“Las que se movilizan son mujeres jóvenes, pero detrás de ellas hay muchas más, por lo cual el feminismo quedó por un largo rato”

  • La directora del Centro de Derechos Humanos, Lidia Casas, es un referente no sólo de los derechos de las mujeres, sino que del mundo jurídico liberal. Ha luchado por los derechos reproductivos, por la píldora del día después y la despenalización del aborto, por los derechos del colectivo LGTBI y, hoy, nos regala parte de su tiempo para hablar de feminismo. ¿Hay un antes y después de mayo del 2018?

 

Entrevista: Christian Vidal Beros, para LWYR.

Fotografía: Universidad Diego Portales.

 

– ¿Cuáles son sus expectativas respecto de este momento? ¿Se podría aventurar compararlo con otros momentos sociales o globales como la lucha de derechos civiles de los 60 o los movimientos proaborto de los 70 en EE. UU?

Este movimiento, a mi juicio, no tiene las mismas características que los movimientos de los derechos civiles de los 60 o por la legalización del aborto en los Estados Unidos. Si uno observa el movimiento feminista no está compuesto por grandes organizaciones sino por múltiples colectivos cuyas orgánicas y de articulación social no responden a las antiguas lógicas de conducción política. Ello tiene bemoles, especialmente ante las posibilidades de avanzar en una agenda y que se quede paralizada porque no existe un claro interlocutor o que la rotación de este produzca desgaste y menor adhesión a las demandas. Entre nosotros hay mucha ignorancia sobre las demandas históricas de las mujeres, del MEMCH, de las sufragistas, de las organizaciones políticas femeninas, y también del rol del feminismo en la izquierda que recuperó la democracia.

Lo interesante, es observar cómo estas movilizaciones comienzan y son las denuncias comunes por las situaciones de acoso sexual o discriminación que las mujeres sufren en los espacios universitarios de parte de profesores o pares. Los reclamos no son nuevos, vale recordar los paros en las carreras de historia de la Usach y en la U Chile, por ello este movimiento fue gestando fuerza de manera silenciosa. Las estudiantes plantearon algunos de los temas de las movilizaciones hace un par de años, pero la movilización más amplia por la gratuidad no visibilizó las demandas de las mujeres al interior del movimiento estudiantil. En esos espacios hubo situaciones de violencia que la dirigencia masculina no fue capaz de enfrentar. Por ello, lo que ha tomado forma es, ir de una percepción individual y colectiva de agravio al tránsito hacia a espacios de organización para reclamar no sólo por las distintas formas de violencia sino por las condiciones generales de inequidad al interior de las universidades.   En lo que se parece al movimiento de los derechos civiles, es que la impunidad no es tolerada. El mayo de 2018 no se explica sin analizar lo que se venía gestando.

Hay comportamientos que no son aceptables, y salió con tanta fuerza que muchos no saben cómo responder.

– ¿Cómo se conecta este movimiento con lo que debiera ser la manera de implementar políticas públicas?

Si las jóvenes hubieran estado movilizadas de esta manera hace tres años, habría diputados y diputadas que no podrían caminar por la calle sin tener que responder por sus comentarios misóginos, por ejemplo, sobre la violación en el caso del aborto, los chistes y adjetivos a colegas en la Cámara de Diputados. Es decir, hay formas de comportamiento que estaban naturalizadas y que las mujeres debíamos soportar, si se reclamaba éramos tildadas de tontas graves.

El chiste del Presidente Piñera frente a la violación, el regalo de la muñeca del crecimiento en Icare, las expresiones del ministro Santelices ante la diputada Hernando son todas muestras públicas de ese machismo.

Ante este despertar para algunos, eso debiera desprejuiciar los debates en el Congreso, y del diseño de las políticas públicas. Tengo curiosidad de cómo el gobierno podrá llevar a cabo esta tarea considerando que algunas de las personas que participan en cargos técnicos importantes han tenido históricamente un rol fundamental en la negación de reconocimiento de la diversidad sexual o los derechos de las mujeres.

Hay muchas demandas en las que se levantan: mayor inclusión de mujeres en los materiales que se leen, mallas curriculares que sean inclusivas. Significaría que en este país no debería ser un tema un libro como Nicolás tiene dos papás.

