y revelando indiscretamente pistas al siniestro jefe de policía (¿“Nella cappella? Non nea vea la chiave”). Muy interesantes resultaron también papeles secundarios interpretados por artistas como el bajo estadounidense Richard Bernstein en el rol de Angelotti, el tenor puertorriqueño Eduardo Valdés como Spoletta, el niño soprano Daniel Katzman como el Pastorcito que canta “Io de sospiri” al amanecer del Acto III, y el bajo barítono estadounidense Tyler Simpson como el Carcelero (“Mario Cavaradossi?… a voi”).

El rol de Mario Cavaradossi fue interpretado correctamente por el tenor italiano Marcello Giordani, quien sacó aplausos con su interpretación de “E lucevan le stelle” en el Acto III, luciéndose también en los duetos gracias a la compañía de Oksana Dyka. El bajo barítono estadounidense James Morris desempeñó un papel discreto como Scarpia, encontrándose al final de una larga carrera operática que comenzara en los años setenta y que lo llevara a la fama como Wotán en el ciclo del Nibelungo de Wagner. En la actualidad, aunque mantiene su presencia escénica, Morris tiene una voz opaca y un volumen de voz escaso, que resulta casi inaudible en la escena del tedeum.

La conducción musical de la Metropolitan Opera Orchestra estuvo a cargo del afamado tenor y director español Plácido Domingo, quien supo mantener la tensión electrizante de una partitura que está plagada de grandilocuencias y sutilezas. La batuta de Domingo destacó tanto las delicadezas de la música de Puccini como las voces de los solistas, dando un muy buen marco de sonoridad al coro (dirigido por Donald Palumbo).

Ver la “Tosca” de Puccini en el MET de Nueva York y dirigida por Plácido Domingo, resulta una experiencia imborrable. Es uno de los mejores teatros de ópera del mundo. Aloja una de las salas más amplias que existen (con 3.800 butacas), reproduce un sonido perfecto y tiene una visibilidad impecable desde todos los ángulos. Sus producciones se caracterizan por su prolijidad y por marcar tendencias, pero, sobre todo, porque sus cuerpos estables integran a estrellas de nivel internacional.