Renacimiento: abandono del anonimato y puesta en valor de la paternidad de la obra

Por Erika Isler Soto.

Académica de la Universidad de Talca.

No sólo la delimitación y determinación de la autoría de una práctica sensible, sino que también la relevancia que se le otorgue y las consecuencias que se hagan derivar de ella, dependerán del espacio y momento histórico y cultural en el cual se desenvuelve. Así, por ejemplo, sociedades más individualistas y mercantilistas tenderán a una identificación más precisa del artífice -conducen a monopolios de distribución y difusión (Art. 1 Ley 17.336)- en tanto que en comunidades más cercanas a la supra individualidad (por ejemplo, gesamte Hand), la paternidad se diluirá con más facilidad.

¿Qué ocurre en período conocido como “Renacimiento”?

Se atribuye al arquitecto, pintor e historiador del arte –la distinción en todo caso obedece a una construcción posterior- italiano Giorgio Vasari, la invocación primera de la noción Rinascita[1] (Renacimiento) para referirse a corrientes renovadoras de la ciencia, la cultura y las prácticas sensibles –luego delimitarán las “bellas artes”- que concurrían tras períodos considerados como ausentes de clasicismo[2].

Con posterioridad, la modernidad delimitará este “Renacimiento” en particular, diferenciándolo de otros anteriores, para referirse a aquel que tuvo lugar en los siglos XV y XVI, y en oposición de la Edad Media. Jules Michelet así lo denominará “La Renaissance” (1879): “Lo describió como el fin de la Edad Media, el comienzo de la mundialización, un paso al mundo moderno y el retorno al paganismo, la sensualidad y la libertad”[3].

Con todo, del texto “Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos” (“Le vite de’ più eccellenti pittori, scultori e architettori”, 1550, 1568) del mencionado Vasari, se desprende que nos encontramos frente a un personaje que curiosamente se reconoce como parte integrante de una dimensión epocal mientras ella ocurría, en circunstancias de que la formulación de compartimientos culturales suele realizarse en la mayoría de los casos, de manera muy posterior al momento en que se desarrollan[4].

Asimismo, el texto, aunque contiene algunos antecedentes erróneos, ostenta además el mérito de introducir a la disciplina de la Historia del Arte, y relevar figuras de artífices a quienes ya les reconocía una paternidad. En efecto sus páginas no sólo otorgan al lector antecedentes y anécdotas referentes a la vida del pintor, escultor o arquitecto, sino que también los vinculan con algunas prácticas sensibles concretas como desprendidas de su personalidad. 

Por otra parte, tanto el contexto histórico como ideológico en el cual tiene lugar el proceso de creación contribuye al enaltecimiento del artista y al abandono del anonimato[5].

En efecto, el teocentrismo de la época anterior, había sido reemplazado por un humanismo que sitúa al individuo como elemento determinante de la ciencia, la cultura, las artes y la economía. Montes de Ocas Navas, explica: “Los hombres de los siglos XV y XVI ponen sus esperanzas más en ellos mismos que en Dios; pero como un hombre nuevo, renacido. Los renacentistas son humanistas, tienen confianza en el poder de la razón al servicio de la ciencia y la técnica”[6].

Brunelleschi (1377-1446) así es identificado como el arquitecto de la Catedral de Florencia (Santa Maria del Fiore), situación muy distinta de la que se presentaba respecto de las primeras iglesias cristianas (incluso muchas románicas y hasta góticas), cuya construcción lenta y comunitaria dificultaba su atribución  a un individuo en particular.

No debemos olvidar tampoco que tanto en el Quattrocento como el Cinquecento los mercaderes y la burguesía cobraron una especial relevancia en la sociedad florentina y veneciana, motivada en gran parte por la apertura, exploración y consolidación de rutas comerciales marítimas. Así, “[se] vive en un mundo donde aparecen los burgueses, habitantes de los burgos, convertidos en capitalistas banqueros (como lo fueron los Médicis en Florencia), y tienen tal poder que reyes y papas dependen de ellos, o ellos mismos ocupan estos cargos. El comercio se ‘globaliza’ gracias, especialmente, al descubrimiento de ‘tierras nuevas’, como lo hecho por España y Portugal en América.[7].

En este contexto, el financiamiento del artista por mecenas y clero se encontraba muy cercano a la necesidad de ser reconocido como el autor a ser favorecido por una retribución económica –recordemos que la paternidad conduce a los derechos patrimoniales-. Con todo, explica Hauser, que en esta época, la adquisición de obras sustentada sobre la base de la oferta y la demanda es aún poco frecuente, situándose este intercambio en los servicios permanentes o bien específicamente delimitados[8]. No obstante, esta fase constituyó el antecedente del mercado del arte y la especulación, que se va a delimitar más claramente a partir del siglo XVI, a la manera de una incipiente relación de consumo[9].

