“Hay que defender los libros como vehículo del pensamiento”

Para la abogada argentina Valeria Guerra, actual directora de Edición y Formación de la Editorial Tirant Lo Blanch para Chile, la pandemia ha evidenciado el valor de la tecnología como respuesta al distanciamiento social. En ese contexto, enfatiza que las bibliotecas virtuales se convirtieron en una gran herramienta para superar la suspensión de las clases presenciales y la cuarentena general.

Texto: Miguel Ángel Cruz, director editorial de LWYR

Imágenes: Andrés Cabezas, para LWYR

Desde febrero del año pasado, Valeria Susana Guerra es la directora de Edición y Formación de la Editorial Tirant Lo Blanch para Chile, una firma especializada en la publicación de obras jurídicas. Desde ese puesto tiene el privilegio de acceder al nuevo conocimiento y tendencias que se dan en el ámbito legal.

Pero no es la única actividad de esta abogada titulada en la Universidad de Buenos Aires, en Argentina, pues también es profesora de Derecho Romano en la Universidad Andrés Bello desde mediados del 2019.

Radicada en Chile desde julio de 2018, esta jurista especializada en Derecho Romano es una ávida lectora y destaca por su gran capacidad de análisis. De hecho, hace unos días participó en una exposición del profesor Alejandro Romero, quien realizó una interesante reflexión sobre la formación de los estudiantes de Derecho y su relación con los libros.

Le recordó la advertencia que daba un destacado romanista, Álvaro D’Ors, cuando señalaba que “el estudio del Derecho es un estudio de libros y no de cosas, fenómenos o números, no necesita aparatos ni laboratorios”.

– ¿Qué opina de esa declaración de Álvaro D’Ors?

– Es una frase fuerte y de un enorme valor simbólico: es muy elocuente. D’Ors quiere significar que las ciencias jurídicas pertenecen al ámbito de las humanidades y no al campo de las ciencias sociales, como sociología y la economía, que son más bien empíricas. Yo comparto esa idea, porque ubica al Derecho en una tradición plurisecular de esfuerzos intelectuales para construir un sistema bueno y justo, alejándolo —en definitiva— de la antipática idea de verlo como una ingeniería social.

Sin embargo, poner el énfasis en el estudio de libros no quiere decir que el jurista no deba ser atento a la realidad, a los intereses que mueven a las personas y, quizás sobre todo, a los conflictos de intereses que surgen entre las personas. Una adecuada formación jurídica se compone de libros y de observación de la realidad, aunque en estos tiempos parece necesario remarcar la importancia de los libros. Por eso me pareció muy pertinente y oportuna la reflexión del profesor Alejandro Romero, en relación con los estudiantes de Derecho y la importancia de los libros.

Es indiscutible la necesidad de los libros para el Derecho, como manuales y tratados sobre todo. Sin embargo, la actual pandemia presenta un desafío para la enseñanza habitual y ha evidenciado el valor de la tecnología como respuesta a esta problemática. Entre otros recursos, las bibliotecas virtuales se convirtieron en una gran herramienta para superar la suspensión de las clases presenciales y la cuarentena general.

– ¿Por qué cree que eso acerca de las bibliotecas virtuales?

– Ellas nos permiten acceder a enormes fondos bibliográficos mediante un simple “clic”. Sin necesidad de tener que desplazarnos físicamente para llegar a las bibliotecas públicas tradicionales, la digitalización de libros nos ofrece la posibilidad de leer, de estudiar y, en definitiva, de pensar. Esto es muy valioso este tiempo de pandemia, con confinamiento obligatorio o restricciones a los movimientos de las personas.  

Por suerte las sociedades contemporáneas hace tiempo que vienen desarrollando estos recursos. Un ejemplo emblemático es el proceso de proceso de digitalización que desde hace más de dos décadas ha encarado la Bibliothèque Nationale de France y que dio como resultado la biblioteca digital llamada BNF Gallica.

La editorial española Tirant Lo Blanch hace ya más de veinte años que avanza en este sentido. Con cada libro en soporte material, publica el correspondiente libro en formato electrónico, que inmediatamente se incorpora al fondo digital que hoy llega a casi 8.000 títulos.

Contra algunos prejuicios que pueden existir en relación al libro digital, un fino estudioso de la historia de la lectura, Alberto Manguel, nos tranquiliza: “leemos en pantalla como leíamos en rollos de papiro. Cada vez que avanzamos, lo hacemos retomando cosas del pasado”. Codex y pantalla de ordenador son soportes materiales de una misma noble actividad: la lectura, madre del pensamiento.

Las bibliotecas virtuales acercan los textos a alumnos y profesionales, quienes pueden acceder a importantes obras a un costo inferior en relación con el libro en papel. Amplían, así, el acceso al conocimiento, equilibran las desigualdades sociales y geográficas, en suma, propician una sociedad más equitativa mediante la igualación de oportunidades.

Las distancias y, en estos días, el confinamiento nos alejan de las venerables e insustituibles bibliotecas tradicionales. Con todo, las virtuales nos dan la posibilidad de superar los estrechos límites de nuestras casas para acceder al inagotable mundo de los libros, pues es cierto que, como avisó Borges, “el universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales”. El encierro es una oportunidad para abrirse al mundo a través de la lectura de buenos libros, imprescindibles en la formación jurídica.

– ¿Considera que la sociedad actual está preparada para transitar adecuadamente a la lectura de los libros digitales o hacen falta algunos pasos intermedios?

– Más que preparada. Están los nativos digitales. Las otras personas han incorporado cada vez más a su vida el uso de recursos electrónicos. En definitiva, las personas saben manejar ordenadores y están acostumbradas a leer en pantallas. Por otra parte, la situación actual de pandemia ha intensificado la entrada de la tecnología a todos los ámbitos de nuestra vida. Las condiciones estarían dadas.

– En relación a lo anterior, ¿hacia qué tipo de literatura se orientaría esa “nueva” lectura en soportes digitales y por qué?

– A mi modo de ver, el soporte digital no repercute en los géneros literarios que existen. En todo caso, parecería que hay ciertas tendencias sociales y hábitos que impactan en aquello que se escribe, se publica y se lee. Sin embargo, me parece que estos cambios no obedecen al soporte de lectura, sino a algunos rasgos de la posmodernidad (velocidad e inmediatez, consumo y entretenimiento, etc.).

– ¿Considera que este cambio cultural hacia los libros digitales significará el fin de los libros en papel u otros formatos físicos, o espera una sana convivencia entre el mundo digital y analógico?

– Hay que defender los libros como vehículo del pensamiento. Libros en soporte material y electrónico coexistirán sin problemas. Creo que irá ganando cada vez más difusión el libro electrónico, pero sin que ello comporte la desaparición de los libros en papel. Ir a una biblioteca o una librería, tocar el papel, sentir su aroma, eso también seguirá siendo una experiencia atractiva, romántica, necesaria.

Los libros electrónicos nos abren otras posibilidades: son más económicos, fácilmente “transportables”, accesibles inmediatamente. Al día siguiente de su publicación puedo leer un libro publicado en Madrid, Buenos Aires, Bogotá o Santiago. Eso es fascinante.