Consumo y sostenibilidad. ¿Cómo impactamos con nuestras elecciones?

Por Carolina Albanese.

Abogada por la Universidad del Salvador, Argentina. Especializada en Fashion Law por el Fashion Law Institute at Fordham University, Estados Unidos. Magíster en Derecho del Consumo por la Universidad de Valencia, España. Profesora e investigadora universitaria en UADE, Argentina.

La necesidad de transformación que los sectores textil y de indumentaria indican hacia una sostenibilidad honesta es evidente y urgente. No es novedad que la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo y una de las grandes responsables, a nivel global del despilfarro de agua, entre otros cuantos cuestionamientos del impacto negativo medioambiental, social y económico.
Entre todo, entiendo que la rueda de la economía debe seguir girando y nosotros vistiéndonos e incluso muchos interesándonos por la moda.

Mientras quienes hacen a la industria textil e indumentaria son vértices clave en este derrotero, estoy convencida que otro punto crucial somos los consumidores. Hasta hace unos años, como consumidores éramos casi un rebaño pasivo que tomaba lo que le mostraban y adquiría casi lo que a su paso dictaban las marcas. Actualmente este comportamiento calmo se está agitando. La ecuación ha cambiado por cierto, y tanto el estilo de la calle como las redes sociales, el acceso instantáneo a la información y las necesidades que las generaciones plantean en cuanto a mayor nivel de información, respeto hacia las personas y el planeta logran que los consumidores seamos los que marcamos la agenda de las compañías.

Ahora bien, este empoderamiento viene acompañado de un grado de responsabilidad que muchas veces es desconocido. En este sentido es que me propongo a modo de opinión y en unas líneas trazar un principio de respuesta a la pregunta inicial.

¿Cuánto o cómo impacta el consumidor en la sostenibilidad de las prendas?

Si una prenda es o no sostenible (por su material , forma de confección, procesos y demás) no es la única pregunta a hacerse a la hora de elegir. La prenda, su cadena de suministro, los materiales con que se ha confeccionado, no son exclusivos responsables de la sostenibilidad en la vestimenta.

Sin embargo, desde la indumentaria, la sostenibilidad se encuentra evidentemente focalizada en algunos aspectos que atraen especialmente: el material con el que son confeccionados y el respeto de los derechos de quienes trabajan en la manufactura. Son dos aspectos fundamentales, pero no son los únicos ni mucho menos.

Y aquí tengo que aclarar que considero que el consumo es parte de la sostenibilidad. Lo sostengo firmemente y sé que me ha traído más de un interesante debate de ideas en diversos ámbitos. La persona humana mediante las relaciones de consumo cotidianas ejerce su libertad por lo tanto construye su autovaloración. Quienes no pueden realizar elecciones a la hora de consumir (por verse imposibilitados física o socioeconómicamente), se ven menoscabados. Por ende, el consumo hace al impacto social en este sentido y también a los impactos medioambientales y económicos claro está.

Como consumidores somos uno de los núcleos que hacen que los sectores industriales de la moda sean más o menos sostenible. No podemos desconocer nuestra responsabilidad. Y así es que transitaremos conscientemente la moda. A su vez, saber que el impacto de nuestro rol no es exclusivamente medioambiental sino también social y económico. A modo de breves ejemplos, lo que elegimos comprar económicamente causará efectos en mayor o menor medida en las finanzas y economía de quién los vende e indirectamente en su cadena de suministro. Por su parte, socialmente nuestras alternativas impresionarán a su vez por ejemplo cuando nos preocupamos por quién intervino en la cadena de suministro, si sus derechos fueron respectados, al escoger una línea determinada como puede ser la sin género o las líneas de moda adaptables. La diversidad ocupa un lugar inmenso en el universo social que muchas veces no se descubre fácilmente.

Entiendo que la sostenibilidad -en términos generales- no se ocupa del qué sino del cómo. El consumidor, en consecuencia, necesita ser consciente, responsable y educado en ese cómo.

Nuestro punto cero -el inicio de nuestra tarea- podemos colocarlo en la búsqueda de información para la toma de decisiones relacionadas con compras de moda. Sin embargo no queda allí. Durante la vida útil de las prendas, por ejemplo, el lavado tiene un rol ultra relevante. Cada vez que se lava en la lavadora ropa hecha de poliéster, acrílico y algodón mezclado con poliéster –los tejidos sintéticos más comunes en la ropa de consumo masivo–, al menos 700 mil fibras de microplástico se liberan con destino final en los océanos. Algo tan cotidiano como el lavado de ropa tiene un impacto que, en general, se desconoce.

Otro asunto es la generación de desechos textiles. Normalmente el descarte de indumentaria es una acción relacionada casi en exclusividad con los consumidores y la necesidad social e impulsiva de renovar y estar a la moda. Y en cierta forma es así, pero una vez más no hay una sola respuesta al problema o un único responsable. Las compañías sobreproducen y ante la imposibilidad de vender, revender, donar deciden descartar toneladas y toneladas. Así es como en las costa atlántica de África o en el desierto de Atacama en Chile son conocidas las imágenes de los kilómetros de vestimenta que invade las zonas.

En definitiva, impactamos con nuestras decisiones a la hora de adquirir y con nuestras acciones en el postconsumo. Por lo tanto, somos relevantes en esta ecuación. A la hora de comprar, poder reflexionar la elección es el primer gran paso. Las adquisiciones pensadas son el punto inicial de un consumo consciente ya que es la antítesis del impulsivo. ¿Tan fácil es? El paso uno sí. Les aseguro que comenzar a preguntarse y buscar información antes de una compra cambia los comportamientos. El ejercicio de la reflexión hasta formar el hábito empieza a arar en el sentido de la conciencia. Luego, profundizar este camino, seguirlo, mejorarlo es la porción ardua.

Uno de los grandes asuntos a resolver es la falta de información. Cuando elijo por ejemplo una camiseta que en su composición tiene algodón y poliéster versus una cien porciento poliéster, desconozco que, la segunda es mucho más amigable en el proceso de reciclado que la primera. Pero este es un detalle entre tanto caudal de datos y procesos que les propongo empecemos a conocer. Seamos curiosos, pues les aseguro es allí donde comienza el sendero. Luego me cuentan.