Términos y condiciones: ¿Alguien los lee?

Por María Trinidad Moran Herrera.

Abogada por la Universidad Adolfo Ibáñez. Máster en derecho digital y nuevas tecnologías por la Universidad de Salamanca, España. Actualmente legal counsel en temas de tecnología y privacidad para estudios jurídicos y empresas. Co fundadora de Visa and Go. 

Son tiempos de cambio, de eso qué duda cabe. Hace un par de años atrás, viendo la serie Years and Years de HBO, quedé impactada en como su director nos mostraba un futuro no muy lejano, en el cual predominaban gobernantes populistas, migrantes ucranianos escapando del conflicto y, por supuesto, el ya conocido metaverso.

Esta serie mostraba como en un mundo plenamente digitalizado como el nuestro, la tecnología no sólo estaba en el centro de la toma de decisiones, sino que la misma se había transformado en la nueva realidad.

Esta nueva realidad (concepto que acuñamos en pandemia) trae aparejada grandes ventajas para quienes pueden acceder a ella, pero también trae como desventaja -entre otras cosas- nuevos peligros y amenazas, como son el ciber crimen, la vulneración de derechos a través de medios digitales y, por supuesto, la pérdida de privacidad, voluntaria o involuntariamente.

El 24 de diciembre del 2021 se publicó una reforma a la ley 19.496 sobre protección de derechos del consumidor, conocida como la ley pro-consumidor. Entre sus novedades se encuentran la extensión de la garantía legal, nuevas atribuciones al SERNAC en materia de protección de datos personales, nuevas obligaciones y derechos en materia de comercio electrónico, que traen consecuencias directas para la industria aeronáutica, inmobiliaria, automotriz y, por supuesto, al retail.

Esta nueva ley hace referencia a las cláusulas abusivas en los contratos de adhesión, los famosos términos y condiciones, y con ello a las políticas de privacidad, o más conocidas como el clásico “copy paste” por parte de los proveedores y el clásico “acepto los términos y condiciones” por parte de los consumidores.

Si nos preguntamos en forma honesta cuántas veces hemos leído los términos y condiciones de los contratos que celebramos a diario por cada compra que realizamos en línea, creo no equivocarme que la respuesta sería ninguna o, para no ser tan drástica, casi nunca.

Y la verdad de las cosas es que pareciera que los proveedores de servicios hicieran que estos términos y condiciones fueran casi ilegibles, casi podría llegar a entenderse que mientras mas complicado es el lenguaje, mas tedioso es el texto (que en algunos casos llega a tener varias páginas) es mejor.

Pero, ¿qué hay detrás de todo esto? ¿Hay una intención dolosa de que no entendamos lo que firmamos? ¿Los proveedores de servicios venden nuestra información a terceros? Puede que haya algo de verdad, o la hay en muchos casos, pero lo más probable es que muchos comercios ni siquiera le hayan puesto cabeza a esta parte de su página web (que normalmente se encuentra pérdida al final del sitio), que no le hayan tomado el peso a lo que están publicando, ni la importancia que se merece o, que en último término, le hayan encargado este ítem al diseñador web más que a un abogado.

 Si lo pensamos bien, los términos y condiciones son nuestra manera de relacionarnos con el cliente final. No sólo es el contrato que celebramos con ellos, sino que responden a cómo queremos ser percibidos como empresa y como marca en una sociedad que, cada vez más, exige mayor responsabilidad a las empresas, no solo contractual, sino que también social, ambiental e, incluso, moral.

¿Y que queda para nosotros los consumidores? ¿Simplemente firmar y atenernos con el clásico “acepto” para que la ventanita pop up deje de aparecer y podamos comprar lo que estamos buscando? ¿O podemos tener una responsabilidad y un rol mas activo y consiente en nuestro acto de compra? Definitivamente son responsabilidades compartidas, de eso no cabe duda. Pero por más leyes que cambien y otorguen nuevos derechos y nuevas facultades a organismos fiscalizadores, si no hacemos de la compra un acto consiente en todo el sentido de la palabra, este fenómeno no se detendrá. Los cambios son principalmente culturales más que legales y como consumidores inmersos en esta nueva realidad digitalizada, en la que difícilmente haya vuelta atrás, debemos ser protagonistas y no meros espectadores.