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Günther Guzmán

Por Günther Guzmán Tacla

Abogado de la U. de Chile. Ha participado en numerosos talles literarios, tales como los de Cecilia Casanova, Diamela Eltit, entre otros. En 1998 recibió la Beca Academia Municipalidad de Las Condes consistente en un taller de narrativa con Carlos Franz. En 1995 publicó el libro de cuentos Malsana Facilidad (Asterión,1995). En el año 2009, publicó Tragna, su primera novela.

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Esta historia es una fantasía, una fantasía histórica como me gusta definirla, situada en un tiempo indeterminado, un momento de una civilización, pero no es cualquier momento, es el momento del quiebre, del colapso, ese momento extraño que parece pasar desapercibido, en que pese a los sucesos terribles se tiene la esperanza que todo volverá a ser como antes o tal vez mejor, la promesa de la restauración o del triunfo, pero ella nos es posible.

Este es un mundo lejano, un espejo, un retrato, nuestro propio mundo reflejado en una ficción, en la libertad de la ficción que no debe conocer límites de tiempo y espacio. Un intento de  dar el alerta, seguramente tardío, frente al riesgo de perder nuestra propia clarividencia, a quedar desamparados  rodeados de espectaculares ruinas, presos de un “Canon” al que amamos pero que inevitablemente debemos traicionar por ser el origen de nuestra cárcel. Para mí Tragna fue una búsqueda, una interrogación con muchas preguntas: ¿Cuándo y cómo se produce ese desapego por lo que nos parece valioso y bello? ¿Por qué cambia el corazón del hombre abandonando a dioses y héroes? ¿Cómo mutan los sentimientos? ¿Cuál es el papel que juega la traición? ¿Qué es la traición? ¿Es acaso inevitable? La traición, parece finalmente como  condición necesaria del movimiento, algo debe romperse, algo debe entregarse para que la existencia siga fluyendo, negarse un estado estimado valioso para poder modificar la realidad, una realidad que ya no nos satisface, traje que nos queda pequeño y nos incomoda, nos estorba. La ruptura para replantear el juego, como el niño que finalmente debe destruir el castillo de arena que le ha tomado horas construir, el placer de iniciar todo de nuevo, por volver a redefinirlo todo cambiando el sentido del mundo. Ese es, me parece, un secreto anhelo que se manifiesta en esta novela. Romper el eje alrededor del cual gira este bucle inmenso y complejo que he llamado Helonia.

El protagonista es Terio, un enano, un “monstruo”-como no dudan en calificarlo sus contemporáneo- un ser marginal y degrado a la calidad de cosa, un esclavo  cuyo condición se ve mitigada y definitivamente superada por su inteligencia y sus aptitudes para la intriga.  No obstante, el amor que  profesa a su amo, Teodomos, es su salvación y su condena, el origen – y razón- de sus acciones y que desencadenará su propia y pequeña tragedia. Terio vive una profunda contradicción marcada por un lado, por su deformidad, y por el otro, el Canon, aquella medida de perfección que rige en Helonia, ello llevará el estigma de su incapacidad para aceptar el mundo y que lo acepte. No obstante Terio, no es el único es sólo uno más de los personajes que viven en Helonia, que emergen en Tragna.

Helonia es el marco, el lugar real e imaginario a la vez donde se desarrollan las (H)historias,  una civilización -con sus miserias y grandezas-  ya madura y consolidada, con un largo pasado histórico y mítico, llena de logros y aún sin suficientes fracasos que la hagan dudar de sí misma. En Tragna, este mundo se enfrenta nuevamente a un tradicional desafío, aquel que nunca ha podido resolver adecuadamente. Esta vez es otra guerra más de las innumerables que ha debido afrontar, pero ahora todas las apuestas fracasan, ahora se produce el quiebre, el golpe que rasga el sólido cimiento donde se ha apoyado este mundo y por donde lentamente se le irá la vida. Traicionándose a sí misma, Helonia colapsa e inicia el lento camino a la decadencia y la disolución.  Es un proceso largo pero inevitable, casi imperceptible en el momento que ocurre, todo volverá a ser como era antes, la promesa de la restauración, pero, como ya dije,  ella no es posible.

El mundo es una visión, una medida y una definición y sobre ella se construye todo lo demás, se dibuja y desdibuja al son de las necesidades de los hombres y por siglos parecemos conformarnos con ella, con sus ajustes, sus modificaciones, pero siempre teniendo en vista esa figura final, la secreta medida, el Canon. No obstante, el Canon siempre nos margina, nos excluye y nos mutila, nos deja al margen porque no es humano, es sobrehumano a pesar de ser la medida a la cual debemos ajustarnos. Súbitamente descubrimos que ya no formamos parte de él, que ya no responde a nuestras necesidades, que las estorba, que es el obstáculo para cumplir nuestros sueños desde los más elementales a los más sofisticados. Hay que abandonarlo, destruirlo, traicionarlo, pese al amor que le profesamos, debemos dejarlo de lado porque finalmente, es la valla que nos limita y destruye, el fardo que ya es sólo una carga molesta.

La Tragna es el acaso, los golpes de suerte, buena o mala, lo inesperado que gira y moldea nuestra vida, lo imponderable que juega con nosotros una apuesta ciega alterándolo todo. En medio de esa vorágine construimos el Canon dispuestos a darnos un refugio, una reglas ciertas e inmutables, las que tarde o temprano deberán ser traicionadas por el juego inevitable entre el azar  y nuestras propias acciones.

Pero la historia es más que  la Historia, la gran línea está compuesta de miles, millones, de pequeñas historias, detrás de ella están los hombres y su quehacer cotidiano que van labrando el camino por donde pasa el enorme carro vistoso que será descrito e inscrito en  solemnes volúmenes. Es en este plano donde finalmente se encarna y se hace real el devenir, es en el corazón de los hombres donde se hace real la traición, el desapego, el abandono, donde realmente suceden los hechos; dos grandes líneas, dos grandes corrientes alimentándose una de la otra. Esa es la historia de Terio y Teodomos, sus pasiones, sus miedos, sus odios y virtudes, su deambular por la geografía de Helonia y sus ciudades,   construyendo el gran entramado que los envuelve   y determinado, sin querer, el destino de su mundo. “Pero para quien no es dios, es imposible narrarlo todo” sentenció Homero, consiente de su limitación, consiente que es imposible incluir toda la realidad en el relato  y esta novela, Tragna, intenta reflejar este juego de planos entrecruzados, buscando aproximarse a un principio de  respuesta  a las extrañas preguntas planteadas al iniciar este texto.

Un comentario

  1. Yo leí tragna, me encanto se las recomiendo felicidades al autor por trasladarnos a ese mundo maravilloso llamado Helonia.

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