La nueva realidad de las abogadas en Chile

abogada1 Marina Martinez Cesar Paloma Infante Mujica Ingrid Benninghoff Prados Francesca Rodríguez Spinelli

Cinco representantes de una nueva generación hablan del ejercicio de la profesión en nuestro país. Las hay chilenas y extranjeras, con intereses diversos y trabajos disímiles. Sin embargo, el punto en común de todas ellas es la fuerza de su vocación.

Entrevista de Miguel Ángel Cruz.
Fotos de Carlos Caballero.
Producción:Vestidos de Maika Araiz www.maikaaraiz.cl
Zapatos de Franco Sarto y Naturalizer

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Quisimos en este número centrarnos en las mujeres, abogadas, jóvenes e inteligentes. Decididas, profesionales y que aman su trabajo. En la búsqueda, quisimos conversar con extranjeras que por distintas razones se encuentran viviendo –y trabajando– como abogadas en Chile, así como también con chilenas que han vivido afuera. El resultado ha sido increíble.

Marina Martínez es de Córdoba, está en Chile desde 2004 y ejerce como abogada desde nuestro país para un estudio jurídico en Argentina gracias al uso de una VPN que le permite gestionar los casos de sus representados (principalmente ART, Aseguradoras de Riesgos de Trabajo) al otro lado de Los Andes. La flexibilidad de horario le permite trabajar y criar a sus dos hijos pequeños sin mayores conflictos.

Francesca Rodríguez es venezolana e Ingrid Benninghoff, colombiana. Llegaron a Chile en 2008 para cursar un Magister en Derecho Internacional que la Universidad de Chile ofrece en conjunto con la U. de Heidelberg, donde se conocieron y fueron compañeras durante todo el programa. Francesca hoy trabaja en Alessandri y Cía., donde se desempeña en el área de propiedad industrial, mientras que Ingrid acaba de ser nombrada como Directora de Marketing en Carey y Allende.

Paloma Infante es abogada de la Universidad de Chile. Trabajó en el Grupo de Recursos Naturales y Medio Ambiente de Carey y Cía., y volvió a Santiago hace cuatro meses desde Estados Unidos, donde estudió un LLM en Derecho Ambiental en la New York University gracias a la beca Fulbright. Actualmente trabaja en la recién creada Superintendencia del Medio Ambiente, entidad donde pudo conjugar sus intereses legales y humanistas.

Nazhla Abad es abogada de la P. Universidad Católica de Chile, diplomática de carrera y acaba de volver después de tres años y medio de destinación en Holanda, donde apoyó la defensa de Chile frente a la demanda de Perú ante la Corte Internacional de La Haya y ahora seguirá en la misma línea de trabajo, pero esta vez contra Bolivia.

¿Qué fue lo más duro de dejar Chile?

– (N.A.) Siempre lo más difícil es dejar a la familia, y a pesar de haber vivido varias veces en el extranjero (EE.UU. y Reino Unido), la última vez que dejamos Chile fue muy duro sobre todo porque en ese momento tenía un niño de nueve meses (hoy en día tengo 3) y sabía que iba a crecer lejos de sus abuelos. El gran costo de esa decisión es estar lejos de ellos.

– (P.I.) También creo que es la familia. De hecho, yo tenía planes de irme un año antes a hacer mi LLM, pero mi mamá falleció y me quedé un tiempo para acompañar a mi papá y hermanos. Fue muy doloroso irme, porque aún estábamos en el proceso de duelo y eso fue muy marcador.

¿Cómo es moverse en un ambiente donde se respira el Derecho Internacional?

– (N.A.) La tónica es estar rodeada de abogados de distintas nacionalidades y que han vivido en todas partes del mundo. Compartes  con personas de diversas razas y culturas, lo que te da la oportunidad de estar expuesta y aprender sobre diferentes realidades tanto a nivel personal como profesional. Es muy enriquecedor.

