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De amor y de sombra

Por Ana Lucía Prada.

Abogada especializada en perspectiva de género por la Universidad de Mar del Plata. Se desempeña como abogada particular y brinda capacitaciones en el área pública. Ha participado como entrevistada y columnista invitada en numerosos medios digitales como la BBC (Londres), La Capital (Argentina) y el Instituto IFLE (República Dominicana). Recientemente ha brindado ponencias en la Universidad de Buenos Aires y en el Colegio de Abogados de Mar del Plata, entre otros.

Isabel Allende es en la actualidad, y desde hace muchos años, la escritora en lengua española más leída a nivel mundial. La novela “De amor y de sombra” publicada en 1984 es un testimonio en el cual denuncia la violencia institucional de la dictadura pinochetista en Chile luego del derrocamiento de su tío, el presidente Salvador Allende. En este nuevo aniversario de las Fiestas Patrias trasandinas, desde un rincón del cono sur, se destaca el valioso aporte a la literatura universal.

Estar despierto y registrar lo que sucede alrededor suele ser el método que inspira a muchos artistas al momento de escribir una historia. Un artículo de Sucesos, la barra de una cafetería con el noticiero anunciando un muerto, la realidad como materia prima que nutre las páginas de una nueva crónica. Cuánto hay de imaginación, cuánto de creatividad, vocación y decisión de dirigir personajes, claro está, conviven en un proyecto apilados junto a tantos otros, en una mesa grande de trabajo.

Lo cierto que para para escribir, simplemente se trata de escribir. Es verdad que desde el exilio y de madrugada, sabiendo el éxito rotundo que consagra a esta novela, le da un lugar distinguido a su autora. No por las circunstancias de tiempo y lugar del relato, ni mucho menos por la nula virtuosidad de los protagonistas, radica en la capacidad de la pluma que nos atrapa en una vida vulgar, pero que en algún punto nos identifica. Y ahí el mérito del mundo Allende, porque la grandilocuencia es cansadora y los lectores se acercan a una obra en su afán de alejarse del servilismo alienante en el que están atrapados.

En defensa de la libertad y la autonomía moral podría nombrar a Matilde Throup Sepúlveda como ejemplo para que hoy yo pueda ejercer la profesión, porque en 1892 fue la primera chilena y sudamericana en titularse como abogada y su caso fue invocado para permitir que se titularan las primeras abogadas en Bélgica y en mi país, Argentina. Citar la frase “sólo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes” de Violeta Parra, o referirme a los prófugos del homicidio de Víctor Jara, en un intento por describir su biografía. Sin embargo, a mí me gusta la idea de hablar del presente, haciendo un pequeño viaje al pasado de una escritora y volver a mi infancia, en la que crecí con esta novela en la biblioteca.

Irene Beltrán y Francisco Leal encarnan una pareja de jóvenes que se conocen trabajando y luego se unen impulsados por su común repudio a una época cruel y de horror que intentan sin éxito cambiar. Hay una diferencia social, una oposición familiar y un trayecto juntos en moto en el que se percibe la mutua atracción y el nacimiento del amor, entre similitudes y diferencias. Una mujer que no encaja en el estereotipo de lo que se supone es normal: la buena madre, la buena esposa, personajes que son lindos en la vida real, pero que en la literatura no sirven. Un hombre inconformista que lucha por un amor que a simple vista siente imposible. Y por supuesto, la pasión. No sexual ni por el amor romántico, sino por la vida. Trabajar con la idea de que uno tiene un propósito. Hacer las cosas con energía, con curiosidad, decía hace poco Isabel Allende en una entrevista.

Casi una década después, la película homónima basada en el libro con Antonio Banderas y Jennifer Connelly, exquisita interpretación y de acceso público en Dailymotion, es el resultado de una coproducción de Estados Unidos, Chile y Argentina. Desde mi punto de vista, recomendable de ver luego de leer la novela. Comienza con la voz en off de Irene diciendo “En 1973, mi país, Chile, cayó bajo una dictadura que decretó un estado de emergencia permanente. Se impuso un toque de queda. Y para la mayoría, especialmente entre los privilegiados, también hubo una auto impuesta ley del silencio (…)”. El poder de la lectura, si uno se mete en la historia, rápidamente transporta al cine y así los libros se convierten en un pasaporte al éxito y a la felicidad para siempre.

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