Por J. Ignacio Núñez Leiva

Abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Post Graduado en Derecho y especialista en Constitucionalismo y Garantísmo (2009) y en Justicia Constitucional (2012) por la U. de Castilla La Mancha. Magíster en Derecho Público de la P. U Católica de Chile. Diploma de Estudios Avanzados (DEA) y Candidato a Doctor en Derecho, U. de Castilla La Mancha.

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Por Denisse Hernández

Investigadora colaboradora de la Universidad Finis Terrae.

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En 1998, la película “The Truman Show” nos anticipaba las consecuencias de la telerrealidad, esa transmisión en directo de vidas artificiales. Pero esa tremenda película se ha quedado corta en el siglo XXI. Los reality shows ya no son maquetas orquestadas por algún Gepetto. Son transmisiones en directo, sin ética, de tragedias experimentadas por personas que nunca han deseado ser parte de un espectáculo. Pero peor que la falta de ética es la banalización de comportamientos que producen esta clase de transmisiones: las engullimos sin masticar, pensando que lo exhibido es lo normal. Eso es lo que ha acontecido con el juicio desarrollado por el crimen que sufrió Nabila Rifo.

Después de este espectáculo difundido sin filtro, ¿Cómo podemos esperar que las víctimas de violencia de género efectúen las denuncias correspondientes, luego de la intimidación, invasión y el machismo observado en este juicio? ¿Cómo incentivamos a las mujeres violentadas a continuar con el procedimiento judicial dado que para el tribunal y la defensa era relevante la vida sexual de la víctima? ¿Cómo, después de que los medios divulguen sin ninguna clase de juicio crítico episodios de esta tragedia, cual novela, sin pronunciar ningún juicio de valor respecto de lo acontecido?

Lamentablemente hoy el proceso de denuncia por violencia de género sigue siendo ineficaz, ya que es necesario realizar una constancia ante el servicio de salud para luego ser llevado ante la policía, lo que no asegura una protección eficaz a la víctima, ni mucho menos medidas prontas para alejarse de su agresor. Todo debe ser conocido posteriormente en los tribunales de familia o la fiscalía dependiendo del riesgo. (Sin perjuicio de las potestades de los tribunales que ante la avalancha de casos se ven avasallados). Pero todos sabemos de la demora en la adopción de medidas en causas de este tipo, cuestión que complota en contra de la protección de las mujeres víctimas de violencia.

A este escenario se adhiere lo sucedido estas últimas semanas con el juicio de Nabila Rifo, donde se ha hablado por todos los medios de su vida sexual, social, familiar y educacional, cómo si aquello fuere relevante para determinar su condición de víctima o la culpabilidad del imputado. Una cosa es la presunción de inocencia que a todos nos asiste, pero otra muy diferente es que canales de televisión divulguen sin freno informes ginecológicos o que abogados defensores interroguen a la víctima sobre sus preferencias íntimas. De la misma forma en que algunos hoy endosan la responsabilidad de la agresión sufrida a las mujeres porque vestían muy provocativas ¿Cuántos abogados se atreverían a preguntar a la víctima de un “portonazo”: por qué tiene usted un auto tan lujoso que tienta a los ladrones?

Todo esto tiene como consecuencia directa el desincentivo de otras mujeres que hoy viven una realidad parecida a la de Nabila, que viven un sometimiento económico y sicológico con sus parejas. Lejos de dejar una enseñanza, este show sólo provoca que sigan guardando silencio para no enfrentar la revictimización a que someten los medios de comunicación, las repercusiones de familiares o de su agresor, en fin la complicidad del sistema y de todos nosotros.

En lo que va del año, ya son 22 los femicidios en nuestro país. Es fundamental que nuestras prácticas se encaminen a terminar con estos factores que provocan el silencio y la abstención de denuncia de las mujeres violentadas. Es necesario que como sociedad respetemos los procesos judiciales otorguemos protección a la intimidad de la víctima en un escenario de violencia donde –lamentablemente– suelen ser la mujer y sus hij@s l@s más perjudicad@s, que acabemos con las justificaciones machistas de violencia y que terminemos de una vez por todas con las desigualdades de género, con los estereotipos, con los príncipes y las princesas, con los machos y las meretrices, con la violencia directa y simbólica en contra de las mujeres, pues no debemos tolerar #NiUnaMenos.