– (P.I.) Nueva York es muy cosmopolita y uno conoce gente de todo el mundo. Después de estudiar trabajé en el Vance Center, una ONG dedicada al acceso a la justicia en África y Latinoamérica, que es parte del Colegio de Abogados de esa ciudad, y allí compartí con abogados americanos. Me llevé una excelente impresión de ellos, por su gran disciplina y precisión con el trabajo que realizan. También son muy acogedores y generosos, pues varios socios de grandes estudios se dieron el tiempo para darme ideas y ayudarme con mi networking.

¿Por qué decidiste estudiar Derecho?DSC_2083-2

– (N.A.) Siempre tuve claro que debía ser una carrera humanista y en Enseñanza Media sabía que iba a ser Derecho. Fue a lo único que postulé, porque te abre un sinnúmero de puertas y la variedad de opciones a las que te puedes dedicar en el futuro es impresionante. En mi caso me dio la oportunidad para desarrollarme en el mundo de la Diplomacia.

– (P.I.) No fue mi primera opción. Al principio no estaba convencida, pero ahora soy una abogada “camiseteada”, que cree firmemente en el derecho como herramienta de cambio. Esta profesión me ha permitido conjugar mis intereses sociales y salir del prototipo del típico abogado de oficina que no le pone cara al trabajo que realiza. Yo voy con casco, mochila y zapatillas a terreno. Me encanta el Derecho, porque te da la posibilidad de participar en millones de temas.

– (I.B.) En mi caso fue gracias a la clase de Democracia de mi colegio, a cargo de la profesora  Lilian Betancourt, quien me tenía fascinada con su asignatura. En Colombia, la Constitución se cambió en 1991 y en esos años era la primera vez que uno se enfrentaba a este tema de los Derechos Fundamentales. Eso marcó mi decisión.

– (F.R.) Si bien tenía varios intereses, al momento de postular a la universidad las opciones fueron Ingeniería Comercial o Derecho. Tenía que decidir entre ambas y opté por el cupo en Derecho, pese a que tuve que esperar un año para ingresar. También mi papá fue una fuerte influencia, porque él era contador público e ingeniero comercial, pero también un abogado frustrado. Cuando vio que yo había entrado, postuló y empezó a estudiar. Pero luego enfermó y no siguió. Hubiese sido un sueño habernos graduado juntos.

– (M.M.) En mi familia hay muchos abogados. Yo sabía que podía estudiar cualquier cosa, siempre que no incluyera matemáticas, y así pensé en varias carreras hasta que finalmente postulé a Derecho y estudié en la Universidad Católica de Córdoba. Allí me di cuenta que disfrutaba redactando sentencias y la lógica argumentativa que hay tras ellas. También me gustaba mucho “Lógica”, “Ética profesional”, “Derecho de Familia” y “Filosofía del Derecho”.

¿Cómo llegaste a tu actual área de trabajo?

– (M.M.) Yo había empezado una Carrera Judicial en Córdoba, donde para todas las instancias se debe rendir el concurso para el cargo respectivo, por lo que para poder avanzar decidí tomar un Máster en Derecho y Magistratura orientado a la formación y especialización de los integrantes del Poder Judicial. Y en la mitad del segundo año fue cuando conocí a mi actual esposo chileno. Ya trasladada a Chile y alejada del Poder Judicial, me salió esta opción de realizar trabajo a la distancia que se acomodaba a mi realidad. Al principio no le tomé el peso a la vocación, pero estando acá empecé a extrañar el ejercicio profesional.

– (F.R.) Yo sabía que no iba a ser una litigante, me gusta más el trabajo de oficina. Me encantaba la Sociología Jurídica, el Derecho Internacional, y dentro de eso tenía que buscar algo que me llenara y que a la vez fuera rentable. Entre las opciones que tenía vi la Propiedad Intelectual. Las primeras clases que tuve en la universidad me gustaron mucho y cuando me gradué decidí de inmediato hacer un posgrado en lo mismo. Como parte de las exigencias de la beca que gané para cursar el posgrado, estaba la de dar clases. En mi caso, eran estudiantes de la carrera de Arte que hacían preguntas interesantes y armaban casos que a un abogado no se le ocurren.

