Don Quijote: Un ideal de humanismo y justicia en la sociedad

Por María Alejandra Mancebo.

Feminista y cofundadora de Cata Jurídica con Tacones. Directora de la Revista Venezolana de Igualdad de Género. Vicepresidenta del Capitulo Venezuela del Colegio Internacional de Estudios Jurídicos de Excelencia Ejecutiva / CIDEJ. Consultora Visionaria/ Buen gobierno
https://consultorias.visionarias.business/project/maria-alejandra-mancebo. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0208-0134. Instagram @maria_alejandra_mancebo_@catajuridicacontacones. Linkedin: @Maria Alejandra Mancebo. Correo: [email protected].


La visión humanista en la administración de justicia sólo puede materializarse si los servidores públicos están capacitados para servir con amor. Este amor impulsa al funcionario, como líder público, a desarrollar estrategias, crecer y explorar nuevos horizontes y objetivos. Es el amor lo que inspira a dar la vida por el prójimo, a ayudar a quienes lo necesitan y a ofrecer nuestro tiempo y talentos. Según Maturana (1998), si el amor es el origen del actuar inteligente del ser humano, sólo viviendo en amor es posible hacer “lo correcto”, actuar de manera justa, cumplir con las leyes y normas, trabajar por el bien social y pensar en los demás. Sólo a través del amor, el ser humano puede ser auténticamente lo que es.

El humanismo, ya sea como corriente filosófica o postura ética, se torna esencial en la administración de justicia y en el liderazgo que esta conlleva. Cada individuo debe reconocer que esta necesidad se extiende a toda gestión pública. Sin embargo, para los fines de este artículo, me enfocaré en la administración de justicia como un aspecto fundamental de la gerencia pública.

Sobre la gerencia pública se ha escrito desde diversas perspectivas. Basándome en lo anteriormente expuesto, y en mi experiencia personal, considero que esta gestión debe orientarse hacia el colectivo, en pro de su armonía. Sin embargo, la incertidumbre, el caos, la falta de recursos y la normalización de prácticas inadecuadas han puesto en crisis esta gerencia y, por ende, a quienes la sostienen, hasta el punto en que lo humano se percibe solo en teoría.

En este sentido, cualquier organización pública, especialmente aquellas vinculadas a la justicia, cuya esencia radica en garantizar derechos y garantías para el ciudadano, debe -desde mi visión- humanizarse desde adentro. No basta con proclamar un enfoque humanista; es esencial reconocer la importancia del ser humano que habita en la institución: el líder público.

Esto implica que la administración pública debería abordarse como un deber voluntario orientado a cumplir un objetivo, cuya esencia radica en la buena voluntad, sin protagonismos ni individualismos, valorando a todas las personas que rodean el proceso y reconociendo la importancia de la cooperación.

Gerenciar la justicia requiere, ante todo, una dimensión humana que surja desde el interior. Para ello, es necesario un fundamento que respalde este impulso, tal como afirma Aranguren (2016): «Lo que cuenta es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, humanidad entera” (p. 66). Alcanzar esta perspectiva es parte de una teoría en la que el humanismo permite que el líder público se reencuentre con su esencia y actúe desde el amor. Es la persona quien conforma la institución y puede garantizar el bienestar colectivo. Sin motivación, el líder perderá su humanidad y será imposible gestionar desde el amor.

Es esencial hacer mención al libro «Don Quijote de la Mancha», en el que, a lo largo de sus dos partes, se revela la esencia de sus personajes a través de sus acciones y sentimientos. Esta obra no sólo es un hito literario, sino también una profunda reflexión sobre la condición humana y la justicia.

Considerando la importancia de los actores que conforman la administración de justicia, que son garantes de la legalidad, titulares de la acción penal y defensores de los derechos humanos del colectivo, se puede establecer un paralelismo con los personajes de Cervantes. La pluma de este maestro literario no sólo da vida a personajes complejos, sino que también refleja lo que él mismo padeció en una época.

Esta conexión entre la obra de Cervantes y la administración de justicia hoy en día permite resaltar las particularidades de la función judicial. Proporciona un contexto que evoca una necesidad de humanizar las instituciones y recordar que, al igual que los personajes de «Don Quijote», quienes administran justicia deben estar motivados por principios éticos y valores fundamentales, que garanticen la equidad y la dignidad de todas las personas. En definitiva, la literatura nos ofrece una mirada crítica que puede servir como guía para construir un sistema de justicia más justo y humano.

Este escenario se basa en la pasión y el compromiso humano de servir, inspirado en la obra atemporal de Miguel de Cervantes, «Don Quijote». En esta obra, surge la necesidad de crear un constructo teórico intersubjetivo que configure una epistemología, narrando de manera amena y sincera, donde se revela lo más profundo del ser humano.

El accionar de los funcionarios en la gerencia judicial se fundamenta en el cumplimiento de la ley y las normas, desempeñando un papel crucial en la administración de justicia. Por consiguiente, es necesario exigir a estos funcionarios, como líderes públicos, una preparación adecuada que les permita actuar de conformidad con los principios normativos. Sin embargo, esta exigencia a menudo conduce a la concepción de funcionarios autoritarios, sumisos, injustos y hasta poco humanos. No obstante, ellos creen que dicha obediencia les protege de acciones ilegales.

Pero, ¿es ese blindaje una garantía de un actuar verdaderamente humano? ¿O es necesario contar con otro aspecto que complemente la ley? Esta interrogante plantea una reflexión profunda. Behn (1998) sugiere que «la maravillosa fuente del poder burocrático reside en la capacidad de la burocracia para resistir la iniciativa y ocultarse hábilmente detrás de una norma» (p. 154). Un funcionario debe actuar como un verdadero servidor público, generando una contribución social a través de su trabajo, y actuando con la sensibilidad requerida al tratar con seres humanos, siempre apegado a las leyes y funciones propias de su cargo.

En conclusión, la administración de justicia no sólo se basa en el cumplimiento de normas, sino también en la necesidad de humanizar el ejercicio del servicio público. Es imperativo que los funcionarios no sólo respeten la legalidad, sino que también incorporen una sensibilidad ética y un compromiso genuino con el bienestar de la comunidad. Sólo así podremos construir un sistema judicial que refleje auténticamente los valores humanos y la justicia que todos merecemos.