“La mayor contribución que estamos haciendo a Chile es la lección de humildad y de resiliencia”

 

Así lo expresa la abogada venezolana Francesca Rodríguez, quien reside desde hace una década en el país, y que en la actualidad es reconocida como una de las más destacadas juristas latinoamericanas expertas en propiedad intelectual, patentes e investigación científica.

 

Texto: Miguel Angel Cruz, director editorial de LWYR

Imágenes: Andrés Cabezas, para LWYR.

 

La nueva realidad chilena es transversal y está convirtiéndose en un punto de referencia y atracción para muchas personas del resto de América Latina. En marzo entrevistamos a Ingrid Benninghoff, abogada colombiana del estudio CMS/Carey Allende y, a través de ella, conocimos a Francesca Rodríguez Spinelli, abogada venezolana actualmente Asociada Senior del estudio Alessandri.

Ella ha sido expositora en más de una oportunidad en el Seminario de Derecho de la Moda que coorganiza LWYR y, según los distintos rankings internacionales –como Chambers&Partners, Leaders League y Legal 500, entre otros–, Francesca una de las más reconocidas abogadas expertas en propiedad intelectual, patentes e investigación científica.

– ¿Cómo ve el desarrollo de la innovación ligada al patentamiento en Chile? ¿Cree que la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología aportará a fortalecer este nicho?

– Chile lidera la lista de países más innovadores de la región latinoamericana, seguido de Costa Rica y México, y esas son excelentes noticias para todos los involucrados en el ecosistema de la investigación y desarrollo (I+D), encaminada a la innovación y el patentamiento.

El pasado 13 de agosto se publicó en el Diario Oficial la Ley que crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, que ha encendido el debate en la comunidad científica-universitaria, por la incorporación de una norma que modifica el decreto con fuerza de ley No. 33 del Mineduc (1981), por el cual se fijaron las bases del financiamiento a la investigación científica y tecnológica y que dio origen al Fondecyt.

Esta modificación introdujo el polémico “artículo 9”, hoy día muy cuestionado por las Oficinas de Transferencia Tecnológica (OTT) de las principales universidades del país, dada su incidencia en el patentamiento financiado con fondos públicos. Este artículo establecería que los derechos de propiedad industrial resultantes de un proyecto de I+D, deberán ser objeto de una licencia no exclusiva, intransferible, irrevocable y onerosa a favor del Estado.

Si bien se ha argumentado que la licencia aplicaría en proyectos de ciencia básica, más que en los de ciencia aplicada (éstos últimos, más propensos a ser objeto de patentamiento), el gran tema allí es que muchas veces es difícil distinguir si una invención de hecho proviene directamente de proyectos Fondecyt. La falta de precisión de la norma sobre cómo y cuándo se debe comunicar al ministerio la intención de proteger las invenciones resultantes de estos proyectos de I+D, plantea un gran reto para la comunidad que hace ciencia en el país.

Además, como bajo este “artículo 9” se establecen las obligaciones de restitución del 100% de los fondos públicos asignados al beneficiario, y la de reintegrar un equivalente al 5% de los “ingresos” obtenidos por la explotación de los derechos de propiedad industrial, preocupa el futuro del emprendimiento y la transferencia tecnológica en Chile, pues medidas como éstas son poco atractivas para los investigadores y emprendedores nacionales que se esfuerzan por hacer una diferencia en la oferta de productos y procesos con valor tecnológico agregado.

Chile invierte menos del 1% de su PIB en I+D, y el sector privado, aún menos que eso. En tiempos donde se busca impulsar el desarrollo económico basado en la diversificación y la sustentabilidad, normas como éstas parecen contradictorias con el discurso pro-inversión en I+D de éste y pasados gobiernos.

Si bien el espíritu de este nuevo Ministerio pareciera ser el de aglutinar y sistematizar el trabajo de los distintos entes que hacen ciencia en el país, para que estos realmente conversen entre sí y más allá de esta polémica puntual en torno a los derechos de propiedad industrial, creo que el mayor desafío de este nuevo Ministerio estará en aterrizar la estrategia y la política que hay detrás de esa necesaria sinergia.

– ¿Cuáles son los temas que se vislumbran estarán en la discusión jurídica de la propiedad intelectual?

– Son varios los temas que se están tomando la agenda de la propiedad intelectual, por los desafíos que plantean las nuevas tecnologías y los cambios regulatorios que enfrenta Chile en la actualidad. Yo diría que los grandes temas son:

