Sobre el feminismo en Polonia

Por María Gabriela Vásquez M.

Abogada por la Universidad de Chile.

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Polonia es un país con una extensa historia llena de sufrimiento, lucha, éxitos, unidad y desarrollo que no queda ajeno a tener paradójicos matices. Lo anterior, también se ha plasmado en el  feminismo, dentro de este reconocido país de mujeres históricamente fuertes y empoderadas, que han generado cambios y también mantienen desafíos por realizar.

Como muchos países europeos, los primeros movimientos feministas se hacen notar a comienzos del siglo XIX, con personajes de la literatura como Klementyna Hoffmanowa que si bien mantenía en su obra ciertos estereotipos, pregona la necesidad de educación para las mujeres. Esto,  fue posteriormente afirmado como un derecho por autoras renombradas como Eleonor Ziemiecka y Narcyza Żmichowska, entre otras.  Cabe nombrar que en 1830 se forma el grupo Entuzjastki (Entusiastas), considerado como el primer grupo de intelectuales en Polonia a favor de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Así también, exigían mayor libertad moral para las mujeres polacas, que se tuviera en cuenta su contribución a la lucha de liberación nacional – recordemos que en reciente había sido la emancipación en contra de la invasión rusa donde mujeres lucharon- promoviendo asimismo una educación moderna y  la idea de la independencia económica de las mujeres.[1]

Así, la literatura fue desarrollándose y a comienzos del siglo XX aparecieron renombradas autoras  como Maria Konopnicka, Eliza Orzeszkowa y Zofia Nałkowska quienes enfatizaron en sus obras aspectos racionales sobre la feminidad.  En esta parte de la historia se da uno de los hitos más importantes y destacables, ya que a diferencia de muchos países el voto femenino se logró en 1918 cuando el Mariscal Józef Piłsudski era jefe de Estado. Con esto, no solo se reconocería el derecho al sufragio sino que también a presentarse a elecciones, llegando al parlamento potentes mujeres de distintas tendencias políticas, sus nombres; Irena Kosmowska, Jadwiga Dziubińska, Zofia Moraczewska, Gabriela Balicka y Maria Moczydłowska. Y posteriormente,  Anna Piasecka,  Franciszka Wilczkowiakowa  y Zofia Sokolnicka.[2]

Las guerras mundiales trajeron consigo un silenciamiento de muchas organizaciones, incluyendo los grupos feministas cuyas actividades fueron mayormente clandestinas y de resistencia. Cabe destacar que en el periodo entreguerras en 1932 se aprueba un nuevo Código Penal que legalizaba el aborto cuando existieran razones médicas o cuando el embarazo proviniera de crímenes. El nazismo vino en imponer duras penas a quienes abortaran o auxiliaran en la realización de abortos, lo que duró hasta 1945, volviendo a aplicarse la ley de 1932.

Con la invasión soviética surgen interesantes cambios, destacándose  así en 1956 la aprobación del aborto en las tres causales, así también como un teórico intento por igualdad de derechos legales entre hombres y mujeres. La propaganda enfatizaba en mujeres trabajadoras y empoderadas, generando además costumbres como regalar flores y medias a las trabajadoras para el día internacional de la mujer. Sin embargo, no relucen nombres de mujeres en la jerarquía comunista y publicaciones feministas serían apoyadas siempre que mantuvieran lineamiento con las ideas del bloque.

La caída de la Unión Soviética y los nuevos tiempos para Polonia trajeron un panorama distinto que se tradujo en que los primeros años fueron dedicados a reconstruir el país, la economía y la democracia. Pareciera ser que en este periodo se refuerzan bases que hoy sirven para entender que la brecha en el desarrollo profesional y salarios entre hombres y mujeres no sean tan amplia en Polonia, constituyéndose hoy como una de las más bajas de la OCDE,[3] posicionándose 20 lugares más cerca de la equidad que Chile, por ejemplo.

Ahora, es fundamental entender que la iglesia católica había sido históricamente un pilar de unión para la nación polaca sobre todo en tiempos de guerra e invasiones. Sin duda materializó la representación de resistencia a los regímenes y funcionaba (y funciona) como estrategia para ciertos partidos políticos, como el que hoy gobierna Polonia (PiS) con un toque bastante conservador y amenazante para derechos establecidos.  En este punto corresponde distinguir que no corresponde – como lo hace erróneamente la prensa- definir a este partido como esa derecha tradicional como la que conocemos en América Latina, siendo PiS un partido de corte conservador moralmente y con políticas económicas y reformas más cercanas al socialismo que las implementas por los gobiernos como el de Michelle Bachelet en Chile por citar un ejemplo, aunque este análisis merece otro artículo.

La actualidad del feminismo en Polonia es desafiante. Las mujeres tienen un destacable acceso a la educación, alta independencia económica, derechos laborales que benefician la maternidad,  entre otros.  En este contexto, no existe la aberrante figura de la administración del marido en la sociedad conyugal como en Chile. Pero por otro lado, aún existen múltiples materias en las que seguir avanzando para llegar a una equidad total.

Una de las mayores amenazas radica en iniciativas para criminalizar el aborto y retroceder en la legislación, que fueron presentadas en 2015 y en 2016. Esta última trajo consigo uno de las demostraciones de descontento y poder más importantes en los últimos años, la llamada Czarny Protest o Protesta Negra  movilizando miles de personas en oposición a los intentos del gobierno.

Una serie de controversias han surgido desde entonces, como la que dejó en evidencia una división en el movimiento feminista cuando en la portada de la revista Wysokie Obcasy  aparecieron tres integrantes del “Aborcyjny Dream Team” con camisetas rosadas que decían “Aborcja jest ok” (El aborto está bien). Esto generó reacciones opuestas en todos los sectores, incluso los más liberales, sin poder profundizar de manera significativa en el tema y quedándose mayormente en la polémica de malos entendidos.

Interesantes personajes aparecen en la escena feminista y política como lo son Agnieszka Dziemianowicz-Bąk, Barbara Nowacka, Marcelina Zawisza o últimamente en portadas Robert Biedroń – activista LGBT abiertamente homosexual y ateo- quien el pasado 3 de febrero inaugura el partido político Wiosna (Primavera) que trae consigo propuestas progresistas incluyendo reformas en derechos en pos de la igualdad de género.

El movimiento feminista en Polonia requiere de una mayor unidad tal como ocurre en países como Chile dónde un marcado compromiso junto con sólidos argumentos, deben ser el motor que despierte a la población, incentivando una posición activa e informada para efecto de promover y consolidar reformas. Sin esto, se dificultan los avances sustantivos con asideros en todos los rincones de la sociedad.

 

[1] Véase https://feminoteka.pl/mhk-z-nich-my-wszystkie-entuzjastki-o-kwestii-kobiecej-i-narodowej/
[2]  Véase https://wyborcza.pl/alehistoria/7,121681,21378190,szanowne-panie-poselki-kim-byly-pierwsze-kobiety-w-polskim.html?fbclid=IwAR2RGQmWuJ3-0zSGa8LSb3LfumhAoYlFVBkEcAllN2pn7rW-_a_VMn8jjiU&disableRedirects=true
[3] Brecha Salarial de Género en la OCDE. Véase: httpss://data.oecd.org/earnwage/gender-wage-gap.htm