
La jueza y referente Karen Atala Riffo es clara y enfática: “No me gusta pedir tolerancia, puesto que quien “tolera” se sitúa en un plano de superioridad moral, de poder, que solo te permite ser en la medida que sea su voluntad. Por eso hablo de respeto a tus derechos, respeto a tu dignidad como persona.” Hemos entrevistado a Karen previamente, pero nunca es suficiente y los temas de conversación son inagotables. Lamentablemente, los referidos a actos de discriminación, falta de educación y al “no retroceder” en los derechos LGTBQ se mantienen. Por lo mismo, se hace necesario recordar, conmemorar y conversar.
Texto: Equipo LWYR
Imágenes: Andrés Cabezas para LWYR
Cada vez que nos (re) encontramos con Karen, existen nuevos temas y preocupaciones para el Derecho y la judicatura, referidos a la protección del colectivo LGTBQ. Sin embargo, es inevitable recordar el caso que llegó a la Corte Interamericana, puesto que cada vez surgen análisis y nuevos comentarios.
“Imagínate que antes de la condena a Chile el 12 de febrero de 2012, en la Corte Suprema no existía una oficina, departamento o unidad de Género, mientras que otros poderes judiciales de Latinoamérica cuentan con ellas desde hace décadas. Entonces celebro que se haya creado la Secretaría de Género del Poder Judicial, que se ha preocupado de efectuar estudios de la cultura organizacional, a la par ha elaborado manuales de apoyo a la judicatura que dan brochazos, herramientas para fallar con perspectiva de Género y con perspectiva de Diversidad Sexual. Eso era impensable en el año 2003 cuando la Corte Suprema dictó la sentencia privándome de la tuición de mis hijas.”
– A veinte años de los hechos que la convirtieron en un referente de la comunidad LGTBIQ+, ¿Cómo ve al Chile de entonces y al Chile de 2023 en cuanto a derechos para nuestra comunidad?
– Veo que es otro país. Hace 20 años atrás soñaba con que hubiera una ley antidiscriminación, que a las madres lesbianas y padres gays no les quitaran sus hijos por su orientación sexual. Soñaba con que algún día pudiéramos casarnos. Hubo muchas críticas, resistencias y mofas por mis deseos.
Hoy se han logrado leyes que prohíben la discriminación, que permiten el matrimonio igualitario y la unión civil, que dan derechos filiativos, derecho a cambiar tu nombre y género en el caso de las personas Transexuales. Lo que el derecho invisibilizó históricamente respecto de la Comunidad LGTBIQ+ ahora le brinda protección a nuestras relaciones de pareja y nuestras familias formadas y reconoce el derecho a la identidad auto percibida.
Pero, por otra parte, siento que en Chile hay muchas discriminaciones en el día a día y que en su mayoría obedecen a la falta de civilidad, de cultura en el respeto al prójimo. Si bien ha existido un arduo trabajo de las organizaciones de la diversidad sexual en avanzar en la conquista de derechos, aún falta capacitar, educar a la ciudadanía en el respeto al otro diverso que permita derribar prejuicios y superar estereotipos negativos que son atribuidos a las personas lesbianas, gays, trans.
– ¿Cómo ve desde tribunales, la evolución de los miembros de la comunidad LGTBQ+ que son víctimas de acoso o discriminación? ¿Tenemos respuestas efectivas del Estado?

– Ha pasado mucha agua bajo el puente. Mi caso fue un punto de inflexión en la interpretación judicial. Lo digo, porque se estableció por la Corte Interamericana estándares para analizar si una norma es discriminatoria de base al aplicarse al caso concreto, es decir, si en los hechos importaba un trato discriminatorio. Estableció dicha sentencia internacional que la orientación sexual e identidad de Género son atributos de la personalidad y por ende no son renunciables para acceder a la protección de los derechos. Estableció parámetros para desarrollar el concepto de “interés superior” del niño, niña o adolescente. Dejó en claro que la Convención Americana no protege un solo modelo de familia (la compuesta por padre y madre) en el sentido de ser más merecedor de protección que otras. Establece la diversidad en la composición familiar y que es deber de los Estados dar protección a todas las familias.
Y en lo que a la judicatura chilena se refiere, la sentencia manda una señal clara en el sentido que los tribunales deben efectuar interpretación jurídica conforme a los derechos humanos contenidos en los tratados internacionales ratificados y vigentes y hacer el examen de proporcionalidad en las normas que establecen tratos diferenciados a las personas. Un completo cambio de paradigma interpretativo.
Ahora, el Poder Judicial, sin expresarlo en palabras en orden a decir “cumpliremos lo resuelto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la sentencia del “Caso Atala Riffo y Niñas contra Chile” se ha preocupado de avanzar en materia de Género.
Falta mucho aún, lo más importante; hacerse cargo de la parte de la Condena a Chile en lo referente a evitar que se repitan discriminaciones de este tipo. Es lo que se llama “Garantías de no repetición”. En el proceso internacional quedó acreditado que durante el juicio de tuición, primó en los jueces “la reproducción de estereotipos que están asociados a la discriminación estructural e histórica que han sufrido las minorías sexuales, particularmente en cuestiones relacionadas con el acceso a la justicia y la aplicación del derecho interno”.
En ese sentido se debe apuntar hacia cambios estructurales que desarticulen aquellos estereotipos y prácticas que perpetúan la discriminación contra la población LGTBQ+. ¿Y cómo se puede lograr? Educando.
