Por Renato Gálvez Inostroza.
Abogado por la Universidad Andrés Bello. Coordinador del «Programa de Atención, Protección y Reparación en Violencia contra las Mujeres» del Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género. Diplomado en Litigación en Nuevos Procedimientos – Derecho de Familia por la Pontificia Universidad Católica de Chile; Prevención y Protección contra la Violencia. “Herramientas psicosociales y jurídicas destinadas a afrontar el fenómeno de la violencia intrafamiliar” por la Universidad de Los Andes, y en Violencia de Género con Énfasis en el Ámbito Intrafamiliar por la Universidad de Chile.
Este año se estrenó, a través de la plataforma Netflix, una serie basada en el web cómic “Heartstopper”, de Alice Oseman. Relata la historia de Charlie Spring, un adolescente abiertamente gay, y la amistad que establece con Nick Nelson, un popular alumno que forma parte del equipo de rugby de su escuela.
En reiteradas ocasiones hemos leído o escuchado que cuando conoces a “esa” persona, es como si el tiempo se detuviera, como si -literalmente- el corazón se paralizara. Pero ¿qué ocurre cuando el corazón no solo se detiene por amor, sino porque también lo invade una sensación de miedo, angustia o el terror a ese “sentir”?
Sin duda, muchas personas LGTBIQA+ han podido reflejar en la serie sus propias historias personales, en períodos escolares, al interior de sus familias, entre sus redes de incipientes amigos. Esta pincelada transversal puede tocar los bordes de la discriminación, al haber decidido dar a conocer abiertamente quiénes eran o también por haber apostado por un camino silencioso y muchas veces solitario, en búsqueda de la propia aceptación respecto de la orientación sexual, que es lo que ocurre con el personaje de Nick, por ejemplo.
Pero en la comunidad estudiantil esos miedos no solo están relacionados a la orientación sexual, sino que también con la identidad y expresión de género, donde se hace urgentemente necesario implementar políticas educacionales integrales, que avancen hacia la erradicación de las violencias y de la discriminación en todas sus formas y en todos los espacios y, particularmente, sobre la población LGTBIQA+.
En Heartstopper se logra distinguir una realidad no muy ajena a la nuestra. Los personajes homosexuales, lesbianas, bisexuales y trans se ven enfrentados a comentarios de pasillo, agresiones verbales e incluso físicas, pues no “encajan” en los cánones heteronormativos. Ahora bien, ¿qué tiene que ver el Derecho en esto?
En Chile, la Ley General de Educación incluye dentro de sus principios fundantes la “integración e inclusión”. Allí se expresa que el sistema propenderá a la eliminación de todas las formas de discriminación arbitraria que impidan el aprendizaje y la participación de las y los estudiantes. Asimismo, mandata al sistema educativo a propiciar que los establecimientos educativos sean un lugar de encuentro entre las y los estudiantes de distintas condiciones socioeconómicas, culturales, étnicas, de género, de nacionalidad o de religión.
Además, en su artículo 10° establece que los alumnos y las alumnas tienen derecho a no ser discriminados arbitrariamente; a estudiar en un ambiente tolerante y de respeto mutuo, a expresar su opinión y a que se respete su integridad física y moral, no pudiendo ser objeto de tratos vejatorios o degradantes y de maltratos psicológicos. A su vez, establece también el deber del alumnado a brindar un trato digno, respetuoso y no discriminatorio a todos los integrantes de la comunidad educativa. Cabe preguntarse entonces, ¿son suficientes los marcos normativos educacionales para asegurar que no exista discriminación ni violencia hacia la comunidad LGTBIQA+ estudiantil?
Las cifras son claras. De acuerdo con el primer Estudio exploratorio sobre discriminación y violencia contra personas LGBTIQ+ [1], realizado durante en 2020 por la Subsecretaría de Prevención del Delito, “el 89,3% de las personas que forman parte de esta comunidad en nuestro país afirmó haber sido víctima de discriminación”. Por su parte, la cifra de discriminación en personas trans alcanzó un 94,1%.
Otro aspecto relevante que se constató en la encuesta fue que ser una persona trans aumenta las posibilidades de ser discriminada y de ser victimizada, en comparación con una persona cis género.