– (I.B.) Con los años fui dándome cuenta de que me gustaba mucho estudiar derecho, pero no tanto ejercerlo o no de la forma tradicional. Hice una especialización en derecho de familia y ejercí en ese campo un buen tiempo. También hice un diplomado en derecho laboral y una maestría en derecho internacional, comercio y arbitraje. Considero que ejerzo mi profesión, pero lo hago como parte de otras herramientas. Cuando llegué a Chile, nunca había trabajado en un estudio. Partí a dividirme entre un trabajo legal y un trabajo más de gestión en la Cámara Chileno-Colombiana de Comercio. Yo estaba feliz y empecé a disfrutar mucho esa combinación.  Al poco tiempo surgió la RSE, que fue un área que me enamoró, porque es un tema de cómo gestionas tus negocios más allá de la norma y son muy pocos los abogados que realmente la entienden. Lo que quiero decir es que mis conocimientos legales sumados al desarrollo de habilidades de gestión han sido una herramienta importante para no frustrarme por no estar habilitada para ejercer derecho como cualquier abogada chilena. Mi experiencia me dio un plus entonces para desempeñarme en lo que hago ahora, pues soy alguien que conoce el mundo de los abogados  y  los desafíos que enfrentan en un entorno que demanda nuevas habilidades en los profesionales.

(N.A.) Siempre supe que me gustaba el área pública y la docencia, y luego de volver desde EE.UU. tras estudiar el LLM, se anunció el concurso para postular a la Academia Diplomática. Fui a dar los exámenes –donde conocí a mi marido– y quedamos diez, sin yo saber en detalle la estructura de la carrera. No conocía a ningún diplomático personalmente y solo sabía de algunos ex alumnos de la Católica que habían cursado la Academia y me pareció muy interesante. Después de 18 meses de instrucción entré a trabajar en la dirección de DD.HH. del Ministerio de RR.EE. y me fui becada a Oxford. Allí estaba cuando Perú presentó la demanda en contra de Chile ante la Corte Internacional de Justicia y me preguntaron si quería formar parte del equipo jurídico, razón por la cual, al volver a Chile, comencé a trabajar en la Dirección de Fronteras y Límites del Estado, DIFROL. Estuve dos años y luego fue mi turno de ser destinada, dándose la oportunidad de seguir trabajando en el tema. Por eso nos fuimos con mi marido a la Embajada de Chile en Holanda, donde estuve dedicada principalmente al caso. Volvimos a Chile hace menos de un mes.

(P.I.) Con el Derecho Medioambiental me pasaron un par de cosas. La primera fue que encontré un área donde podía conjugar una amplia gama del Derecho teórico y dogmático –como administrativo y procesal–, con terreno, realidad. En segundo lugar, creo que también fui un poco visionaria por dedicarme a temas medioambientales, ya que en mi generación no éramos más de cinco personas las interesadas. Hoy, con siete años de práctica, veo que es un tema de mucho interés.

DSC_2056-2¿Qué experiencias han tenido –sobre todo las extranjeras– en Chile? Anécdotas, salidas de contexto, bromas.

(P.I) Yo salí hace tiempo en un reportaje de la Revista Ya del Mercurio y me chaquetearon harto. Me llamaron para hacer una nota para la sección “Fax de Belleza” y acepté, pero siempre con comentarios a favor y en contra sobre “cómo voy a aparecer hablando de temas que no tienen que ver con Derecho”. Para mí eso no tiene nada que ver, pues soy abogada y mujer. Lo hice y obviamente generó muchos comentarios. La gente no está acostumbrada y menos aún en el mundo de los abogados, donde el ambiente es más conservador.

(N.A.) En mi caso siempre me he sentido súper orgullosa de todo lo que he hecho. Tengo diferentes intereses, tanto académicos como en otros ámbitos, pero existen muchos prejuicios cuando te dedicas a más de una cosa, más aun cuando un trabajo o hobbie es considerado frívolo. Cualquier interés es completamente legítimo, lo malo es que te encasillen en algo y te etiqueten por lo extra académico.

