Abogados y habilidades blandas

Macarena_Tello_PQNPor Macarena Tello.

Lic. en Ciencias Jurídicas y Abogado de la Universidad Andrés Bello. Posee estudios de Arqueología en la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina.
Autora de la Tesis en Derecho: “La Protección Legal de los Vestigios Arqueológicos en Chile”, próxima a publicar.
Ejercicio Libre de la Profesión de Abogado, se ha desempeñado en áreas del Derecho Civil y Derecho del Consumidor principalmente.
Posee especialización en Derecho de Familia. Ha realizado estudios y profundización en Oratoria, Lógica, Debate Competitivo, Legislación y Patrimonio Cultural, entre otras materias.
Durante el último tiempo, ha asesorado a pymes y emprendedores en aspectos legales.

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Un tema interesante para leer y sin duda poner en práctica, es el referente a las habilidades blandas.

Numerosos textos las han definido como destrezas, aptitudes, herramientas, competencias, etc. Hay autores que la relacionan directamente con la inteligencia emocional, ya extensamente documentada en diversos libros y tratados.

Tenemos por una parte las habilidades blandas, también llamadas soft skills o people skills, y las habilidades duras o hard skills, que dicen relación con el desarrollo de la técnica propia de una profesión u oficio.

Preferimos conceptualizarlas como un conjunto de cualidades que facilitan la comunicación interpersonal. Es decir, una persona posee las habilidades de saber relacionarse y esa habilidad es valorada por los demás, pues se traduce en un comportamiento que trae exitosos resultados, ya sea en una empresa, proyectos, trabajos, emprendimientos o al interior de la familia. O sea, podemos aplicarla en distintos ámbitos del desarrollo humano, debido a que son habilidades que tienen que ver con la personalidad.

Un buen ejemplo, que grafica la diferencia entre las habilidades blandas y las habilidades duras, se refiere al caso de reclutamiento de candidatos en un trabajo (…) “Mientras que las habilidades técnicas o duras son necesarias para generar oportunidades laborales, al causar una buena impresión en las entrevistas de trabajo y conseguirlo, las habilidades blandas o sociales son esenciales para retenerlo” (Apunte Ministerio de Justicia, Gobierno del Perú, p.9).

Las herramientas blandas se refieren al aspecto emocional de la persona, sus valores, convicciones, tienen que ver con su formación y personalidad. Son innatas. Por ello, es difícil enseñarlas, a contrario sensu, de las habilidades duras que son fáciles de enseñar, medir y necesarias para desarrollar un trabajo.

Se consideran cualidades blandas la enumeración de las siguientes características en una personalidad que no se agota. Por cierto hay muchas más, pero por lo pronto mencionamos las siguientes:

– Adecuada comunicación oral y escrita.

– Confianza en sí mismo y en los demás.

– Generar aprendizajes a través del trabajo en equipo.

– Capacidad de negociación.

– Disposición para aceptar cambios inmediatos.

– Habilidad para solucionar problemas.

– Generar propósitos y alcanzarlos.

– Buscar soluciones.

– Saber oír.

– Aceptar sugerencias y recibir ayuda efectiva.

– Iniciativa.

– Pensamiento sistemático, más que lineal.

Concordamos con aquellos que piensan que estas cualidades se relacionan directamente con la personalidad y, especialmente, con las emociones, por lo que hemos elaborado una lista acerca de las 10 habilidades blandas estratégicas y de gestión para el ejercicio de la abogacía:

1. Saber oír: Importante es escuchar y darse el tiempo para definir qué quiere la persona.

2. Habilidades negociadoras: Es clave a la hora de enfrentar con éxito un juicio complejo. Perfil conciliador.

3. Generar confianza: Tanto respecto de sus pares como su representado. La orientación, la asesoría jurídica y la forma de resolver el problema o conflicto. Ser un facilitador de soluciones.

4. Capacidad de investigación: Se relaciona con poseer un hábito de estudio, actualización jurídica constante, estar a la vanguardia académica y seguir las reformas legales. Sea educación formal o autodidacta, lo importante es nutrirse de conocimientos.

5. Tomar decisiones: Esto conlleva tener la iniciativa para resolver conflictos, conjugando eficiencia y tiempo.

6. Comunicación interna: Significa liderar su equipo de trabajo, ser motivador. Gestión de equipos.

7. Delegar: Un abogado que delega es aquel que puede discernir qué tiene que realizar él y aquello que puede realizar otro.

8. Flexibilidad y polivalencia: Un abogado debe ser capaz de asumir tareas imprevistas, no programadas. Debe adaptarse al entorno.

9. Estratega: El abogado es un verdadero estratega jurídico, que combina las distintas variables a las cuales puede verse enfrentado. Ej.: minimiza riesgos, previene situaciones y aconseja la mejor solución, etc.

10. Calidad y compromiso: Por último, debe prestar un servicio de calidad. Demostrar un real compromiso con las personas que recurren en su ayuda. Brindar un consejo jurídico informado y fundado.

Todas estas aptitudes, calificadas como blandas o sociales, no tienen mérito por sí mismas, deben ser complementadas por el mayor valor en una profesión: la ética e integridad moral que todo abogado debe aplicar en el desempeño de su cometido y, junto con ello, desempeñar la profesión con humildad.

En suma, ser abogado es mucho más que resolver un problema desde el punto de vista jurídico – intelectual. Es una persona que se relaciona con otros, es el intermediario entre las leyes y la sociedad, aconseja, explica, facilita, defiende y todo esto multiplica los resultados si es acompañado de estas habilidades blandas que puede incorporar en su quehacer profesional.