La Corte Interamericana ordena que el Estado implemente “programas y cursos permanentes de educación y capacitación en: i) derechos humanos, orientación sexual y no discriminación; ii) protección de los derechos de la comunidad LGBTI y iii) discriminación, superación de estereotipos de género en contra de la población LGTBI.” Y es clara en señalar que estas capacitaciones deben estar dirigido “particularmente a funcionarios judiciales de todas las áreas y escalafones de la rama judicial”.
Entonces, veo que el Poder Judicial hace esfuerzos por poner término a estas estructuras discriminatorias en razón de género y diversidad sexual. Por supuesto, será un trabajo que va a tomar varios años, pero es absolutamente necesario.
– ¿Cómo considera que las empresas -públicas y privadas- pueden abordar el trabajo con personas transgénero para que se sientan integradas a los equipos de trabajo? ¿Cree que el Estado tiene una deuda con este colectivo?
– Bueno, para que un lugar de trabajo comience a incluir a personas Trans, primero debe trabajar internamente en modificar su cultura hacia una mirada inclusiva con el talento LGBTIQ+. Desde la creación de políticas, iniciativas y programas, pasando por programas de entrenamiento y formación y hasta tener una estructura de beneficios para dichas personas. Eso es fundamental para haya un espacio de respeto hacia el trabajador trans, de manera que se sienta cómodo y seguro en la organización.
Respecto a la deuda del Estado, esta existe indudablemente. No solo a nivel laboral, sino en todo el ciclo de vida de una persona Transexual y Transgénero. El mercado laboral y la falta de oportunidades para este colectivo, es producto de una serie de discriminaciones estructurales e históricas -en palabras de la Corte Interamericana- que viven a lo largo de su vida, principalmente en sistema educativo, que es excluyente e impide que un niño, niña o joven Trans pueda formarse en igual de condiciones que una persona heterosexual y cisgénero.
Además, si una Empresa quiere llegar a ser un lugar inclusivo y de espacio laboral seguro, primero debe medirse internamente, revisar su cultura organizacional y su cultura social, para ello una buena herramienta es la radiografía que año a año aplica Pride Connection, un programa internacional llamado Equidad CL que certifica a los buenos lugares para atraer talento LGBTI, que Fundación Iguales ha implementado en Chile.
– Si fuera legisladora, ¿qué ley dictaría con urgencia para las personas LGTBIQ+?
– Varias… Partiría con la capacitación para provocar un cambio cultural, así mi primera ley sería sobre Educación en afectividad sexual integral desde la educación preescolar y hasta le enseñanza media que harta falta hace en nuestra población joven; aprenderían a tener una sexualidad sana y responsable, con esto digo prevenir enfermedades de transmisión sexual, embarazo adolescente, hablar para prevenir el abuso sexual y la violencia de género.
Luego, haría una reforma a la Ley Antidiscriminatoria en el sentido de otorgarle una institucionalidad orgánica que sea la encargada de ejecutar las capacitaciones a los funcionarios públicos de todo el país, que oriente e implemente las políticas públicas en este sentido.
Por supuesto, modificaría la ley de adopción, para que sea una realidad que las parejas del mismo sexo no sean discriminadas al momento de postularse como padres adoptivos.
Modificaría la Ley de Identidad de Género para que contemple a las niñeces.
Y, si soñara un poco más, robustecería el sentido de la laicidad de los tres poderes del Estado y las instituciones públicas.
O sea, sería una legisladora bastante productiva (se ríe).
– ¿Cree que en su caso le ha tocado romper más de un “techo de cristal”, tanto como mujer y como lesbiana?
– Siempre, las lesbianas sufrimos doble discriminación o discriminación multifactorial; por ser mujeres y por arrancarnos del mandato hetero patriarcal y machista que permea nuestra sociedad. No quiero detenerme en señalar ejemplos del día a día, porque no vale la pena siquiera acordarse.
Preguntas cortas
- Un profesor/a que la haya inspirado en la universidad.
– Voy a ser equitativa en materia de Género.
Don Alejandro Guzmán Brito (QEPD), gran romanista, quien me hizo clases en mi primer año de la carrera en la Universidad Católica de Valparaíso. Su forma amena, culta de enseñar me hizo entender los orígenes del derecho civil que nos rige desde la antigua Roma y potenció aún más mi amor por la historia. Hasta hoy me recito alguna de las Actio Condictio.
Doña Norma Mobareck Asfura (QEPD), fue mi profesora de Historia del Derecho en la Universidad de Chile. Una mujer de cultura muy palestina, acogedora y maternal. Me dio la oportunidad de ser su ayudante por varios años, enseñándome el oficio en una relación maestra-discípula. Tanto me marcó que fui profesora de ese ramo en la Universidad Católica de Temuco por una década.
- Un líder LGTB+ que admire por su trabajo.
– Harvey Milk, que en los 70’s del siglo pasado se entregó de lleno por lograr se reconocieran los derechos para la comunidad LGTB y que pagó con su vida. Estuve en el 2009 en su museo en Castro Street, San Francisco, me sobrecogió ver el traje que vestía al momento de su asesinato, aún conserva las manchas de sangre.
- Si le mostraran una foto de su “yo pequeño gay”, qué le diría brevemente.
– No tengas miedo de ser quien eres, confía en ti y exprésate sin tapujos, te vas a ahorrar muchos dolores en tu vida.
- La característica más #queer que tenga (y que más disfrute).
– Ser lectora de los libros escritos primero por Beatriz Preciado y luego por Paul B. Preciado, junto a los de Judith Halberstam y luego Jack Halberstam. ¿Qué más ñoño queer, no?