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Hurts – Exile: La Perturbadora Belleza Del Dolor.

José Ignacio Núñez

Por José Ignacio Nuñez Leiva

Abogado, Pontificia Universidad Católica de Chile. Especialista en Constitucionalismo y Garantísmo, U. de Castilla La Mancha – España. Magíster en Derecho Público P. U Católica de Chile. Doctorando en Derecho, U. de Castilla La Mancha. Profesor y Director de Post Grado en la Facultad de Derecho de la Universidad Andrés Bello. Coordinador del Círculo Académico Nuevas Perspectivas en Derecho Público. Autor de numerosas publicaciones científicas en las áreas de Derecho Público, Derechos Fundamentales y Teoría del Derecho. Director del Área de Litigios de Novarum Abogados y Consultores.

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Un colega y buen amigo – conocedor de mi debilidad por Muse – un día cualquiera,  me envía el link a un video de Youtube: me pregunta si pienso que la canción se parece a las de Bellamy & Company. Otro camarada – de aquellos que te enseñan algo todos los días – un viernes común y corriente,  entre cervezas y cigarrillos, me hace entender lo que significa la Belleza. Algunas semanas después, llega a mis manos un CD de este grupo,  esperado con esa cándida expectativa de hallar empatía en de algún acorde, entonación o verso: Exile, de Hurts. El resto de la historia viene a continuación…

Luego de un año de tránsito intelectual redimido y sublimado por mis más fieles placeres musicales de pre y post adolescencia (La Ley, Eminem y FooFighters), soy presa de la melódica melancolía británica. Pero no de cualquiera, de la épica rebeldía de Muse y la sincrética estela de Hurts.

Exile es el segundo disco del dúo inglés integrado por Theo Hutchcraft y Anderson Adam.

Muchos han criticado con dureza esta secuela, reclamando una supuesta traición a la trayectoria del grupo. Pero la verdad es que – salvo el uso de poderes trascendentes – difícil es desentrañar la esencia de un artista a partir de su ópera prima. Aunque para el lector sea irrelevante, me inclino por aquellos que – emulando a Da Vinci – producto de sus particulares biografías se sacuden los prejuicios de la tradición y se dedican simplemente a estudiar el mundo e imaginar universos nuevos, sin el lastre de los preconceptos.

Este disco publicado en 2013 – como me enseño ese amigo imprescindible – es perturbador, es decir, bello. Entrega 12 canciones perfectamente identificables con un referente en particular, pero que en su conjunto hacen envidiar la versatilidad de Hurts para combinar una estética pop-futurista, con un listado de canciones que parecen un homenaje a la dulce nostalgia del Truman Capote de Desayuno en Tiffany’s. Todo mezclado con las más representativas influencias del rock –pop electrónico. De las 12 canciones del disco, me referiré sólo a las más llamativas, para no aburrir al lector.

La primera canción del disco se llama Exile y es rotunda desde su primer verso. Con notorias influencias de Depeche Mode, fulmina con una afirmación tan cierta como añorada por la pluma de un premio Nobel: “home, is where the heart is”. Franca y demoledora.

Miracle  es una resurrección de la atmósfera de Absolution  de Muse. Lastimosa, desencantada y doliente, con un comienzo que imita a Time Is Running Out, pero con letras de aquellas. De esas que reconocen algo perdido, pero que en el exilio de los dos destierros – como diría Patricio Manns, en Medianoche – ofrecen cualquier sacrificio a cambio de esperanza: “No love, no ligth, no end in sight. And i’m looking for a miracle”.

Sandman, es heredera de la primera electrónica industrial y destaca por lo perverso de su letra. Un desafío a esa dura soledad de la noche, que recuerda que sólo somos nosotros cuando estamos solos. Pero es también una cándida amenaza (engalanada por coros infantiles) a los fantasmas internos que acechan en medio del insomnio.

Blind – la cuarta del disco – es una oda al arrepentimiento por esos errores que tuercen el semblante de los relatos del pasado, pero con alardes de himno o cántico de galería. Dolor bailable.

Only You, ahonda la senda del remordimiento. Con influencias de Everyting but the Girl e Inxs, declama: “No matter where you are, I’ll will always think of you”. Así de claro. Al tiempo que aspira a hacernos danzar en alguna lúgubre pista, con esa reconocible indiferencia que es huésped de la inseguridad

The Road es una obra maestra. Bellamy y Reznor en menos de cinco minutos. Muse + Nine Inch Nails. Envolvente y rabiosa. Delicada y agresiva, como lo que se añora, pero que viene y se va. Y se va. Something I can never have, de NIN es su predecesora, sin duda.

Cupid, es otra arteria de la electrónica inglesa. Es Personal Jesus de Depeche Mode arropada en una tragedia romántica simple, pero universal, que perfectamente podría tener lugar en las calles de Verona.

Somebody to die for, porta un luminoso pero dramático sentimiento. Con talante de himno, repasa el arquetípico consuelo del que prefiere tener algo valioso por que morir, en lugar de una razón para vivir. Excelente canción para un desahogo en aquellos momentos en que deseas bajarte del universo.

Finalmente, Help, con el piano de Sir Elton John, es la síntesis del más universal pop británico de la década pasada. Con elementos del sobrecogedor Fix You de Coldplay, es una sincera plegaria por una honesta aspiración de muchos: un amor que los salve de lo extraordinario y lo cotidiano.

En fin, Exile, conecta – usando esa melódica destreza que llevan en su ADN los ingleses – con las nada novedosas y, por eso, tan humanas entrañas del dolor. Las que por mil caminos culminan en un denominador común: el arrepentimiento. Pero en forma perturbadora, es decir, bella. Gracias a Exequiel por enseñarme en qué consiste la Belleza y a Hugo por presentarme a Hurts.

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