Los gremios por su parte, que durante la edad media ostentaron verdaderos monopolios de desarrollo de industrias determinadas[10], comenzaron lentamente a decaer, a la vez que la libertad de creación y producción se iba progresivamente enalteciendo. Así explica Shiner: “un grupo de pintores y escultores florentinos liderados por Giorgio Vasari fundaron una academia de dibujo- en 1563, y establecieron que sus miembros quedaban exentos de toda regla gremial para hacer hincapié en que así alcanzaban el estatus de artes liberales”[11].

No obstante, si la figura del artista se engrandecía, ello no implicó que el proceso de creación siempre fuera individual, desde que él mismo –el “maestro”- formaba igualmente talleres. En ese sentido relata Gombrich respecto del siglo XV: “Por entonces no existían escuelas de arte en las que los jóvenes estudiantes siguieran cursos. Si un muchacho decidía que le gustaría llegar a ser pintor, su padre le colocaba de aprendiz desde muy corta edad en casa de uno de los principales maestros de la ciudad”[12]. Así por ejemplo, en la pintura de las estancias vaticanas (de la Signatura, de Heliodoro, del Incendio del Borgo y de Constantino), intervinieron tanto el propio Rafael como sus discípulos.

Este fenómeno no será extraño a América: aunque en épocas un poco posteriores, se diluirá también la autoría en las creaciones de las escuelas Quiteña y Cuzqueña.

Bibliografía.

– Anderson, Perry (1998) El Estado absolutista (México, Siglo Veintiuno Editores).

– Freitag, Vanessa (2015) “La invención del arte: Una historia cultural (reseña)”, Alteridades Vol.25 N° 49 pp.129-133.

– Gombrich, E.H. (2015) La historia del arte (Londres-Nueva York, Phaidon).

– Hauser, Arnold. (1977) Sociología del arte (Barcelona, Labor).

– Horcajo Palomero, Natalia (1997) “El orfebre y el joyero del Renacimiento”, Espacio, Tiempo y Forma Serie VII Tomo 10, pp. 133-160.

– Juárez Valero, E. (2012) “Secreto y monopolio En Venecia: El gremio del vidrio muranés”, Boletín de la Sociedad Española de Cerámica y Vidrio Vol 51 N° 5, pp. 285-296.

– López, Abel (2014) “Jacques Le Goff. Faut-il vraiment découper I’histoire en tranches?” (reseña), Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura Vol. 41 N° 2, pp. 355 – 363.

– Montes de Ocas Navas, Elvia (2010) “Leonardo da Vinci, un gran artista del Renacimiento” La Colmena, N° 67-68, pp. 19-29.

– Shiner, Larry  (2004) La invención del arte (Barcelona, Buenos Aires México, Paidós).

– Vasari, Giorgio (1550) Le vite de’ più eccellenti pittori, scultori e architettori italiani, da Cimbaue insino a’ tempi nostri (Firenze).


[1] Vasari, Giorgio (1550) Proemio de le Vite; Proemio della Seconda Parte delle Vite.

[2] Anderson, Perry (1998) p. 148: “La aguda conciencia de una larga ruptura tras la caída de Roma se combinó con la fiera determinación de alcanzar de nuevo la perfección de los antiguos. La recreación del mundo clásico sería la formidable novedad y el ideal de lo moderno. El Renacimiento italiano presenció así una revitalización e imitación deliberadas de una civilización por otra, en todos los planos de la vida civil y cultural, sin ejemplo ni secuela en la historia El derecho romano y las magistraturas romanas ya habían”.

[3] López, Abel (2014) p. 356.

[4] López, Abel (2014) p. 356: “A finales del siglo xiv y comienzos del xv se tuvo conciencia ‘oficial’ de la periodización, precisamente cuando diversos escritores definieron la Edad Media como periodo oscuro, intermedio entre el de los antiguos y el que ellos creían inaugurar. Petrarca (1304-1374) fue el primero en emplear esa expresión, cuyo uso se generalizó después del siglo xvii”.

[5] Se ha cuestionado también que la noción de artista como creador autónomo hubiere tenido origen en el Renacimiento: Freitag, Vanessa (2015) p. 131; Shiner, Larry (2004) p. 71.

[6] Montes de Ocas Navas, Elvia (2010) p. 20.

[7] Montes de Ocas Navas, Elvia (2010) p. 20.

[8] Hauser, Arnold. (1977) p. 648.

[9] Hauser, Arnold. (1977) p. 648.

[10] Gombrich, E.H. (2015) pp. 247-248: “tan pronto como las ciudades crecieron en importancia, los artistas, así como los artesanos y todos los trabajadores, se organizaron en gremios que, en muchos aspectos, eran semejantes a nuestros sindicatos. Misión suya era vigilar por los privilegios y derechos de sus miembros y asegurar un buen mercado para sus producciones”. Respecto del gremio de los joyeros: Horcajo Palomero, Natalia (1997) p. 135. Acerca del gremio del vidrio en Venecia, su regulación y los castigos a los que dio lugar: López, Abel (2014) pp. 355 – 363.

[11] Shiner, Larry  (2004) p. 70.

[12] Gombrich, E.H. (2015) p. 248.