Crónica de una agresión previsible

Carolina_Cortes_PQNPor Carolina Cortés Solís.

Egresada de Derecho de la Universidad Diego Portales.

[divider]

A días de la declaración de Nabila Rifo, víctima de una brutal agresión, es menester cuestionarse el real problema que genera y permite la violencia -en todas sus manifestaciones- que sufren continuamente las mujeres en nuestro país.

Así, cabe recordar el inolvidable sábado 1 de Marzo de 2014 cuando fue publicado por Bío Bío Chile el relato de Carola Barría, que repasaba el brutal ataque que sufrió de parte de Juan Ruiz Varas, su ex pareja en septiembre de 2013, quien le arrancó los ojos en un ataque de celos injustificado, cobrando de paso la vida de otro hombre y dejando a un tercero tetrapléjico. Carola intentaba hacer un renovado llamado público para alentar a otras mujeres sobre la necesidad imperante de actuar oportunamente frente a la violencia intrafamiliar.

Sin embargo, no mucho tiempo después, el 14 de mayo de 2016, Nabila Rifo, de 28 años y madre de cuatro hijos, fue encontrada agonizando en plena calle en la austral ciudad de Coyhaique, con graves lesiones en su cuerpo, con el cráneo fracturado y sin sus globos oculares.

Ya en la madruga del 18 de mayo la Policía arrestó a Mauricio Ortega, pareja de Rifo y principal sospechoso del ataque, sobre quien pesan duras denuncias anteriores de violencia intrafamiliar tras haber intentado ingresar a la casa de Nabila armado de un hacha. Sólo días atrás y tras meses de recuperación en la ex posta Central y un reciente traslado a Coyhaique, la mujer declaró por primera vez ante el fiscal a cargo del caso, Pedro Salgado, reconociendo a Ortega como su brutal agresor.

Por tanto cabe preguntarse, si se efectuaron denuncias anteriores de violencia intrafamiliar contra el mismo hombre, ¿por qué se concretó este ataque finalmente? ¿Cómo se logró cometer el mismo? ¿Acaso no se contaba con los medios o recursos idóneos para resguardar a Nabila?

Sabemos que nadie está en la directa obligación de salir en defensa ajena, pero habiendo, al menos, un testigo presencial del hecho, ¿cómo es posible que se quedara impávido ante el brutal delito de femicidio que se estaba consumando a su vista y paciencia? ¿Cómo los “amigos” y familiares que se encontraban junto a la pareja momentos antes de la agresión en su formato más brutal no tomaran mayores acciones para proteger a Nabila? Y, por último, ¿cómo la madre y hermanas de Nabila no fueron capaces de resguardarla si estaban alertadas por los hijos de la pareja de la fuerte discusión? Son dudas que debemos plantearnos como sociedad en conjunto al pensar en tal cobarde agresión.

Desafortunadamente, Nabila no se salvó esta vez, pero ¿cuántas mujeres más tienen que sufrir para que se tomen medidas preventivas reales? ¿Acaso creen que con un fono denuncia que promocionaba el Sernam meses atrás se soluciona el problema?

Distintas mujeres en sus diversos relatos han comentado lo difícil que es para ellas librarse del maltrato perpretado por parte de sus parejas e, incluso, gran parte de las mismas resalta que la parte más ardua al siquiera intentar terminar con una situación de violencia es el miedo, miedo reverencial a terminar siendo un número más en el conteo de femicidios a lo largo del año y que hasta el momento suman más de 15, sólo en nuestro país.

Entonces, ¿qué permite que sigan ocurriendo estos actos de violencia sexista que han terminado con la vida de tantas mujeres? En Chile se comenten aproximadamente 40 femicidios al año y las distintas autoridades del país creen que con un discurso sobre violencia –mutilación- de género o con propuestas sobre la imprescriptibilidad de los delitos de ésta índole se logrará frenar los ataques constantes de violencia física, psicológica y simbólica que ocurren día a día, momento a momento contra la gran –por no decir todas- mayoría de las mujeres del país.

Acá el problema es mucho más serio que un bonito discurso o un par de medidas penales. Es un problema social que viene desde la cuna, desde nuestra crianza, y que se desarrolla y manifiesta a lo largo de toda nuestra vida. El problema se llama machismo, esto es, según la definición de la RAE “la actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres” y que sólo podremos combatir con una educación no sexista, con consciencia en el cambio de roles sociales, con la penalización castigadora y de mano dura contra el acoso sexual, con la desnaturalización de los actos de violencia hacia la mujer y lo más importante, con miras hacia una igualdad de género.

Necesitamos actuar más que reaccionar. Si estos cambios no se materializan pronto muchas más mujeres serán mutiladas, golpeadas, violadas (con un promedio de 10 violaciones diarias) o acosadas.

Según un estudio de la INJUV junto a OCAC llevado a cabo a fines de 2015, un 68% de mujeres denunciaron que fueron víctimas de acoso sexual callejero- esto da luces de un problema pertinente a políticas públicas urgentes. Como país nos enfrentamos a dos caminos: seguir permitiendo estas situaciones o bien, combatir la violencia de género con educación y cultural inclusiva.

Nabila podría haber sido salvada del brutal ataque en manos de su pareja si su entorno social hubiese reaccionado de no haber naturalizado la violencia a la mujer y si todos dejáramos de verlo como una problemática cotidiana y común. Abramos los ojos y cooperemos para frenar este cáncer que nos afecta a todos hoy en día, como individuos, como chilenos y como comunidad.