Reforma procesal civil, una oportunidad histórica

Por Ariel Wolfenson.

Abogado por la Universidad Diego Portales. Máster en Derecho de la Empresa LL.M. por la Pontificia Universidad Católica de Chile (2019-2020) y Máster en Derecho Público y Litigación Constitucional UDP. Investigador del Diario Constitucional y Socio en Wolfenson Abogados.

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Luego de que nuestra Justicia Penal experimentara un cambio copernicano durante el año 2005, dejando atrás un inquisitivo sistema judicial, los tribunales de familia nacieran a la vida permitiendo al juez la apreciación directa de la prueba, de las partes y sus abogados en audiencias orales, públicas y expeditas, y se alzara un nuevo paradigma laboral ─que obedece a estos mismos principios jurídicos de inmediación─ surge la pregunta evidente. ¿Y nuestra Justicia Civil?

Pero comencemos desde mucho antes, ¿Qué imaginan las personas cuando piensan en abogados?, probablemente sus recuerdos evocan a una persona de mirada misteriosa, vestida con un sobrio traje casi todo el tiempo, zapatos negros de opaco brillo y sin duda, un maletín en mano, dirigiéndose con premura a exponerle al juez, el por qué la pretensión de su cliente es amparada por la belleza de la verdad y sobre todo, por el equilibrio de la ley.

Al decir, “conozco un abogado”, cada una de esas películas de Hollywood que han visualizado desde su adolescencia se ponen de manifiesto y anotan horarios en la cartelera de sus pensamientos, ven a Cruise en una Corte Marcial, sacando una verdad imposible en un interrogatorio a Nicholson, quien luce un uniforme atiborrado de condecoraciones de Guantánamo, luego piensan en Travolta ganando una acción civil por miles de millones a una empresa contaminante, vislumbran en sus recuerdos a ese gran argumentador dando pasos ─esta vez no de baile─ de un lado al otro, convenciendo a doce personas del valor de su defensa hasta el punto de humedecerles los ojos, enarbolando palabras que despiertan algo en nuestra mente ─y quizás en nuestra alma─ argumentos que nos instan a afirmar sí, hay verdad en ese ser humano.

Luego ven a McConaughey salvando a su cliente de la muerte frente a un jurado de doce blancos sureños, ven Richard Gere defendiendo al culpable, entremedio arremete Charles Laughton con su interesante y anacrónica peluca blanca, para pasar inmediatamente a Gregory Peck, Keanu Reeves o inclusive a Al Pacino, todos y cada uno de ellos defendiendo a sus clientes ante decenas de personas con tal destreza y elocuencia magnética que nos inspira a creer en la ley, en nuestro estado de derecho y en definitiva; en el valor de vivir en sociedad.

El problema surge, cuando armado de esos recuerdos excepcionales te enfrentas al rostro de una Justicia Civil en que la oralidad es un elemento casi inexistente, en que el tan antiguo y solemne evento del juicio, se convierte en un concurso por quien permanece más tiempo frente a una pantalla (Windows o Mac indistintamente) adjuntando archivos, impugnando resoluciones y en parte significativa de los casos, dilatando el proceso por la mayor cantidad de años.

Así las cosas, un litigio que busca determinar que Pedro le incumplió a Diego, suele durar ─más o menos─ lo que la Segunda Guerra Mundial. Y en el momento en que Berlín ya se encuentra rodeado y en llamas, ambos abogados ven llegar una sentencia definitiva de parte de un juez que difícilmente reconocerían, aunque lo tuvieran en sus narices (y cómo hacerlo, si nunca antes lo han visto).

Vivimos en un periodo único para la profesión legal, las nuevas tecnologías y forma de entender el mundo nos libera de las tradiciones pretéritas cuando éstas son incapaces de adaptarse a la realidad que a pasos de gigante se nos asoma. La crisis de legitimidad, que algunos enarbolan existe actualmente sobre el poder judicial, no parece encontrar solución en la forma de elección de los jueces sino en el tiempo y el modo en que los conflictos ciudadanos pueden ser resueltos por ellos. La oralidad, los alegatos, la apreciación directa de la prueba por parte del juzgador, ¿Y por qué no pensar en hacer parte a la ciudadanía en este evento?, el simple hecho de mirarnos a los ojos es el más grande acto de humanidad y hacerlo, mientras solucionamos las disputas legales en tiempo récord, el más grande de justicia.

Para los importantes cambios existen importantes momentos y ese momento es ahora.