Brechas de género en el contexto del Covid-19

Por Paula Godoy.

Licenciada en Ciencias Jurídicas de la Universidad Diego Portales. Fue integrante de la Academia de Derecho y Consumo de la misma universidad. Actualmente está terminando su práctica profesional en el Servicio Nacional del Consumidor.

Desde, aproximadamente, febrero de 2020, la “empresa de biotecnología Moderna” comenzó a trabajar en una vacuna contra la pandemia que afecta al mundo. Hace un par de meses, dicha vacuna logró generar anticuerpos contra el virus después de varias pruebas en voluntarios. Sin embargo, la posible cura contra la pandemia podría estar disponible sólo a fines del presente año o a inicios del próximo.

Así lo anunciaron varios medios, nacionales e internacionales. Incluso, ha sido tal el impacto de la -buena- noticia que las acciones de “Moderna” crecieron hasta un 26% según informaron distintos comunicadores. No parece extraño, pues muchas y muchos hemos aplaudido las labores investigativas llevadas a cabo.

Con todo, si bien hemos oído este tipo de noticia, ¿qué más sabemos sobre esta empresa de biotecnología? Quizá no mucho, pero si revisamos un poco, hay un dato digno de nuestra atención, éste es: la brecha de género. En efecto, si nos preguntamos quiénes están a la cabeza de esta institución, podemos advertir que son ocho personas, de las cuales sólo dos son mujeres.

El escenario graficado en el párrafo anterior no es extraño ni ajeno a nuestra realidad nacional. El rol investigativo de las mujeres –ya sea científico o académico- ha sido históricamente secundario y dicho fenómeno ha sido objeto de cuestionamientos y reflexiones a lo largo de los años, principalmente porque el género femenino ha asumido una carga adicional –en términos de labores- a la investigación.

Esta carga “doméstica” adicional al trabajo investigativo que asumen las mujeres se ha hecho incrementado aún más a lo largo de las cuarentenas parciales y totales que ha decretado el gobierno. En este sentido, a nivel mundial, la ONU ha expuesto que a partir de estos confinamientos las mujeres sufren un especial impacto en su salud mental, ya que -por ejemplo- en India, un 66% de ellas ha dicho estar estresada, frente al 34% de los hombres, principalmente por un incremento en las tareas domésticas y de responsabilidad familiar.

Ahora, si bien India es una cultura distinta a la nuestra, el panorama nacional no es muy distinto. De hecho, la última “Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo” (ENUT) realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas, ha determinado que las chilenas utilizan en promedio 7 horas al día en tareas domésticas, lo cual nos lleva a preguntar dónde queda el tiempo para las tareas, tanto laborales como investigativas.

¿Es que acaso hemos naturalizado la frase de “las mujeres podemos hacer más de una cosa a la vez”? La psiquiatra Eugenia Escorza respondió a una entrevista para el diario “La Tercera” y señaló que dicha frase no es más que una manera de justificar una cuestión que no es fisiológica, sino que viene de una construcción social. En este sentido, -agregó- que el típico ejemplo eran las “niñas maternalizadas”, esto es “cuando la hija mayor se hace cargo de los más pequeños, cuestión que casi nunca ocurre en el caso de los hombres, lo que a la larga trae consecuencias en nuestra salud mental, porque culturalmente las mujeres entienden que son quienes deben hacerse cargo de todo lo doméstico”.

En consecuencia, la baja participación o la invisibilización del rol investigativo –ya sea científico o académico- se explica por dicha construcción sociocultural. Así, las brechas de género siguen siendo un problema digno de nuestra atención y más aún en estos tiempos. Sólo basta con ver quiénes son las mentes a cargo de una de las empresas –tal vez- más importante en este último tiempo. Es algo que definitivamente debemos repensar y trabajar.