Por otra parte, el Informe de seguimiento de la educación en el mundo. América Latina y el Caribe. Inclusión y educación: todos y todas sin excepción [2], también de 2020, concluyó que la comunidad de jóvenes LGTBIQA+ se enfrentan a un entorno escolar hostil, teniendo consecuencias negativas directas, como por ejemplo que “quienes sufrían una mayor victimización, basada en la orientación sexual, tenían por lo menos el doble de probabilidades de faltar a la escuela y niveles más altos de depresión que aquellos que sufrían una victimización menor.” Se torna preocupante que, en el contexto escolar, 4 de cada 5 estudiantes no se sientan seguros en su escuela, principalmente por su orientación sexual (entre el 47% y el 81% de los encuestados), seguido de la expresión de género (entre el 32% y el 63%) [3].
A su vez, el estudio de Ciberacoso y Salud Mental [4], realizado por la Fundación Katy Summer con financiamiento del Ministerio Secretaría General de Gobierno, arrojó en 2021 que “el 87% de lxs jóvenes LGTBIQ+ entre 15 y 19 años ha vivido ciberacoso a los últimos 3 meses de diciembre de 2021, de ellos el 63% muestran sintomatología depresiva mayor.”
En el ámbito legislativo, en noviembre de 2020 se presentó el proyecto de ley “José Matías”. Tristemente se trató de un nuevo proyecto con el nombre de una víctima, en este caso un adolescente trans de tan solo 15 años que, en mayo de 2019, se quitó la vida por el acoso y violencia escolar que vivió solo debido a su identidad de género. Además, el establecimiento en que estudiaba omitió distintos hechos relacionados con el estudiante y no activó la Circular de Derechos de Niños, Niñas y Jóvenes Trans. Sobre este proyecto, el actual Gobierno solicitó que se tramite con suma urgencia, tras contar con el patrocinio del Ministerio de Educación y sobre el cual recientemente la Comisión de Educación de la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó en general la idea de legislar.
En concreto, se rescata y resalta positivamente que el proyecto busque proteger la identidad y expresión de género de las y los estudiantes, promoviendo el respeto y formación de la comunidad; pretenda elevar las penas y sanciones contra funcionarios/as de establecimientos que maltraten física o psicológicamente a sus estudiantes; obligue a los colegios a denunciar a los tribunales de familia los casos de acoso escolar y refuerce la legislación en materia de convivencia, explicitando que las y los estudiantes tienen derecho a que se respete su libertad sexual y su identidad de género, estableciendo además nuevos requisitos a las y los profesionales que están a cargo de la convivencia escolar en los establecimientos. Por ello, se hace del todo necesario la aprobación de dicha ley, en tanto se convierte en una herramienta más para avanzar en el cambio cultural que nuestro país tanto requiere para resguardar debidamente los derechos y libertades de quienes asisten a establecimientos educacionales.
Finalmente, y como las historias de Heartstopper traspasan la ficción y se viven en lo cotidiano, por y para las, los y les adolescentes que se enfrentan o que se enfrentarán a situaciones de discriminación o violencia, alcemos la voz, avancemos en representación política para que se legislen y consagren derechos en favor de la comunidad LGTBIQA+, eliminemos las etiquetas, transformemos los espacios en lugares seguros y que ningún miedo “paralice” nuestro corazón ni nuestra libertad de amar.
[1] “Estudio exploratorio sobre discriminación y violencia contra personas LGBTIQ+”. Subsecretaría de Prevención del Delito. 2020. Disponible en: https://cead.spd.gov.cl/
[2] Informe de seguimiento de la educación en el mundo. América Latina y el Caribe. Inclusión y educación: todos y todas sin excepción. Unesco. 2020. Disponible en: httpss://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000374615
[3] (Kosciw, J. and Zongrone, A. 2019. A Global School Climate Crisis: Insights on Lesbian, Gay, Bisexual, Transgender & Queer Students in Latin America. New York, GLSEN.)
[4] Ciberacoso y Salud Mental en Jóvenes entre 15 a 29 años. Fundación Katy Summer. 2021. Disponible en: httpss://fsummer.org/estudios/