– ¿Qué sectores o áreas de la sociedad ve más receptivos a este cambio de mentalidad y cuáles –por el contrario- percibe más reticentes o displicentes a las demandas feministas?

Lo que observamos son dos cosas: el factor generacional, son las jóvenes que muestran una efervescencia, pero se suman las mujeres, las más adultas las que se sienten o sentimos representadas en las demandas por lo que nos tocó.

Entre los varones, ciertamente está la cuestión generacional, pero también de los espacios culturales y sociales. Cada uno de ellos muestra de distintas maneras su machismo, y pese a los niveles educacionales, las mujeres no estamos necesariamente mejor. Por ejemplo, la profesión legal es conservadora, al momento de la contratación se preocupa por los atributos físicos de las postulantes, como me lo han dicho algunas de mis ex estudiantes, las preguntas en las entrevistas de la posibilidad de que las mujeres (no los varones) piensen en tener hijos.

– ¿En qué temas pueden asomarse tensiones entre el petitorio feminista y aquellos sectores reacios a las demandas?

Pienso por ahora en dos temas. Las cuotas ha sido un tema resistido por un sector conservador, pero también dentro de los liberales. La idea, porque muchos así lo creen, que la cuota es sinónimo de no competencia o capacidades, y no entienden que es la preferencia ante iguales condiciones.

La igualdad pensada como una forma de igual trabajo igual paga. Ello significa desclasificar las formas que adopta la remuneración, y los que han tenido privilegios no les gusta que se desclasifique.

– ¿Pueden los hombres (y particularmente los abogados) ser actores de este cambio? Hace muy poco –y en relación con la entrevista a cuatro abogados que se publica en este mismo número–, una estudiante consideró “irónico” que cuatro hombres opinen de feminismo. ¿Comparte esa postura?

Cualquiera de nosotros puede hablar de feminismo. Ésa no es la cuestión de fondo, sino desde el lugar en que se hace. Hay momentos que esas hablas me producen en momentos hilaridad. La estudiante lo califica de “irónico” y para mí es curioso, por así decirlo, ver cómo varones, intelectuales, políticos comenzaron a hablar de equidad de género cuando antes del estallido del movimiento estudiantil feminista, el género era una cuestión de los márgenes de discusiones políticas o sociales, era mirada con desconfianza o simplemente desdén y algunos hasta levantan las banderas de la justicia de género. Vale recordar que solo el año pasado hablábamos de la ideología de género, de un bus que recorría las calles de Santiago, y de los discursos transfóbicos de algunos miembros del actual gobierno. La política, eso aparece nítido en los rápidos giros que se explican por factores externos, ello sucedió con la velocidad en instalar el derecho a la identidad de género luego de que la cinta La Mujer Fantástica ganara el Óscar, ello puso a la actual administración en una situación compleja situación.

Se trata de un momento político que ha involucrado al mundo entero, el movimiento #MeToo que cruzó rápidamente las fronteras, primero la mirábamos a la distancia a Holywood. El momento político vino con el caso La Manada en España en que miles de mujeres condenaron la calificación que hizo un tribunal a una violación por un grupo de hombres.

Ese momento dejó la moda atrás para transformarse en un momento político. Eso debiera ser un catalizador de cambios en las conductas en los litigios, en usar el desprestigio a la víctima como una estrategia de defensa que todo vale. Podemos también ver el momento populista, donde todo se vende con cara de la carta del movimiento estudiantil, y eso es complejo cuando es solo una forma de caer bien y de no tener convicciones de fondo. Los gobiernos corporativos, los gobiernos de las instituciones educacionales. Una carta de las egresadas de derecho UDP reclamaron públicamente por el reciente cambio al Consejo de egresados/as en enero de este año, de la paridad que había en la integración del Consejo anterior a una integración en que hay solo 4 de 13 integrantes. El gobierno del Presidente Piñera ni siquiera habla de paridad, pero tiene un discurso de género. Por ello, no bastará solo con palabras. Las que se movilizan son mujeres jóvenes detrás de ellas hay muchas más, por lo cual el feminismo quedó por un largo rato.