Por M. Alejandra Mancebo.
Feminista y cofundadora de Cata Jurídica con Tacones. Vicepresidenta del Capitulo Venezuela del Colegio Internacional
de Estudios Jurídicos de Excelencia Ejecutiva / CIDEJ. Consultora Visionaria https://consultorias.visionarias.business/project/maria-alejandra-mancebo. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0208-0134. Instagram: @maria_alejandra_mancebo_, @catajuridicacontacones. Linkedin: @Maria Alejandra Mancebo. Correo: malalamarialejandra18@admin.
En este mes de marzo donde siempre recordamos a las mujeres… Quiero dedicarles mi narrativa a esas mujeres, madres que día a día son victimizadas e invisibilizadas ante los efectos letales de esta forma de violencia.
En muchos escenarios nos hemos conformado en insistir que la mujer se atreva a denunciar cualquier forma de violencia, y se nos ha olvidado. ¿Qué sucede en entorno de esa mujer, antes, durante y después de la esa denuncia?
En esa línea, se me quedan grabadas frases como: “Me gritaba. Yo me echaba a llorar cuando se ponía a insultar a mi madre y, además, siempre lo hacía en una situación estresante y sin salida, habitualmente en el coche, cuando íbamos o volvíamos de una casa a otra. Ponía el coche a toda velocidad y todo el camino gritándome “Tu madre es una zorra, tu madre es una puta, tú vas a quedar igual que ella”, continuamente. (…) Yo me sentía muy maltratada”.
Lo develado es poco de lo que quieren expresar los NNA, que son testigos de la violencia contra sus madres y la vivencia de cómo se sienten ante su propia violencia.
Por lo tanto, empezaremos preguntado, ¿por qué la infancia que siempre estuvo ahí ha sido olvidada, apareciendo los hijos e hijas como “las maletas” de la mujer maltratada? En la respuesta hay claves que pueden ayudar a entender el fenómeno, a resituar el concepto de “violencia vicaria” y a hacer recomendaciones que ayuden a dar voz a la infancia y a reparar -en lo posible- el daño y el olvido.
La violencia genera una gran confusión y es imposible comprenderla sin volver a repensar en la familia. La familia y la infancia deben volver al centro del debate, no sólo porque la infancia es también víctima de violencia y merece nuestra atención y escucha, sino porque la relación entre los sexos no sucede en el vacío, sino en una sociedad patriarcal en crisis y en unas familias que deben convertir en sujetos y en subjetividades esos “géneros en crisis”. La violencia se sitúa ahí.
Esta situación da a muchos hombres violentos un arma poderosa: al poder utilizar la ley y sus múltiples caminos para seguir controlando a su ex mujer, estar permanentemente en su vida, influir en sus decisiones, impedir que se recupere, con su presencia y exigencias amparadas por el derecho. Y lo peor es que socialmente será bien visto. «Es un padre que lucha por sus hijos», que en la jerarquía del valor y del reconocimiento, los varones están todavía por encima de las mujeres. La madre, por su parte, será vigilada y puesta en duda.
Lo descrito nos lleva a precisar que vicario, de acuerdo con RAE(s/f), se refiere a que tiene las veces, poder y facultades de otra persona o la sustituye. Vicario en latín viene de vicis, que significa turno o alternativa. En consonancia con la doctrina, es una violencia secundaria a la víctima principal, subrayando que es a la mujer a la que se quiere dañar. Agrega que el maltratador sabe que al dañar a sus hijos o hijas se asegura que el daño sea más cruel y sin posibilidad de que la mujer pueda controlar, ya que este daño ahora se hace a través de terceros, es decir, por interpuesta persona.
Es que el término de la violencia vicaria fue acuñado por Vacccaro (2012), definiéndola como una de las expresiones más crueles de la violencia de género, por la que el agresor, habitualmente el exesposo o expareja, emplea a los hijos o hijas como modo sustitutivo para dañar a la exmujer o expareja, a través de causar daño a sus hijos o hijas, y asegurándose, con ello, la falta de recuperación o superación de los efectos nocivos de la violencia, al continuar infligiéndosele castigo como madre.
Este tipo de violencia se ha enmarcado específicamente en el maltrato infantil. Sin embargo, considerarlo así no protege institucionalmente a las personas menores de edad, ya que no se prevén las consecuencias específicas o la identificación de las problemáticas encubiertas o jurídicas profundas, como la utilización y cosificación de los NNA.
La violencia vicaria aparece, en suma, como un tema esencial, porque revela una terrible incongruencia: después de años de decirles a las mujeres víctimas de violencia que sólo tenían que denunciar el maltrato y separarse de la pareja para salir de esta situación y recibir todo el apoyo estatal, resultaba que la situación continuaba tras el divorcio y la denuncia, e -incluso- podía empeorar.
Independiente de que se instaure el término, la realidad es cierta y clara. Se trata de maltrato infantil, por lo que no debe desestimarse, es decir, hay padres que la ejercen, y en sus peores consecuencias, Y si es la violencia vicaria una violencia en razón de género, donde sólo los hombres pueden ser sujetos activos o agresores, y las mujeres son víctimas directas, así como las y los hijos, quienes suelen ser víctimas indirectas y -a su vez- víctimas directas de otras violencias.
Una y otra vez tenemos que repensar sobre el impacto de la violencia de género. Pese a que creamos que tenemos una explicación, siempre es exigua. La razón fundamental es que es que compleja y transparadigmática, pues es cambiante. Es que nuevos conceptos vienen a completar la descripción. Si no lo hacemos, estaremos muy lejos de entender la violencia de género.
Es que parece que sabemos cómo se manifiesta, pero aún no comprendemos bien sus causas. Damos una respuesta ligera o histórica y omitimos que en el origen de la violencia está una forma de ser hombre y de ser padre, así entenderemos mejor que los hijos e hijas sean víctimas “de violencia de género”. Insistir en ello permitirá la comprensión a NNA.
Como Visionaria elevo la voz para que no silenciemos una realidad que, de manera fatal, afecta a dos víctimas: Las mujeres y NNA.