Por Ana Lucía Prada.
Abogada por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Titular del Estudio Jurídico “Prada”. Columnista radial sobre casos de actualidad jurídica.
Las mujeres exigen igualdad de oportunidades para prosperar. Como Jo en Mujercitas, buscan rebelarse contra los estereotipos de género y desafían los mandatos familiares de tareas de cuidado para ser protagonistas de una historia profesional, por fuera de las paredes de cristal. Escritoras, abogadas, científicas, artistas.
Por largos años se han preparado en Universidades prestigiosas de todo el mundo. La matrícula universitaria argentina está conformada mayoritariamente por estudiantes mujeres. Representan cifras cercanas al 60%, incluyendo las carreras de posgrado. El compromiso es algo que se toman muy en serio. Se inscriben, se gradúan y continúan con doctorados. Este proceso evolutivo ha insertado masivamente a las mujeres en el mercado de trabajo, ralentizando la conformación de una vida en pareja.
Si bien es cierto que la tecnología ha impulsado cambios en la manera en que las personas se vinculan, no ha modificado las relaciones en sí mismas. El factor determinante que desencadenó cambios radicales en diversas culturas es el lugar que ahora ocupan las mujeres en los ámbitos laborales. Virginia Woolf refleja con maestría la vida de la familia Ramsay en donde se expresan la idiosincrasia y la condición de la mujer imbuida en una sensibilidad femenina que no da margen para crear una visión de futuro en la que, al menos, pueda compatibilizar ambos mundos: el reproductivo con el productivo.
Según la antropóloga y bióloga estadounidense Helen Fisher, la única trayectoria posible para las mujeres, incluso hace cien años, era tener un buen matrimonio a la edad de 20 años. A partir del acceso de las mujeres a los estudios universitarios se extendió la etapa de la adultez temprana a la edad de 30 o 40 años y, con ello, los requisitos de las mujeres a la hora de elegir una pareja. De acuerdo con una investigación realizada por la Universidad Argentina de la Empresa, el 74, 5% de los hijos entre 18 y 35 años reside en la casa paterna, lo que implica que se practique menos sexo porque viven con sus padres. Reservan una parte de los ingresos ordinarios, proyectan una carrera profesional. Estamos frente a un proceso de sofisticación personal. El matrimonio solía ser el principio de una relación, ahora es el colofón.
Para conquistar su soberanía, una mujer debe emanciparse de la narrativa machista, imponerse a la sociedad como una realidad distinta, dotada de leyes que le permitan elegir celebrar el matrimonio de un amor romántico, pero divorciarse si considera equívoca su voluntad pasada. Unirse en concubinato sin dejar herencia y que lo simple sea el trámite por carta documento y no la elección de vida. Experimentar la transparencia en el contrato tácito con el otro, tratando de controlar al animal celoso que constituye al ser humano cuando se enamora. El 97% de los mamíferos no se emparejan para criar a su descendencia, pero los seres humanos sí, por lo que la incidencia de una visión feminista de la historia es clave para redefinir roles, mitos u otras características asignadas como propias de las mujeres.