La discriminación hacia las personas migrantes en Chile

Por Consuelo Sanhueza González.

Abogada por la Universidad Andrés Bello. Diplomado en Derechos Humanos y Políticas Públicas de protección de Migrantes y Refugiados y Diplomado en Derecho Procesal Penal.

A partir de crisis económicas y políticas, hombres y mujeres latinoamericanos migran hacia Chile para obtener una mejor calidad de vida. Sin embargo, se encuentran con una discriminación estigmatizada por el físico, color o nacionalidad, que condiciona el actual de estos individuos.

En el 2017 ocurrieron dos hechos que evidencian una discriminación racial. El primer episodio se produjo en un terminal pesquero en la comuna de Lo Espejo, en que un individuo de nacionalidad chilena apuñala a otra de nacionalidad haitiana, ya que ella realizaba las mismas labores que éste último.

El segundo hecho terminó con la muerte de una joven haitiana que fue acusada de dejar abandonado a su hijo recién nacido. Sin embargo, no abandonó a su hijo, sino que fue asaltada y persiguió al delincuente para recuperar su bolso, y -al ver que había dejado a su hijo- las personas que estaban en el lugar lo percibieron como abandono, llamando a Carabineros.

Al ser detenida la mujer se infringe golpes en la cabeza, debido a su desesperación por la barrera idiomática, falleciendo en la Posta Central, transgrediendo de esta forma toda norma que establece la obligación de tener un traductor cuando una persona es detenida y no habla nuestro idioma.

El primer caso refleja la percepción de supremacía hacia las personas haitianas, en que los migrantes deberían tener trabajos menos calificados en comparación con las personas chilenas. Pero la discriminación se extiende en la diferencia salarial, las restricciones a optar tipos de cargo laborales y la desprotección del trabajador. El segundo caso muestra una discriminación institucional, ya que se procedió a la detención ilegal, sin investigar el contexto, ni se tuvo la disposición a entender lo que sucedió.

Hago presente estos ejemplos, para recordar lo que hoy está pasando con los migrantes venezolanos y colombianos que entran por nuestras fronteras del norte del país, en plena pandemia. Muertos que no salen de forma enfática en los reportes, pero que se encuentran en los caminos o campamentos que se construyen en medio del desierto producto del COVID-19 y de las condiciones climáticas, que quienes no conocen esta zona no podrían ni imaginar.

Enfermos que son encontrados por el limitado personal uniformado que trabaja en esas zonas o derechamente por los pobladores de dichas localidades, prácticamente abandonadas, como por ejemplo Huara. Si no fuera por esto, Colchane seguiría siendo una localidad desconocida para muchos chilenos.

Olvidamos que esto no es sólo grave por un tema humanitario y sanitario, se nos olvida que la mayoría de estas personas vienen por un negociado, tan conocido como es el tráfico de migrantes que sigue funcionando y, que hoy por hoy, es un tema no prioritario a nivel país. No es un hecho desconocido para quienes vivimos en la zona, como los famosos “coyotes” dejan a la gente a su suerte.

Para avanzar como sociedad debemos entender estas olas migratorias, conocer la realidad de los migrantes y sólo así se podrá desarrollar la empatía, generando un descenso de hechos discriminatorios. Además, de que el Estado tiene un trabajo de modernización que aún está pendiente, capacitando al personal y construyendo nuevas políticas públicas que contribuyan en el desarrollo de una sociedad más equitativa y multicultural.