La enfermedad y el otro

Por Ioannis Constantinidis G.

Abogado por la Universidad de Chile y Magíster en Historia del Arte por la Universidad Adolfo Ibáñez. Diplomado en Historia del Arte por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y Diplomado en Estética y Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magíster en Negocios Internacionales por la Universidad Pompeu Fabra y Diplomado en Litigación y otros Procedimientos por la Pontificia Universidad Católica de Chile.

El libro “La edad de hierro” (1990) de J. M. Coetzee posiciona a la enfermedad como parte de un proceso de destrucción interna e inexorable del cuerpo, pero que -a la vez- permite al enfermo conocer y descubrir lo ajeno, lo “otro”, aquella realidad social y política que fue ignorada u obviada gran parte de la vida en razón del contexto de segregación racial existente en Sudáfrica entre los años 1948 y 1992.

En este libro es posible identificar un desplazamiento del enfermo a una posición distinta de la que tenía originalmente e implica una exploración más allá de los límites impuestos por el apartheid imperante, vinculando el padecimiento interno de la protagonista con las problemáticas sociales del país.

En este sentido, la dualidad de la obra de Coetzee viene a constituir una intervención histórica y política que se rebela en contra de la negación y el aislamiento impuesto por el nacionalismo afrikáner. De esta forma, a través de la metáfora de la enfermedad terminal, el escritor sudafricano revela y denuncia la miseria humana de un sistema racial y opresivo. En esta obra, la enfermedad es el vehículo que permite el desplazamiento hacia esa miseria que identifica un contexto histórico, social y político del país. Así, la obra de Coetzee constituye una respuesta valiente a la literatura de negación que prevaleció en Sudáfrica durante la vigencia del apartheid, trascendiendo la exclusión y los límites del orden social y racial establecidos por el afrikáner.

Lo interesante de la obra de Coetzee es que la referida respuesta proviene de un escritor blanco, que busca desnudar la genuina identidad plural de un país y superar las divisiones impuestas por las políticas segregacionistas generadas por otros sujetos blancos iguales a él.

En este contexto, la literatura de Coetzee describe y denuncia la inequidad del sistema del apartheid y el proceso de transformaciones que experimenta la sociedad sudafricana cuando el señalado sistema llega a su fin (por ejemplo, en la sublime novela “Desgracia” del año 1999), todo con el fin de permitir al lector reflexionar críticamente respecto del contexto social de la obra.  

En la Edad de Hierro, el cáncer óseo en fase terminal que afecta a la señora Curren, la protagonista, es el vehículo que le permite acercarse a la cruda realidad del apartheid, realidad que obvió, desconoció o ignoró durante gran parte de su vida de mujer blanca que habitó en vecindarios tranquilos y seguros, que recibió una educación para ciudadanos blancos, que nunca vió morir gente negra, solo gente blanca que moría en sus camas, y que tuvo un nivel de vida acorde a su origen étnico.

Los tópicos de “inclusión y/o descubrimiento del otro” también los encontramos, en el mundo clásico. Están presente en Heródoto, el primer globalista, que escribió sus Nueve Libros de la Historia narrando desde el otro o en Esquilo que combatió cuerpo a cuerpo en las guerras médicas y luego desde la posición del enemigo, “del otro”, crea la tragedia Los Persas.

La pandemia por COVID -19, la enfermedad y la muerte, luego de casi un año de encierro deben servir para reflexionar y esforzarse en realizar ese camino de reflexión y conocimiento. Este camino que fue duro, no puede ser en vano.

Ese traslado hacia el otro, hacia la realidad que está más allá de nuestras casas u oficinas. Esa realidad del inmigrante pobre, del excluido, nos obliga a relacionarnos con lo diferente y con el otro; siendo la aceptación de lo diverso el primer paso para la construcción de una sociedad plural, moderna, democrática y tolerante.

Si bien el libro Coetzee es una clara denuncia planteada desde la soledad y desde el proceso de la enfermedad del sistema apartheid sudafricano, esto no impide que el mensaje sea proyectado a los problemas globales y de Chile, sobretodo cuando en los últimos días han resurgido discursos de carácter racistas y segregacionistas que apuntan a construir muros, zanjas, restar derechos a inmigrantes, etc.

Frente a estas intenciones, frente a la quema de las carpas en Iquique y el miedo ignorante, el mensaje es claro: el ser humano cuando aísla, oprime y castiga a lo diferente, puede llegar a niveles de miseria y pobreza intelectual ilimitados.