(P.I) En lo que te encuentro razón –y no sé si será un tema particular de Chile–, es que se percibe esa obligación de dedicarse de manera exclusiva a la carrera una vez que una ha egresado de la universidad. Pero la oportunidad de darse tiempo para tener hobbies, que vayan desde bailar salsa a hacer yoga, es juzgada a lo menos, casi mal mirado. En Nueva York la gente trabaja mucho, pero llega un horario donde se sacan el trabajo y parten a potenciar sus intereses personales, como el teatro, el deporte, fotografía, etc. Eso acá no existe.

(M.M.) Creo que cuando uno es abogado independiente cuesta dar por cerrado un caso. Le puedes dedicar una tarde o meses, pues como no es una ciencia dura siempre uno tiene mucho para explorar en jurisprudencia y en doctrina, y es difícil decidir cuándo el trabajo está listo. Por eso se hace muy difícil el tema de la jornada. Cortar con un caso y seguir mañana.

En el caso de Ingrid, Francesca y Marina, siendo extranjeras en un país como Chile, ¿tienen anécdotas, historias de equívocos u otras?

(F.R.) Recién llegada a Chile, yo preguntaba en la calle la dirección de un lugar a alguien y la gente se hacía la que no escuchaba. En realidad me encontré con gente muy poco amable. Nosotros en Venezuela somos muy de piel, de abrazar, de interactuar. Pero desde la perspectiva chilena, hoy rescato algunas cosas, como la reserva de la privacidad y que uno quizás las socializa demasiado en Venezuela. Yo me encontré con un choque cultural muy fuerte, como –por ejemplo– que tú te metes a un ascensor, dices “buenos días” y nadie te saluda. El problema es que uno se acostumbra, te das cuenta que a lo más levantas las cejas y eso es un “buenos días”, y luego te pones a ver el celular y empiezas a compartir esa frialdad. El problema, en lo personal, es que yo siento que he perdido un poco ese candor venezolano y esa cosa a flor de piel, de ser cariñoso y de relacionarse con el resto de la gente.

(I.B.) A mí me pasaban cosas muy parecidas a las de Francesca. Eso de ir a una tienda, de entrar y que no te saluden, del servicio en general. Comparto muchas experiencias de las que se han señalado, donde una tiene que prácticamente luchar consigo misma para no pasar por extremadamente cariñosa, coqueta, servil, etc. Me impresiona el resguardo de la privacidad, de no tener mayor contacto extra laboral con los compañeros de trabajo y el tiempo que uno debe pasar muchas veces para ingresar a los círculos de confianza de sus pares. Los protocolos son bien estrictos y uno muchas veces pierde esa espontaneidad de llamar a sus amigos a la hora que sea. Ahora sí, cuando uno logra hacer amigos los chilenos son súper leales, quizás mucho más de los que uno conoce de años. Muchas veces a mí me han dicho “tú eres especial, porque te llevas bien con todo el mundo”, y es precisamente porque uno no viene formateada con el chip de los códigos en Chile, que te dicen con quién relacionarte como igual y con quién no.

A propósito de lo señalado sobre el ámbito en que ustedes se mueven, ¿han sentido algún tipo de discriminación por ser mujer? Ya sea en la esfera profesional o personal.

(F.R.) Yo lo noto al pagar mi ISAPRE y ¡me carga! Es básicamente por el cliché del “instinto maternal”. La mujer tiene claro que puede desarrollarse, que tiene todas las herramientas del hombre, pero hay un momento en la vida –que independientemente que estés en la cima–, te importa formar una familia. Y eso pasa a ser tu motor y lo más importante en tu vida, desplazando todo lo demás. Yo veo el caso de abogadas súper exitosas que hace 20 ó 25 años optaron por privilegiar sus carreras y hoy en día les pena. Creo que una mujer sí se puede desarrollar en el trabajo como abogada, pero también como mamá, en su casa, con sus amigos, y se siente plena.