  1. Inteligencia artificial (AI), por la “red neuronal” de estos sistemas de aprendizaje autónomos y evolutivos, que van tomando decisiones claves durante el proceso de creación de obras intelectuales. Esto ha redimensionado la concepción tradicional que tenemos sobre la originalidad y, en definitiva, de la titularidad del derecho de autor sobre esas obras.
  2. Blockchain, como oportunidad tecnológica para repensar la gestión del derecho de autor en la industria de los contenidos digitales, por ejemplo, en términos de nuevas estructuras de licenciamiento y seguimiento/trazabilidad de las transformaciones y reproducciones de los contenidos que se distribuyen/consumen.
  3. Internet de las cosas (IoT) y ciberseguridad, por su impacto en la cotidianidad de los usuarios de todos los objetos y dispositivos digitalmente interconectados. Allí hay un enorme desafío en el rediseño de nuevas estructuras de licenciamiento de software, por ejemplo.
  4. Ley de fármacos II, con las restricciones que se proyectan para el uso de la marca o nombre de fantasía en el empaque de los fármacos, junto con la muy relevante discusión sobre la “accesibilidad económica”, por el alto costo de bolsillo que supone para los chilenos la compra de medicamentos. Esto se vincula directamente con el tema de las licencias obligatorias, que permitirían la explotación de patentes de fármacos aún vigentes, por razones de salud pública.
  5. Ley de rotulado de alimentos, por su impacto especial en las marcas gráficas/mixtas y las restricciones a la utilización de éstas en publicidad dirigida a menores de 14 años.
  6. Reforma a la Ley de incentivo tributario a la I+D, para favorecer la adquisición de start-ups y masificar su utilización por las pymes.
  7. Ley de Transferencia Tecnológica, que ojalá aclare y equilibre las inquietudes instaladas en los partícipes del ecosistema de I+D e innovación, por el mencionado “artículo 9, en la Ley que creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.
  8. “Ley corta” propuesta por el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INAPI), para modificar sustancialmente la Ley de Propiedad Industrial vigente, como resultado de la renegociación del Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Entre otros aspectos de interés, implicaría: actualizar el concepto de marca, para incluir otros tipos de signos distintivos (marcas táctiles, olfativas, tridimensionales); incorporar la cancelación de marcas por no uso; establecer limitaciones al derecho de patentes, por ejemplo, para permitir la preparación de medicamentos bajo prescripción médica, “en ciertos casos individuales”.

– Ya entrando al último trimestre del 2018, como mujer y como venezolana, ¿qué le está dejando este año, noticioso en ambos temas?

– Éste ha sido un año efervescente en ambos planos.

La masiva movilización de mujeres alrededor del mundo ha logrado demostrar algo que siempre hemos sabido, pero que nos ha costado mucho estructurar y aplicar: unidas, somos más fuertes. Este despertar racional ha permitido remecer a la sociedad, para visibilizar e instalar una agenda clara sobre la necesidad de detener y condenar la violencia y discriminación por razones de género. Temas como el acoso, la brecha de género, en términos de la notable disparidad salarial entre hombres y mujeres por el desempeño del mismo trabajo, así como la baja representatividad femenina a niveles de alta gerencia; son muestras evidentes de que Chile tiene una tremenda oportunidad, pero también un impostergable deber de hacer mucho más por las mujeres y las generaciones que estamos formando.

Como venezolana, el 2018 me ha dejado la triste certeza de que la crisis del país es más profunda y dolorosa que la que muestran los medios. Los venezolanos no estábamos acostumbrados a emigrar, porque el vínculo que tenemos con nuestras raíces y nuestras familias es muy hondo. Pero hemos sabido convertir este “viento del exilio” en una ocasión para cultivar la esperanza, el valor de la humildad y del trabajo duro.

Justo este año, han sido ya varias las veces que, en medio de una reunión de trabajo, por ejemplo, con nuevos clientes, alguien nota mi acento e inmediatamente conecta y solidariza con Venezuela… Me cuentan lo entusiasmados que están con la migración venezolana que ha llegado a Chile y eso me ha hecho inmensamente feliz, pues la mayoría de los venezolanos ha venido justamente a aportar. Por muchas capacidades y títulos universitarios que hayamos acumulado antes de llegar aquí, la mayor contribución que estamos haciendo a Chile es la lección de humildad y de resiliencia, de sincero agradecimiento por darnos una oportunidad en tiempos difíciles, tal como Venezuela lo hizo con muchos chilenos que conocieron y padecieron las mismas miserias que germinan en los totalitarismos.

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Ficha personal

Nombre completo: Francesca Antonella Rodríguez Spinelli.

Referente femenino: En el plano personal, obviamente que mi madre, una luchadora eterna. Como admiradora de las mujeres que han dejado huella haciendo ciencia, Marie Curie, científica de la radioactividad y primera mujer en ganar un premio Nobel, quien –paradójicamente– no quiso patentar el procedimiento de aislación del radio.

Migración: Una realidad ancestral, enriquecedora y cíclica. Como venezolana y chilena asimilada, miro con optimismo este nuevo Chile, mucho más diverso y colorido que aquél al que llegué hace ya unos 10 años.

Movimiento feminista: Un gran desafío social. Valoro el rescate de la solidaridad entre mujeres, porque allí hemos encontrado espacio para visibilizar e impulsar causas que, en definitiva, trascienden el género.

Lo mejor de Chile: La libertad y la oportunidad, como certezas sobre las que puedes construir una vida.

Lo mejor de Venezuela: Su gente, de un tesón y resiliencia incomparables.

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