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Chile, Chile lindo. Desde la XII a. Región

Por Susy Bello Knoll.

Nacida en la Patagonia. Abogada y contadora por la Universidad de Buenos Aires. Máster en Derecho Empresario por la Universidad Austral. Doctora en Derecho por la Universidad de Salamanca. Premio Extraordinario de Doctorado 2011-2012. Actualmente cursa sus estudios post doctorales en dicha Universidad. Embajadora LWYR para Argentina.

Con estas palabras empezaba la tonada que ensayábamos las niñas de los Colegios de las Hijas de María Auxiliadora de un lado y otro de la frontera con la ilusión de unir nuestras voces, en un día de septiembre en la fiesta nacional de Chile en el Instituto de Avenida Colón en Punta Arenas. No puedo ya recordar en qué año fue esta infantil coral preparación.

Sin embargo, no me puedo olvidar de esa primera experiencia grupal de transitar más de 260 kilómetros de ripio por la estepa patagónica en un transporte escolar. Ese trayecto era conocido por mí cuando lo hacía acompañada de mis padres para regresar a casa con preciados regalos como una elegante muñeca rubia francesa, un saltarín o bombones Mackintosh Quality Street, cuya caja de lata aún conservo. Pero aquel viaje fue especial, porque concluyó en el Salón de Actos del Liceo con un bis de esa tonada interpretada por pequeñas argentinas y chilenas.

Con ripio y ya sin ripio, parcial o totalmente, he andado mucho ese camino durante mi infancia, mi adolescencia y mi juventud. Algunas veces en la ciudad disfrutando de descender esquiando la ladera del Club Andino mirando el mar y a lo lejos divisar la Tierra del Fuego. Una de las pocas canchas de esquí del mundo con este privilegio. Chile Lindo.

Cruzando el milenio cambió mi estado civil y decidimos pasar la luna de miel en la Patagonia, donde el destino nos había unido alguna vez. Nos detuvimos en el camino a Punta Arenas para disfrutar de unos Barros Jarpa. Luego seguimos bordeando el mar, para llegar a hospedarnos en el Hotel Nogueira. Enseguida cruzamos a saludar al indio en la Plaza de Armas y cenamos centollas en Sotito’s. Al día siguiente desayunamos en La Pérgola junto al Bar Schackleton, antiguo comedor diario de Sara Braun, antes emprender el camino por las Llanuras de Diana. Amabilidad y nostalgia en todos los rincones.

Descanso y buen pescado con vistas al Golfo en Puerto Natales antes de visitar la Cueva del Milodón y llegar a deslumbrarse con las Torres del Paine. Caminatas donde la belleza desplazaba el cansancio.

El festejo de la década matrimonial nos llevó a cruzar el Estrecho de Magallanes desde Puerto Almanza a Puerto Williams. El día de la celebración con ansias nos dirigimos desde Lakutaia hasta el aeropuerto esperando que el torrero anunciara cielo despejado. Así fue y sobrevolamos la Isla Navarino a vuelo bajo viendo los veleros que, a reparo, esperaban buen tiempo para cruzar hacia la Antártida. Tal como nos indicara el piloto y nos explicara previamente el antropólogo en la sala de mapas fuimos más allá de la Isla de Hornos para, en tres vuelos rasantes, saludar al farero del último Faro de América en el Cabo de Hornos, quien ya sabía de nuestro viaje anunciado por radio.

Última parada de los buques antes de cruzar hacia la Antártida. Uno de los lugares más prístinos del planeta según UNESCO donde los Dientes de Navarino muerden el cielo al atardecer para poblarlo de colores mágicos. Chile lindo desde la XII a. Región para renovar el compromiso de cuidar la Tierra, nuestra casa común.