(P.I.) Conozco abogadas exitosas que dejan todo en el trabajo y –reconociendo que quieren llegar a ser socias– cada vez más exigen sus derechos como mamá, llegando a acuerdos de trabajo, de horarios, etc. Es fundamental el apoyo de los jefes, pues son ellos quienes muchas veces deben jugarse por mujeres a las cuales hay que “justificar” diciendo cosas como “ella es tan buena que puede irse a las 2 a su casa y seguir trabajando desde allá si es que surge alguna urgencia”. Aún no existe una confianza generalizada de que esas nuevas formas de trabajo resulten, pero de a poco se está logrando cambiar la mentalidad.

(I.B.) Si bien en el 2007 la redacción del Código Orgánico de Tribunales de Chile cambió para permitir a los extranjeros ejercer la abogacía, la interpretación que continuó dando la Corte en los casos que conocí fue la misma que previo a la modificación legal. Entre Chile y Colombia existe un Convenio vigente desde 1920, el cual fue desconocido en mi caso. Entonces, tengo mis títulos registrados en Chile, pero no estoy habilitada por la Corte. Ahí hubo discriminación. Afortunadamente eso ha ido cambiando.

Por otro lado, en mi condición de mamá de una niña de 8 meses, con mi pareja, y ejerciendo dos cargos, no he sentido discriminación por ser mujer. Pero reconozco que somos una generación a la cual se le han planteado unos tremendos retos personales y profesionales, y se nos ha dicho que tenemos todo para lograrlo, pero en realidad no siempre es tan así. Ir a la universidad, trabajar, seguir estudiando, casarse, tener hijos, pero sin descuidar tu carrera, ni tu familia, ni tu físico, etc.  Muchas veces los sacrificios son tan grandes como la presión. Yo sí creo que la triple jornada laboral de las mujeres continúa existiendo en nuestros países.

¿Alguna de ustedes ha sentido culpa de ser buenamoza o se ha sentido discriminado por eso en el trabajo o la universidad?

(M.M.) Quizás exista, pero no creo que genere culpa.  En la universidad siempre se hacen comentarios de ese tipo, pero solo dan risa, no da para más. Lo que sí uno siente acá, por el hecho de ser extranjera, mujer y, aun peor, abogada, es el nacionalismo que imposibilita ejercer la profesión. Tengo claro que son leyes distintas, pero hay ciertos países para los cuales eso no es un impedimento y otros sí, eso me molesta.

(F.R.) Yo no he reparado mucho en eso, ya que no soy la típica venezolana ultra arreglada, como nunca lo fui ni siquiera allá. Pero sí creo que en el tema de la nacionalidad pueden darse asociaciones con tal o cual cliché. A mí, al escucharme, me asocian con la teleserie, con Chávez, con las misses, y Venezuela es mucho más que eso. Entonces igual llega un momento que eso puede ser molesto. Te persigue.

– Para finalizar, ¿existe alguna abogada que haya influenciado su carrera, a quienes admiren por su trabajo y/o capital humano?

(N.A.) María Teresa Infante, de todas maneras. Además de ser una mujer brillante, es una persona extremadamente generosa, excelente jefa. Un ejemplo a seguir en todos los sentidos. Es un lujo trabajar con ella.

(P.I.) Si me preguntas ahora, no recuerdo un referente femenino cercano. Tuve un par de profesoras excelentes, como Paulina Veloso, quien me hizo clases de Derecho Civil, tremendamente interesante, guapísima, brillante.

(I.B.) Yo como a mitad de carrera comencé a interesarme en los estudios de género y recuerdo a una profesora, abogada, María Cristina Hurtado, una mujer muy combativa en una Facultad de Derecho cuyos docentes son principalmente hombres. Aprendí mucho de ella, pues me empoderó como mujer y como abogada.

(F.R.) Estaba pensando a nivel universitario. Recuerdo a la profesora Malín Pino, quien daba Sociología jurídica –mi materia favorita–, ya que tenía un enfoque humanista. Se paseaba por temas más que jurídicos, rescatando la parte humana del abogado.

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